La fuga de Logan
La utopía es un centro comercial
• País: Estados Unidos
• Año: 1976
• Dirección: Michael Anderson
• Guion: David Zelag Goodman (Novela: William F. Nolan, George Clayton Johnson)
• Título original: Logan's Run
• Género: Ciencia ficción
• Productora: Metro-Goldwyn-Mayer (MGM)
• Fotografía: Ernest Laszlo
• Edición: Bob Wyman
• Música: Jerry Goldsmith
• Reparto: Michael York, Richard Jordan, Peter Ustinov, Jenny Agutter, Roscoe Lee Browne, Farrah Fawcett
• Duración: 120 minutos
• País: Estados Unidos
• Año: 1976
• Dirección: Michael Anderson
• Guion: David Zelag Goodman (Novela: William F. Nolan, George Clayton Johnson)
• Título original: Logan's Run
• Género: Ciencia ficción
• Productora: Metro-Goldwyn-Mayer (MGM)
• Fotografía: Ernest Laszlo
• Edición: Bob Wyman
• Música: Jerry Goldsmith
• Reparto: Michael York, Richard Jordan, Peter Ustinov, Jenny Agutter, Roscoe Lee Browne, Farrah Fawcett
• Duración: 120 minutos
Un guion extravagante y una excelente dirección artística se dan la mano en este clásico de la ciencia ficción.
En ocasiones olvidamos que, algún día, fuimos el futuro de algo. Ajenos a los anhelos y ansiedades de otras épocas, hemos cometido el error de naturalizar algunos de los aspectos de nuestro mundo presente y hemos cometido el error de concluir que las cosas siempre fueron como son ahora. Pero si la ciencia ficción clásica puede enseñaros algo, si es que acaso ese deba ser su cometido, es a entender, mediante los miedos y las esperanzas en torno al futuro que infundía la imaginación del pasado, los desenlaces concretos y realizaciones específicas de tendencias amplias que apuntaban al futuro de aquella época; es decir, entendernos mejor a nosotros. En este sentido, quizás no haya una película de culto en la ciencia ficción que haya levantado las mismas controversias que La fuga de Logan (Michael Anderson, 1976), adaptación de la novela del mismo nombre por William F. Nolan y George Clayton Johnson, en tanto que su comentario social puede parecer anticuado y mojigato, un tanto miope ante los cambios que se estaban sucediendo en su momento. Pero si entendemos que los procesos históricos nunca son sencillos, y los avances y logros se corresponden habitualmente con pérdidas y deterioros no menos relevantes, entendemos que una denuncia, como la que parece enunciar el mundo distópico de La fuga de Logan, nunca es una acusación simple y unidireccional, y apunta precisamente a la ambigüedad esencial y el complejo juego de contradicciones del progreso histórico.
Corre el año 2274. El mundo tal y como lo conocemos ha sucumbido tras un colapso desconocido. Una amplia comunidad de supervivientes vive en una sociedad utópica bajo enormes cúpulas de cristal, sin ningún conocimiento ni interés por el mundo exterior, ensimismados en multitud de placeres y distracciones, bebiendo de alargados vasos de tubo, vistiendo túnicas coloridas de seda y disfrutando de salvajes orgías en trance por unos gases verdes que salen del techo. Pero no todo es perfecto en este mundo de sexo, fitness y simbología New Age, donde los edificios parecen pirámides futuristas y los meses son los símbolos del zodiaco. Todo habitante que alcanza los treinta años ha de someterse a un espectáculo esotérico en el que es «renovado», es decir: levantado por los aires y reventado en pleno vuelo para el jolgorio religioso y el entusiasmo de los asistentes. Además de la sospechosa euforia con la que todo el mundo acepta esta aparente muerte al cumplir la treintena, la sociedad está controlada por un ordenador central, y los pocos que toman la opción de huir de su destino en el ritual de renovación (los llamados «corredores») son perseguidos y abatidos por un implacable cuerpo policial conocido como «hombres de arena».
Los escenarios de La fuga de Logan reflejan con precisión los impulsos post-modernistas y futuristas de la época.
Logan 5 es uno de estos hombres de arena, pero su cómoda vida cazando corredores y disfrutando de su apartamento de lujo se viene abajo cuando el ordenador central le ordena que se haga pasar él mismo como corredor, con el objetivo de infiltrarse e informar sobre la localización de un misterioso lugar conocido como Santuario, donde se dice que un importante número de corredores han logrado llegar tras huir con éxito de la sociedad utópica. No es necesario ahondar demasiado en la trama, que en sí es considerablemente rocambolesca y se dedica a dar numerosos pasos dudosamente justificados, para entender que La fuga de Logan es, antes que nada, una crítica poco disimulada del clima cultural de la época, en el cuál se abrían paso nuevos movimientos espirituales e intelectuales que apuntaban a la liberación sexual, la emancipación individual, la exploración del potencial personal y una visión hedonista de la vida. La fuga de Logan parece querer comentar sobre la superficialidad y la falta de sentido y conexión en esta sociedad, donde todo el mundo es intercambiable y no existen lazos familiares (nadie conoce a sus padres, y el matrimonio es un concepto incomprensible).
La fuga de Logan es quizás una película controvertida desde un punto de vista político, pero extremadamente estimulante desde un punto de vista estético.
Pero sería un error pensar que La fuga de Logan es una mera fábula moralista sobre la necesidad de la familia patriarcal y la institucionalidad de la democracia liberal. La fuga de Logan no es sencillamente un ajuste de cuentas con los avances en la liberación y los derechos sexuales puestos al frente del debate público por primera vez en los años sesenta. Puede entenderse también que enfoca su objetivo en la mercantilización desenfadada y la reconversión de estas conquistas en baratijas planas y brillantes para la indulgencia individual y la inacción política. El propio recién nacido movimiento New Age representaba bien este proceso de transformación de las luchas sociales de liberación en objetos intercambiables del mercado espiritual, al reconvertir la extensa y hambrienta curiosidad intelectual y religiosa de los años sesenta y setenta en un puesto de mercadillo donde cada uno podría elegir la simbología y la espiritualidad que mejor encajara con su humor en cada momento. La fuga de Logan conecta con habilidad con este proceso de mercantilización y superficialidad creciente, representando su supuesta utopía, casi literalmente, como un centro comercial.
Logan se relaja después de un largo día cazando corredores.
Pero La fuga de Logan tampoco defrauda en los momentos en los que el mundo conocido del susodicho Logan empieza a derrumbarse y comienza a descubrir sus mentiras y sus fisuras. Es más, la película levanta una primera parte que se escolla en algunas secuencias innecesarias y pasos en falso y desemboca en unas escenas de exploración del paisaje post-apocalíptico de Washington D. C. al más puro espíritu de los sobrecogedores momentos finales de El planeta de los simios (Franklin J. Schaffner, 1968). Aunque el personaje de un anciano habitante de las ruinas, interpretado por Peter Ustinov, pueda parecer que apunta a un romanticismo plano por el mundo de las instituciones y los códigos morales que se ha dejado atrás, la genial idea de situar su guarida en el la ruinosa sala del Senado de los Estados Unidos, sumado a su incapacidad por recordar o rescatar nada de valor de la sociedad que le precedió, apunta también a la vacuidad y la arbitrariedad constitutiva de las instituciones del poder que entendemos por más asentadas, suponiendo irracionalmente que durarán eternamente.
Dicho lo cual, hay que admitir que La fuga de Logan resulta un tanto infantil y plana en varios momentos. Los numerosos cabos sueltos de su trama, la criminal simpleza rudimentaria en la caracterización de sus personajes femeninos y su penosa apología del amor romántico, hacen que sea difícil de ver hoy en día sin poner los ojos en blanco en varias ocasiones. Pero este romanticismo pulp y simbología heroica de la era clásica del cómic darán lugar a numerosos momentos del todo surrealistas que aportarán grandes dosis de encanto y comicidad no intencionada. Es precisamente este brillo abyecto de la ciencia ficción más kitsch y peliculera lo que salva a La fuga de Logan del mensaje moralista y conservador del que algunos, con razón, la han acusado. Pues en cuanto su romanticismo se revela como enteramente absurdo, la película entra en una contradicción virtuosa que aporta risas y asombro por igual. Sumado a sus espectaculares decorados y minucioso diseño de escenario y vestuario, La fuga de Logan es quizás una película controvertida desde un punto de vista político, pero extremadamente estimulante desde un punto de vista estético. El resultado es una obra visualmente original, narrativamente absurda y sumamente entretenida.