Fritz Lang
El maestro del expresionismo alemán

Fritz Lang es con diferencia uno de los directores mas importantes del pasado siglo y que más ha aportado al cine como arte y al expresionismo alemán, significando un antes y un después en la industria.

Hay directores de cine a los que la Academia parece costarle premiar o hacer algún tipo de distinción en vida, sin embargo, lo hagan o no, a la mayoría de estos artistas no les hace falta una estatuilla para inscribir su nombre en la historia del cine. Este es el caso de Fritz Lang, director de cine austriaco-alemán que puede ser considerado una de las figuras más relevantes y claves que contribuyeron al desarrollo del expresionismo alemán.

Hijo de arquitecto y madre judía, Lang comenzó estudios de arquitectura, pero nunca los acabó porque se inclinaba por la pintura, así que se embarcó en la Escuela de Artes Gráficas de Viena, admirando a pintores como Klimt y sobre todo a Egon Schiele —discípulo de Klimt—. Tras viajar por Alemania, en 1914 se estableció en París, una de las capitales artísticas por excelencia en el pasado siglo; sin embargo, ese mismo año estalla la I Guerra Mundial y vuelve a su ciudad natal, Viena, para alistarse como voluntario. Esos años convulsos lo marcaron terriblemente y fue durante el tiempo de recuperación tras una herida en una contienda, que empezó a escribir guiones de cine, y donde conoció al director Joe May, que lo contrató para guionizar la película —actualmente desaparecida— Die Hochzeit im exzentrik Klub (Joe May, 1917); Lang, no contento con el resultado, comenzó a dirigir sus propias películas.

Perversidad (Fritz Lang, 1945).

Siempre se había interesado por el teatro, más concretamente el expresionista, y siguiendo las teorías del dramaturgo Max Reinhardt —que influyó notablemente en otros emblemáticos directores como es el caso de Friedrich W. Murnau— comenzó un largo camino de creaciones audiovisuales que se han convertido en culto para todos los seguidores del cine entendido como arte. De la etapa alemana destacamos películas como las dos partes de Los Nibelungos: La muerte de Sigfrido (1924) y La venganza de Krimilda (1924), pero sobre todo Metrópolis (1927) y M, el vampiro de Düsseldorf (1931). En estas creaciones, de gran carga expresionista, se hacen constantes referencias a esos elementos que están bajo tierra, oscuros y agobiantes, como son las cuevas, sótanos y galerías; al igual que la importancia de los espejos como símbolo de desdoblamiento de los personajes, el otro yo, quizás el verdadero y oculto.

La trayectoria de Fritz Lang es amplia, convulsa, claramente adscrita a la crítica del régimen fascista de la época y que aporta grandes e importantes creaciones a la producción cinematográfica, entendida como arte con todas las letras.

Metrópolis es una joya cinematográfica donde las haya, y justamente en esta creación es donde más podemos apreciar sus vínculos con la arquitectura. Vemos claramente su fascinación por la ciudad cosmopolita, esas construcciones que comenzaban a coger forma al otro lado del charco, en Estados Unidos, con los grandes rascacielos; incluso su visión moderna es la que podemos transportar a la urbe de Blade Runner (Ridley Scott, 1982). Sin embargo, y como la mayoría de artistas de la época, con el estallido de la II Guerra Mundial, ante la persecución fascista y el auge de Hitler al poder, Fritz Lang tuvo que huir a Estados Unidos —dejó atrás a su esposa, la guionista Thea von Harbou, que le ayudaba en sus películas y que se mantuvo fiel al régimen, ya que la industria alemana se transformó en completa propaganda de ideología nazi—.

Metrópolis (Fritz Lang, 1927).

Ya en Estados Unidos, entre 1933 y 1956, y con el apoyo de la productora Metro-Goldwyn-Mayer, sus creaciones se centran más en la evolución humana sin dejar de lado la crítica ante el ambiente social de la época, teniendo en cuenta los años convulsos que traería la II Guerra Mundial. Pese a que sus proyectos fueron rechazados nada más llegar, tardó dos años en poder hacer Furia (1936) y se tuvo que adaptar a las normas de los diferentes géneros. Sí que pudo hacer cierta producción policiaca y noir como Sólo se vive una vez (1937), considerada como una de las primeras películas del cine negro de la historia, o Los sobornados (1953), en la que el director muestra de manera cruda la verdadera corrupción existente en las calles del país entre policías y delincuentes. Cabe mencionar que esta historia está basada en hechos reales, ya que en los años 40 en Filadelfia, un funcionario de Hacienda corrompido por la mafia de la época, se suicidó para denunciar con su muerte la existencia de esa corrupción —la policía no investigó el caso y pasó de forma muy sutil por tres periódicos locales—.

La trayectoria de Fritz Lang es amplia, convulsa, claramente adscrita a la crítica del régimen fascista de la época y que aporta grandes e importantes creaciones a la producción cinematográfica, entendida como arte con todas las letras. Ese contacto con la arquitectura y la pintura supuso un enriquecimientos en sus obras: en nuestras retinas siempre permanecerán esas construcciones megalíticas o esa ferviente crítica al sistema de la época, ya fuese alemán o norteamericano. Son verdaderas obras que admirar y que solo pueden nacer de una mente inquieta y privilegiada como era la de Fritz Lang.

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