Poeta chileno, de Alejandro Zambra
El paso al frente de Alejandro Zambra

Hablamos de la nueva novela del chileno Alejandro Zambra, su obra más extensa hasta la fecha.

Que a día de hoy, la de Alejandro Zambra (Santiago de Chile, 1975) es una de las prosas más potentes dentro del panorama literario latinoamericano, es un hecho. Zambra, de 44 años, ya fue incluido en el año 2007 entre los 39 escritores más representativos de Latinoamérica menores de 39 años por la ciudad de Bogotá, dentro del marco del Hay Festival (festival literario y de artes circunscrito a dicha ciudad en calidad de Capital mundial del libro del año 2007). Destacaba su nombre aquel año entre otros como el de Jorge Volpi o Santiago Roncagliolo. Posteriormente, ya en la década del 2010, una de las voces más autorizadas de la literatura latinoamericana contemporánea, como es la de Ricardo Piglia, indicaba que la obra del chileno era una de las más interesantes por aquel entonces (ya se habían publicado sus tres primeras novelas).

Zambra es poeta, y como tal, en Poeta chileno (Editorial Anagrama, 2020) —su quinta novela recientemente publicada el mes de marzo— lo que hace es regalarnos un libro precioso en todos los sentidos y divertido hasta decir basta, que ante todo es una declaración de amor hacia la poesía. Es la prosa de Zambra una prosa abierta, sencilla y firme a la vez, potente y natural. Por medio de ella, viajamos por el Chile de los años 90 hasta el de la actualidad de la mano de poetas jóvenes y no tan jóvenes, periodistas americanas perdidas en varios aspectos, padrastros que sufren con el mismo significado de la palabra «padrastro» y hasta nos encontramos al célebre antipoeta Nicanor Parra en algunas de las páginas más entrañables de la novela. Con motivo de la aparición de este escritor como un personaje secundario más de la historia que se nos narra, y aprovechando la presentación vía Zoom de la novela que tuvo lugar el pasado día 9 de junio, en La Ciclotimia hemos tenido la oportunidad de preguntarle directamente a Alejandro Zambra en qué se basó para trasladar la entidad real de Parra a la novela en forma de personaje. Como respuesta, Zambra nos indicó que tuvo «la suerte de poder llegar a conocer en profundidad» al antipoeta, cuando este aún vivía, y nos contó alguna anécdota acerca de su relación con él y de cómo la forma de ser de este le recordaba a su propia abuela materna.

No huye Zambra de la comparación, no quiere, no le hace falta. Estamos no ante el relevo de Bolaño dentro de la literatura latinoamericana, sino ante algo más.

Más allá de tramas secundarias o de personajes interesantes, volvemos al quid de la novela: el amor hacia la poesía y el cariño hacia aquellos que no cejan en su esfuerzo a la hora de escribir en verso es explícito en cada una de las páginas. Zambra ha sido capaz esta vez de impregnar su novela de afecto hacia esta forma de escribir sin necesidad de virguerías formales o estructurales. Estamos ante la novela más extensa del autor y, no en vano, en algún punto podemos llegar a pensar que podría alargarse hasta el infinito, hasta convertirse (y he aquí acaso el único punto controvertido de esta humilde reseña) en una suerte de Los detectives salvajes, del ya mítico autor de culto chileno Roberto Bolaño. No es ni la primera ni la última vez que Zambra ha de verse comparado con Bolaño, y para ser justos, cabe decir que ni siquiera él mismo parece sentirse incómodo ante tal comparación, sino más bien acostumbrado; suele decir con humildad que él siempre saldrá perdiendo en dicha comparación o que «Bolaño es infinito» y que, aunque entiende la semejanza que mucha gente ve en ambos autores (suponemos que comprende el afán de comparar del que pecamos los lectores, quizás en un intento de recuperar a nuestros escritores favoritos cuyas plumas ya se han apagado), siente que Bolaño es, de algún modo, inalcanzable. Pero el símil existe, está ahí a vista de todo aquel que lea primero a uno y luego a otro (o viceversa) y con la publicación de esta novela no hace sino aumentar; tanto por el contenido —que gira en torno a la vida de Vicente y sus idilios con la poesía y con otros poetas— como por el alma, que es eso que nos transmite una novela. Los poetas chilenos jóvenes y perdidos de Poeta chileno frente a los jóvenes salvajes y asalvajados Arturo Belano y Ulises Lima de Los detectives salvajes. Para quien siga sin encontrar similitudes; una frase dicha por un personaje de Poeta chileno: «Vamos a descubrir a un montón de detectives salvajes». ¿Qué más se puede añadir?

No huye Zambra de la comparación, no quiere, no le hace falta. Pero a juicio de quien aquí escribe, estamos no ante el relevo de Bolaño dentro de la literatura latinoamericana (como tantas veces se ha insinuado), sino que hay algo más. Si bien Poeta chileno puede servir de algún modo para aquel que quiera releer Los detectives salvajes sin la necesidad de tener que coger nuevamente dicho libro, hay algo más. Por medio de una pluma libre de complejos, fresca y brillante, Zambra nos invita a sumergirnos en la complejidad de la vida, de la poesía, en las relaciones entre padrastros e hijastros, «familiastras», y nos envuelve dentro de una romantización de los ámbitos constantemente presente. Dicho esto; que sirva la eterna e inevitable equiparación con Bolaño exclusivamente a modo de elogio de la obra de Zambra.

En definitiva, da un paso al frente Alejandro Zambra con Poeta Chileno, situándose como uno de los escritores latinoamericanos de referencia de la actualidad (si es que no lo era ya), regalándonos una obra imperdible y entrañable. Nos deja una lectura obligada para todo amante de la literatura.

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