Noche de bodas
Hay que comerse a los ricos

País: Canadá
Año: 2019
Dirección: Tyler Gillett, Matt Bettinelli-Olpin
Guion: Guy Busick, Ryan Murphy
Título original: Ready or Not
Género: Thriller, Terror, Comedia
Productora: Vinson Films, Mythology Entertainment
Fotografía: Brett Jutkiewicz
Edición: Terel Gibson
Música: Brian Tyler
Reparto: Samara Weaving, Andie MacDowell, Mark O'Brien, Adam Brody, Henry Czerny, Nicky Guadagni, Melanie Scrofano, Kristian Bruun, Elyse Levesque, John Ralston
Duración: 95 minutos
Festival de Sitges 2019: Nominada mejor película (Sección Oficial)
Festival de Sitges: Sección Oficial (2019)

País: Canadá
Año: 2019
Dirección: Tyler Gillett, Matt Bettinelli-Olpin
Guion: Guy Busick, Ryan Murphy
Título original: Ready or Not
Género: Thriller, Terror, Comedia
Productora: Vinson Films, Mythology Entertainment
Fotografía: Brett Jutkiewicz
Edición: Terel Gibson
Música: Brian Tyler
Reparto: Samara Weaving, Andie MacDowell, Mark O'Brien, Adam Brody, Henry Czerny, Nicky Guadagni, Melanie Scrofano, Kristian Bruun, Elyse Levesque, John Ralston
Duración: 95 minutos
Festival de Sitges 2019: Nominada mejor película (Sección Oficial)
Festival de Sitges: Sección Oficial (2019)

Una trama ingeniosa y un fuerte mensaje social se dan la mano en esta excelente comedia de terror que se atreve a capturar la sangrienta, absurda y desquiciante realidad del capitalismo vampírico con un disparatado espectáculo de sangre.

No hace falta haber estado al tanto de todos los estrenos para ver que no corren buenos tiempos para los ricos en la gran pantalla. Desde éxitos de crítica y taquilla como Puñales por la espalda (Rian Johnson, 2019) o la galardonada Parásitos (Bong Joon-ho, 2019) hasta producciones independientes de terror como La caza (Craig Zobel, 2020), las élites económicas se han visto retratadas recientemente en la gran pantalla como villanos crueles y despóticos, obnubilados en su fantasía de privilegio extremo y sometiendo sin piedad a sus inferiores a maquinaciones e intrigas mortales. Aunque cabe notar la hipocresía de este giro «populista» en una industria tan elitista como Hollywood, es importante apuntar también que incluso las producciones de mayor valor siempre han perseguido, de una manera u otra, las tendencias de su tiempo, conscientes del descalabro que supone uno de los peores pecados del arte: oler a viejo.

Y, pese a todo, no sería acertado atribuir este giro a una reconversión interna de la propia industria, sino más bien a la incorporación inevitable de talento joven que ha crecido y se ha formado en la convulsa era del aumento exponencial de la desigualdad, la crisis financiera de 2008, la crisis ecológica y el ascenso de un aberrante multimillonario a la presidencia de los Estados Unidos de América. Para quienes, de una u otra manera, nos vemos herederos de estos extraños tiempos, no podemos sino ver reconocida nuestra creciente desconfianza y rencor frente a las élites económicas retratada con maestría en Noche de bodas (Matt Bettinelli-OlpinTyler Gillett, 2019), una película de terror que no solo marca a la perfección este hito generacional, sino que nos brinda una excelente actualización del género.

Entre los muchos talentos que Samara Weaving despliega en la película, su gran faceta cómica resulta la sorpresa más agradable.

Noche de bodas —nominada a mejor película en el Festival de Sitges— sigue el día de la boda de Grace —interpretada por una extraordinaria Samara Weaving— con Alex (Mark O’Brien), joven heredero de la inmensamente rica familia Le Domas, quienes hicieron su increíble fortuna en base a la industria de los juegos de mesa. Por ello resulta un tanto rara —pero comprensible— la tradición de los Le Domas de que, cada vez que entra un nuevo miembro en la familia, ha de participar en un juego de mesa elegido aleatoriamente. Pero la tradición tiene un factor peligroso: si el juego escogido por el azar es el escondite, el nuevo miembro de la familia en cuestión ha de ser sometido a una cacería ritual y sacrificado a una deidad demoníaca a la cuál, en realidad, los Le Domas deben su fortuna. Por más que Alex cree que pude superar la apuesta, el juego que le toca a Grace es el escondite, y el resto de su noche se convierte en una persecución sangrienta contra un grupo de ricachones histéricos armados con hachas y ballestas.

Noche de bodas se atreve a capturar la sangrienta, absurda y desquiciante realidad del capitalismo vampírico con un disparatado espectáculo de sangre, cifrando en una trama sobrenatural la verdadera apariencia del desigual reparto de la riqueza.

Todo lo inverosímil que resulta el planteamiento es levantado por una ejecución casi perfecta, que parte de no pocos momentos cómicos gracias, ante todo, a la hilarante interpretación de Samara Weaving durante los primeros momentos de la película, donde su actitud incauta y burlona destaca en un ambiente donde empieza notarse la inminencia del peligro. La película es, ante todo, el rápido pero gradual viaje de Grace desde la ingenuidad hasta la determinación, pasando por el terror y la desesperación, a medida que hace uso de su astucia y, ante todo, de su instinto de supervivencia, para escapar de la trampa mortal de la familia Le Domas. Pero el desarrollo accidentado de este cruel juego sangriento no está asentado tan solo en los formidables momentos de protagonismo de Weaving, sino que cuenta con una larga cadena de escenas de suspense, imágenes tétricas, bromas bien calibradas, alguna que otra muerte espectacular y sobretodo con un elenco de personajes cada uno más desopilante y desquiciado que el anterior, que nos demuestran que suponen un peligro para ellos mismos casi tan grande como para Grace.

El papel central de Weaving está perfectamente complementado con un el formidable elenco de la familia Le Domas.

Pero esta sobresaliente sinergia interna de sus diferentes elementos, desde el diseño gótico de la mansión a la icónica imagen de Grace con su destrozado traje de novia, no sobrepasarían a una decente pero genérica obra de terror si no se asentaran en un poderoso mensaje central: la fundamental naturaleza violenta y mezquina de las élites económicas. Cabe argumentar sobre la futilidad del gesto de imaginar un núcleo fantástico de crueldad sangrienta y poder satánico al interior de las desigualdades económicas y las hirientes diferencias de clase, que nunca son el efecto de familias ni individuos particulares y cuya diseminación del sufrimiento y la injusticia es tan vasto y complejo que su reducción a una trama sobrenatural de extremos efectos sangrientos puede parecer un tanto frívola. Pero si somos capaces de apreciar los habituales elitismos y no poco común romantización de la pobreza del curiosamente llamado «cine de clase» (en definitiva: drama de clase), quizás lleguemos a valorar una producción que, con todos los elementos de una saturada y exagerada comedia de terror, se atreve a capturar la sangrienta, absurda y desquiciante realidad del capitalismo vampírico con un disparatado espectáculo de sangre, cifrando en una trama sobrenatural la verdadera apariencia del desigual reparto de la riqueza.

El mensaje final final sigue siendo el mismo: «que se jodan los ricos», pero con una ejecución mucho más accesible, gratificante y divertida, demostrando que no solo no es imposible la alianza entre las convenciones del cine de género y sus apuestas más descabelladas con un conciso y contundente contenido social, sino que es posible que el cine más descabellado sea, al fin y al cabo, el que capture mejor estos tiempos tan descabellados. Nuestra convicción es que esta también es clave del éxito de Bong Joon-ho con Parásitos. Y aunque creamos que Noche de bodas ya nos ha convencido de su conveniencia y genialidad, un espectacular final donde se cumplen con abundancia sus promesas centrales nos llenará de genuinas ganas de levantarnos del sillón y de aplaudir. Que se jodan los ricos.

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