Under the Skin
Apenas hay sitio para lo extraño
• País: Reino Unido
• Año: 2013
• Dirección: Jonathan Glazer
• Guion: Walter Campbell, Jonathan Glazer (Novela: Michel Faber)
• Título original: Under the Skin
• Género: Ciencia ficción, Drama
• Productora: Film4 Productions, Nick Wechsler Productions
• Fotografía: Dan Landin
• Edición: Paul Watts
• Música: Mica Levi
• Reparto: Scarlett Johansson, Paul Brannigan, Robert J. Goodwin, Krystof Hádek, Scott Dymond, Michael Moreland, Jessica Mance, Jeremy McWilliams, Adam Pearson
• Duración: 108 minutos
• País: Reino Unido
• Año: 2013
• Dirección: Jonathan Glazer
• Guion: Walter Campbell, Jonathan Glazer (Novela: Michel Faber)
• Título original: Under the Skin
• Género: Ciencia ficción, Drama
• Productora: Film4 Productions, Nick Wechsler Productions
• Fotografía: Dan Landin
• Edición: Paul Watts
• Música: Mica Levi
• Reparto: Scarlett Johansson, Paul Brannigan, Robert J. Goodwin, Krystof Hádek, Scott Dymond, Michael Moreland, Jessica Mance, Jeremy McWilliams, Adam Pearson
• Duración: 108 minutos
La película de Jonathan Glazer, ciencia ficción pura, es una propuesta tan extraña como imprescindible. Hablándonos exclusivamente de lo desconocido, consigue sonsacar inevitablemente un reflejo de nuestra propia naturaleza humana.
Decía Paul D. MacLean que evolutivamente el cerebro humano se podía dividir en tres partes: el Cerebro Reptil, el más primitivo, se ubica en torno al tronco del encéfalo y sus estructuras más próximas, como el hipotálamo, y se encarga básicamente de las funciones de supervivencia: la respiración, la coordinación del movimiento, el control de la temperatura… Es lo que nos mantiene ávidos de alimento y supone el centro de nuestras actividades mas impulsivas, desde la depredación hasta el deseo sexual. El Cerebro Mamífero, traducido principalmente en el sistema límbico, supone un escalafón más de complejidad al encargarse de manejar el impacto que tienen los estímulos externos en nuestra conducta. En otras palabras, se ocupa de los recuerdos y las emociones primarias, como el asco o el miedo. Y por último el Cerebro Neomamífero o propiamente humano agrupa toda la corteza cerebral en sí misma y es el origen de todo pensamiento que denominaríamos calculado, meditado o razonado. Es lo que, en pocas palabras, nos hace inteligentes.
Aunque como todo, es cuestión de equilibrio. Y si bien es cierto que por lo general nuestra especie puede lucir orgullosa el titulo de «portadora de la razón», acercándose al fuego aún a sabiendas de que este podría dañarnos, más de una vez hemos optado por la vía fácil de sucumbir a las órdenes de nuestros cerebros ancestrales, mucho más precavidas. Especialmente en aquellas ocasiones en las que se nos ha presentado ante algo extraño. Under the Skin (Jonathan Glazer, 2013) vio la luz en el año 2013 durante el Festival de Cine de Venecia donde fue recibida con una gran cantidad de comentarios positivos por parte del jurado y la crítica. Un año más tarde la película pasó por cines británicos y estadounidenses, y aunque fue nombrada por The Guardian, entre otros medios, como la mejor película de ese año 2014, su paso por taquilla solo obtuvo la modesta recaudación de 5.7 millones de dólares ante la friolera de 13.3 millones de presupuesto. Cuestión de equilibrio. O más bien de falta de él. Y por eso es fácil entender cómo en España no se ha estrenado oficialmente hasta el pasado 10 de julio, siete años después de su llegada al mundo.
Como veis, todavía, a día de hoy, apenas hay sitio para lo extraño. Y resulta paradójico porque, de alguna manera, la película dirigida por Jonathan Glazer trata justamente de eso. De lo extraño y de la perspectiva que nos ofrece. Su argumento, grosso modo, parte de un ser presumiblemente alienígena (aunque realmente nadie sabe de él ni el dónde, ni el cuándo, ni el cómo) que, llegado a nuestro planeta, decide infiltrarse entre nosotros enfundándose en la piel de la bellísima Scarlett Johansson. Tonto no es. Y lejos de andar buscando un teléfono para llamar a su casa, se dedica a dar paseos en una furgoneta para ir atrayendo a toda aquella alma perdida que nadie vaya a echar de menos, con intenciones, spoiler, no muy buenas (1.1). Quizá con este pequeño resumen del argumento la película os haya llamado un poco la atención o no, pero en términos estrictos eso poco importa, porque Under the Skin es una película pensada, como muchas otras del género, para ser experimentada, más que entendida. Algo solo posible cuando la obra ha sabido trabajar indudablemente cada elemento que la rodea y da sentido a su propio mundo. En definitiva, cuando construye bien su atmósfera.
Esta clase de confrontación entre mundos plenamente opuestos es propia de las buenas películas de ciencia-ficción que, hablándonos exclusivamente de lo desconocido, consiguen sonsacar inevitablemente un reflejo de nuestra propia naturaleza humana.
En este caso, ya desde el minuto uno, asistimos a la creación de una perspectiva completamente nueva y limpia. Partiendo de la confección de unos ojos que aún no han sido manchados por la experiencia(2.1) hasta la explicación de la rutina mecanizada y constante del personaje de Johansson(2.2). Todo este cuadro de conversaciones casuales en plena calle (muchas de ellas grabadas en realidad con una cámara oculta) y de charlas de besugos en una furgoneta cobran una dimensión completamente diferente y mucho más interesante cuando son entintadas con las herramientas adecuadas. Empezando por un diseño sonoro simple pero efectivo, al más puro estilo del terror clásico. Con un par de violines y una percusión de ritmo lento y constante ya consigue transportarte a un ambiente intranquilo y desasosegado, donde algo no cuadra. Insinuando que aunque la calma reine, la incomodidad está presente. Como cuando un insecto cae inconscientemente en la amplia red de una araña y solo queda esperar a ver cómo unas patas largas y afiladas se aproximan lentamente, paso a paso, hacia aquella víctima que ha quedado hundida en su propia inocencia(3.1). Y aunque ya conocemos la predilección de Johansson por interpretar a viudas negras, este caso es especial, dado que su personaje ha de lidiar en un juego de contrastes muy marcado a nivel visual: lo oscuro, indefinido, amorfo e indeterminado del mundo propio del personaje de Scarlett, frente a la luz, definición, claridad y blancura de los parajes escoceses que comienza a descubrir(4.1, 4.2, 4.3, 4.4). Esta clase de confrontación entre mundos plenamente opuestos es propia de las buenas películas de ciencia-ficción que, hablándonos exclusivamente de lo desconocido, consiguen sonsacar inevitablemente un reflejo de nuestra propia naturaleza humana.
La marciana protagonista comenzará poco a poco a ser consciente de ello a medida que toma parte en nuestras actividades y se vaya acomodando en una piel que no es la suya(5.1). Pensando que, a lo mejor, merecería la pena cambiar de rutina y probar un poco de la libertad que solo el género humano tiende a conseguir. Observando cómo nos relacionamos de manera diferente según el contexto. Cómo algunos tienen rumbo y otros no. Cómo sucumbimos de la manera más primaria ante situaciones que nos llevan al límite(5.2). Cómo nos seguimos moviendo instintivamente hacia la reproducción cuando nos contamos por millones. Cómo transformamos esa conexión, esa búsqueda de la intimidad ajena, en algo más simple o más complejo a voluntad. Cómo llegamos a interpretar una caricia como un bálsamo o como una afrenta. Cómo difuminamos sin miramientos todo aquello que destaque por encima de la mediocre pulcritud que hemos construido. Cómo no es fácil ni bonito ser nosotros.
Como decía, apenas hay sitio para lo extraño. Y, sin embargo, se nos plantea como algo imprescindible. No ya solo para mejorar y aprender sino para tener un modelo con el que comparar y así establecer cierta distancia para reconocernos a nosotros mismos, con nuestras virtudes y defectos. Puede que Under the Skin haya llegado tarde y que su ritmo pausado y su talante poco hablador no sea para todos los públicos, pero sigue siendo una película tremendamente necesaria en un ambiente donde escasean aquellos con la suficiente entereza como para hacer oídos sordos de los «¿para qué arriesgarse?» que constantemente nos susurran nuestros cerebros más primitivos.