La gran decepción de Espada y Escudo
Pokémon: tenemos que hablar
El futuro de Pokémon está más en el aire que nunca después de los irregulares Pokémon Espada y Escudo. ¿Qué podemos esperar de la saga? ¿Cómo se ha llegado hasta este punto?
No debe ser fácil mantener el interés por un producto después de tantos años. Vamos a concederle eso a The Pokémon Company y a Game Freak. También debe ser de lo más complicado satisfacer a un espectro tan amplio de jugadores, teniendo en cuenta que desde el estreno de Pokémon en 1996 (Pokémon Rojo y Azul, Game Boy) han pasado ya casi 25 años. Ya no somos aquel niño que se conformaba con completar una embrionaria Pokédex de tan solo 150 monstruos de bolsillo, 151 contando con el inhóspito y escurridizo Mew.
Desde esa excitante primera toma de contacto entrenando nuestros «bichos» y alzándonos con la victoria final frente al exigente Alto Mando capitaneado por el maestro de dragones Lance, han pasado por nuestras manos más de un centenar de juegos de Pokémon. Una cifra abrumadora que pone a prueba el fondo de armario creativo de toda compañía y que muestra de forma muy gráfica el músculo financiero de Pokémon a lo largo de su historia; la franquicia es una de las más potentes a nivel económico de toda la industria del videojuego.
Algo flaquea, no obstante, en esta defensa al legado, pasado y presente de Pokémon. Otras sagas como Mario y Zelda también tienen en su haber centenares de títulos, entre juegos de la línea principal y experimentos más o menos secundarios. Esto no ha evitado que sus últimas entregas en Nintendo Switch, Super Mario Odyssey y The Legend of Zelda: Breath of the Wild respectivamente, no solo sean unos de los mejores títulos de estas franquicias sino que ya se incluyan automáticamente en las prestigiosas listas de los mejores videojuegos jamás creados. Por tanto, ¿qué ha ocurrido con Pokémon Espada y Escudo?
La expectación con el paso a Switch de la gallina de los huevos de oro de Game Freak era enorme. Por fin Pokémon iba a saltar a las consolas de sobremesa de Nintendo —híbrida entre portátil y doméstica en este caso— y, por ende, a aprovechar las posibilidades técnicas de este avance. No solo eso, sino que además los Pokémon Let’s Go Pikachu! y Let’s Go Eevee! (Switch, 2018) sirvieron como un perfecto aperitivo y para paladear lo más próximo que había estado la saga a un aspecto gráfico de estilo dibujo animado con diseños y modelados que, sin ser punteros, tenían un carisma y una frescura general que entraba por los ojos.
Vista general del Área Silvestre, el más que posible futuro de la saga pendiente de una mejor ejecución.
Las primeras imágenes de Pokémon Espada y Escudo —y, en especial, su primer tráiler oficial— tuvieron una recepción positiva casi unánime entre fans, no tan fans y crítica especializada en general. La región de Galar nos conquistó de entrada con su imaginería británica, estética con influencias medievales y de primera revolución industrial y nuevos Pokémon con los diseños más celebrados después de ciertos traspiés y falta de imaginación alarmante. Hasta los tres pokes iniciales, siempre bajo la espada —nunca mejor dicho— de Damocles de los omnipresentes Bulbasaur, Charmander y Squirtle, suscitaron amor instantáneo en internet.
Todo cambió en el E3 de 2019, seis meses antes de su lanzamiento. En él, el productor de la saga, Junichi Masuda soltó una bomba de relojería que, probablemente sin ser plenamente consciente de su magnitud, provocó una polémica sin precedentes y abrió una herida que aún no ha sanado (y puede que no lo haga nunca): la decisión de mutilar la Pokédex y reducir drásticamente el máximo de Pokémon existentes en el juego. De las casi mil criaturas con las que iba a contar la franquicia, tan solo 400 de ellas estarían presentes de forma jugable en Espada y Escudo. De este modo, más de la mitad de los Pokémon no podrían capturarse en Galar y ni siquiera sería posible enviarse a la partida desde juegos anteriores. Simplemente, dejarían de existir. Al menos temporalmente. La decisión, meditada durante años por Game Freak y justificada oficialmente como una forma de emplear optimizar recursos en los juegos y, en definitiva, en centrarse en mejorar la experiencia general de la saga no convenció prácticamente a nadie.
Pokémon Espada y Escudo son juegos mediocres, quizá las peores entregas de la saga. Y lo son por múltiples razones que, en realidad, se resumen en una sola: una desoladora falta de amor y cariño puesto en el producto final.
El tsunami no paraba de crecer y este jarro de agua fría solo supuso la tirada de una primera ficha de dominó que, por inevitable arrastre, dinamitó las redes en los meses anteriores a la salida de los juegos. Poco pudo hacer The Pokémon Company para aliviar las hordas de usuarios que manifestaban su odio públicamente e, incluso, en forma de lamentables amenazas al propio Masuda, el cual se mostró visiblemente afectado y desbordado hasta el punto de pedir disculpas y el cese de las hostilidades hacia su persona. En este contexto, todo los anuncios del juego eran demolidos ipso facto. Las buenas noticias se minimizaban y lo feo se llevaba todo el foco mediático —véase las animaciones recicladas de otros juegos de la saga o árboles que parecían sacados de la mismísima Nintendo 64—.
Llegó el lanzamiento en navidades de 2019 y, como cabía esperar y a pesar de la tremenda polvareda, la fiebre Switch y el inmenso parqué de consolas de la misma hicieron que este fuera el estreno más exitoso de la historia de la franquicia. Más de 15 millones de unidades vendidas en su primer mes y medio de vida que, por desgracia, no ocultan una incómoda realidad: Pokémon Espada y Escudo son juegos mediocres, quizá las peores entregas de la saga. Y lo son por múltiples razones que, en realidad, se resumen en una sola: una desoladora falta de amor y cariño puesto en el producto final.
La increíble —y futbolística— ambientación en los gimnasios, de lo poco salvable de Espada y Escudo.
Pokémon Espada y Escudo son juegos sin alma. Y no solo en lo técnico, donde por desgracia se confirmaron los peores temores. Si Masuda afirmó que el recorte en el número de Pokémon disponibles en esta octava generación respondía a la necesidad de invertir en otros aspectos del juego, medio año después aún seguimos intentando averiguar a qué se refería. No nos engañemos: Pokémon nunca ha sido un portento gráfico y no ha aprovechado en ninguna ocasión el hardware de la consola en la que salió en su momento. Sin embargo, y a medida que la exigencia técnica es mayor, las vergüenzas quedan cada vez más al descubierto. Pokémon Espada y Escudo es muy pobre técnicamente y, lo peor de todo —y con permiso de los nuevos Pokémon de esta región—, tremendamente falto de inspiración.
Solo se pueden salvar de la quema técnica el diseño de las evoluciones gigánticas de los Pokémon —espectaculares algunas—, ciudades con cierto encanto y determinadas rutas. El resto, Área Silvestre aparte, es algo muy cercano al desastre. Este Área del juego, por cierto, una zona en la que se nos prometió ir al encuentro de Pokémon en su hábitat natural, de grandes dimensiones y con cámara libre es probablemente la mayor decepción de este título. Plagada de errores técnicos propios de consolas de hace dos generaciones —ese popping hace llorar al Profesor Oak—, con cambios climáticos demasiado abruptos y un ambiente desangelado en general, esta zona salvaje es un 10% de lo que podría haber sido.
Pero ojalá solo estuviéramos ante un juego con un aspecto gráfico pobre. Por desgracia, el resto no es mejor. La historia es una de las más insulsas de la saga, con intentos de giro de guion previsibles a kilómetros de distancia y personajes con diálogos vergonzantes. La duración es también escasa y la dificultad prácticamente inexistente. El juego es lineal hasta límites absurdos, sin localizaciones secundarias ni un ápice de la exploración y sensación de aventura que ofrecían otros títulos de la franquicia. Y todo para llegar a un descafeinado final —sin Alto Mando— al que, honestamente, llegamos con ganas de darle carpetazo y pasar página.
Solo las prisas —y la avaricia por encima de calidad— pueden explicar el descalabro de Pokémon y, de alguna forma, funcionar como hilo conductor de esta «crónica de la muerte anunciada» de la franquicia.
Esta grandísima decepción ha aumentado recientemente con la salida de la primera de las expansiones en forma de contenido descargable de pago: La Isla de la Armadura (Nintendo Switch, 2020). Una vez más, la experiencia se siente vacía y las novedades que ofrece no justifican, a falta de la segunda entrega (Las Nieves de la Corona), el desembolso económico en estos añadidos. Más grave es, aún, las últimas declaraciones de Masuda en las que afirma que las expansiones comenzaron a desarrollarse al mismo tiempo que los propios Pokémon Espada y Escudo. Y este hecho, lógicamente, suscita unas cuantas preguntas.
La primera y más lógica: ¿por qué no se optó por enriquecer Pokémon Espada y Escudo desde el principio antes que, de forma consciente y premeditada, guardarse ases en la manga y nuevos Pokémon para una futura expansión de pago? Y la segunda y, quizá, la clave de todo esto y del futuro de la saga a medio plazo: ¿no habría sido mejor darle más tiempo a Game Freak para desarrollar estos juegos antes que, presumiblemente, presionarles a acelerar su lanzamiento para la Navidad de 2019?
Solo las prisas —y la avaricia por encima de calidad— pueden explicar el descalabro de Pokémon y, de alguna forma, funcionar como hilo conductor de esta «crónica de la muerte anunciada» de la franquicia. Solo ellas podrían justificar el poquísimo cariño puesto en Pokémon Espada y Pokémon Escudo. Y solo la ausencia de las mismas podrían hacer que esto remonte.
Dejémonos de paños calientes: Pokémon está en cuidados intensivos. No va a salvarle Las Nieves de la Corona, ni Pokémon Go, ni mucho menos el recientemente anunciado y poco inspirado Pokémon Unite en una presentación que, de nuevo, encendió la mecha de la indignación a lo largo y ancho de internet. Es posible que a Pokémon no le salve ya ni el a priori infalible factor nostalgia; un remake de Pokémon Perla y Diamante sería, seguramente, una buena experiencia. Pero no lo que Pokémon necesita.
En este punto, querido Pokémon, tenemos que sentarnos a reflexionar. Hemos sido muy felices durante todos estos años. Hemos recorrido parajes alucinantes, intimidantes cuevas y océanos repletos de peligros. Nos hemos enfrentado a criaturas majestuosas y puesto a prueba nuestras habilidades en combate. Nos hemos convertido en entrenadores de éxito, amados y aclamados. Pero todo esto quedó atrás. Muy atrás. Ya solo albergamos un lejano y amargo recuerdo de estas maravillosas experiencias. Creo que necesitamos darnos un tiempo. Pokémon: tenemos que hablar.