Marem Ladson publicaba el pasado 6 de marzo Azul, un EP de gran calado que da un paso adelante con respecto a su álbum debut. La artista española-estadounidense se sitúa, de este modo, cada vez más alto en la escena musical, dejando claro que sus cualidades compositivas e interpretativas apuntan hacia una carrera sólida y longeva. En este contexto, hablamos con ella acerca de su último trabajo, el proceso creativo, su evolución profesional y el papel de la mujer en la industria discográfica.
En Azul se nota una evolución hacia nuevos sonidos. Si en tu álbum debut el tono folk-rock estaba más marcado, aquí hay más R&B y reposo. ¿Cómo ha ido sucediendo esta evolución?
Creo que ha sido una evolución lógica hacia un sonido más contemporáneo y personal. Sentía la necesidad de incorporar nuevos sonidos a mi música, y profundizar más en mi personalidad como cantautora.
Mientras que en Marem Ladson solo hay un tema que incluye una palabra en español (My Corazón), en Azul hay dos cortes íntegros —y alguna frase en los demás—, ¿te sientes ahora más cómoda componiendo en castellano?
Me siento cómoda con ambos idiomas, me gusta hacer canciones en español y en inglés, creo que es algo que refleja mi identidad.
Háblanos un poco de la palabra «Azul» y por qué la has elegido como título de tu nuevo trabajo.
Azul es tristeza, pero también es esperanza. Es poder elegir qué actitud afrontar ante la realidad. En Azul hablo de salvarse a uno mismo, de luchar por lo que deseas y romper ciclos generacionales de trauma.
Tu primer disco salió en CD y vinilo. ¿Tú y Mont Ventoux seguiréis apostando por el formato físico?
Me gusta mucho sacar música en formato físico, especialmente en vinilo. Me hace ilusión que mi música sea algo tangible, que la gente pueda llevarse a su casa y escucharla con calma. No me gusta lo rápido, y creo que el streaming favorece esta forma de consumo. Yo entiendo la música como una forma de arte sagrada, como una forma de reflexión vital que nace de la necesidad de expresarme. Los vinilos, CDs, casetes, representan la culminación de un disco, y forman parte del concepto a través del arte, el diseño, las fotografías, las letras, el orden de las canciones… el formato físico representa ese concepto, y creo que es fundamental para entenderlo en su totalidad. Me da pena que la forma de consumir música esté evolucionando cada vez más hacia lo digital, aunque no deja de ser inevitable. Pero no me gusta la inmediatez de este tipo de consumo y producción, la música no puede entenderse como algo inmediato, tiene que ser el resultado de la reflexión. Yo no quiero hacer música rápida, quiero hacer algo que perdure en el tiempo, y entiendo que es un gran reto en un mundo en el que prevalece lo inmediato. Apostar por el formato físico es ir contra el sistema, supongo, pero también es poner en valor la música como forma de arte, más allá del streaming y el consumo rápido.
Hay artistas que trabajan sobre una melodía, y luego escriben las letras; o por la contra tienen primero un texto y lo envuelven con música a posteriori. Como compositora, ¿qué proceso sigues a la hora de crear las melodías?
No tengo ningún método en particular. Componer es como si una fuerza superior se apoderase de ti durante unos instantes, una especie de exorcismo, y después no recuerdas qué pasos seguiste o qué idea vino antes o después, es algo inexplicable, y a veces, solo cuando ya ha pasado tiempo, descubro cosas que estaban en el fondo de mi cabeza y no sabía qué significaban o qué quería decir. Supongo que eso es de lo que se trata, de descubrirse, entenderse a uno mismo y buscar ser comprendido.
Siguiendo por ahí, tus letras tienen un fuerte componente autobiográfico, emocional y literario. ¿Cómo enfocas el aspecto estrictamente letrístico?
Mis canciones nacen de la necesidad. Yo necesito hacer música, es mi forma de expresarme. Y creo que las letras y las ideas tienen que ser honestas y reales. Creo que hay mucha música vacía, todo suena igual y todos hablan de lo mismo. Pero la música tiene que ser algo más, tiene que ser un compromiso con nuestros verdaderos sentimientos. Expresar los sentimientos es un acto de rebeldía. Es una reivindicación en contra de una sociedad entumecida, aturdida, aletargada, atrapada en una idea fraudulenta de la felicidad. Mi música es intensa, y es un alegato en contra de lo superfluo, lo artificial, lo falso, lo automático, lo rápido, lo vacío, lo ostentoso, lo mundano. Solo puedo concebir la música desde el corazón, todo lo demás corroe el alma, e impide la verdadera creación libre, y la reflexión.
Con Azul has estrenado 2 videoclips que funcionan como un díptico, con ese aire retro y estética western —incluso habéis rodado en Almería—. ¿Los dos temas estaban concebidos desde un principio como una serie?
Los dos videoclips forman un short film con historias entrelazadas en las que lucho por encontrarme a mi misma.
¿Te consideras cinéfila? ¿Cuáles son tus películas de cabecera?
¡Sí! Algunas de mis películas favoritas son Magnolia, Annie Hall, El club de la lucha, American Beauty, The Royal Tenenbaums, Eyes Wide Shut o La gran belleza.
En «Nothing Really Matters», un corte entre la electrónica, el R&B e incluso el hip hop, todo parece encajar con precisión, siendo uno de esos temas que crecen con las sucesivas escuchas. ¿En qué te has inspirado?
Creo que toda la música que he estado escuchando en los últimos años ha influido de forma inconsciente mi propia forma de crear. Desde Elliott Smith, Vashti Bunyan, Karen Dalton, Mazzy Star, Joni Mitchell o Cat Power hasta Blood Orange, Lana Del Rey, Sharon Van Etten, Weyes Blood, Angel Olsen o Fiona Apple.
Has grabado un tema con Natalia Lacunza (otras alas) para su primer EP. ¿Cómo nace esta colaboración?
Nace del desafío de ser mujer en la vida en general, y en la música en concreto. No es fácil hacerse valer, transmitir tu punto de vista, creer en ti cuando nadie más lo hace y escuchar tu propia voz.
¿Estás trabajando en tu siguiente paso después de este EP? ¿Seguirás en la dirección marcada en Azul?
Sí, aunque quizás algunas de las canciones nuevas en las que estoy trabajando continúan la línea de mi primer disco.
En ocasiones has citado a Bob Dylan y a Joni Mitchell pero, ¿cuáles sientes que son tus señas de identidad como artista?
Diría que la introspección y el eclecticismo.
Tu música se puede englobar en muchos géneros, aunque suena atemporal, fuera de las modas. ¿Es difícil tener un estilo propio en un panorama tan rígido?
Estoy definiendo mi propio camino, aún me queda mucho por recorrer, pero siempre escuchando mi voz interior.
¿Con qué representaciones culturales creciste? ¿Cuáles son tus referentes, no solo musicales?
La verdad es que, en mi casa, en mi familia, o en mi círculo de amistades, nunca hubo demasiado interés por la música o la cultura, y yo siempre me sentí rara, porque siempre tuve muchas inquietudes y curiosidad por descubrir música y expresarme a través de ella. Quizás algo que me marcó mucho durante mi adolescencia fue el Torgal [NdE: mítica sala de conciertos de Ourense], donde descubrí a muchos artistas y di mis primeros conciertos. También internet, YouTube, fueron mi vía de escape. Crecí viendo sesiones en directo como Tiny Desk de NPR o KEXP, MTV Unplugged o Jools Holland. Recuerdo ver a Neil Young sentado tocando en MTV Unplugged, o también a Cat Power cantando descalza en Jools Holland, y sentir de repente una sensación reconfortante, como que había encontrado mi lugar, una conexión especial, algo que resonaba conmigo. Supongo que todo eso ha moldeado mi forma de entender la música.
¿Cómo ves el papel de la mujer en la industria musical actual? ¿Cuánto queda por mejorar en cuestiones raciales y de género?
Es una pregunta muy amplia. Desde mi posición y mi experiencia, como mujer joven racializada, he sentido muchas veces que tengo que demostrar el doble mi valía. Se da por hecho que las mujeres en la música solo somos imagen, que nos escriben otros las canciones, que no lideramos nuestros propios proyectos, y no es así. Tenemos que reivindicar nuestro papel, no solo como cantantes, sino también como músicos, compositoras, productoras. Me ha pasado muchas veces de que los técnicos de sonido se dirijan a los miembros de mi banda en lugar de a mí, para hablar de cualquier cuestión técnica; o que si hay algún problema con el sonido automáticamente piensen que es culpa mía, porque creen que estoy haciendo algo mal o que no tengo ni idea. Que se sorprendan al escucharme tocar la guitarra, que me «ayuden» a pedir monitores o a subir el volumen del ampli porque piensan que no sé cómo se hace. Hay mucho machismo y está tan interiorizado que la gente ni se da cuenta de que estas cosas están mal, y que solo nos pasa a las tías. También me tiene pasado de que no me inviten a una reunión de negocios porque ese se supone que no es mi lugar como mujer artista, se supone que mi lugar está cantando, componiendo y mostrando mi imagen únicamente, como si los negocios no fuesen parte de mi profesión, y curiosamente, solo se sientan hombres en la mesa de negocios.
También se pone demasiado énfasis en nuestra imagen, por si somos demasiado delgadas, o demasiado gordas, en nuestra forma de comunicarnos, por si expresamos nuestras ideas con demasiada rotundidad que resulta imponente, o si mostramos nuestra vulnerabilidad y parecemos frágiles.
También la cuestión de la desigualdad de género es una cuestión de raza. Me tiene pasado de colaborar con alguna marca o revista y que para las fotos quieran occidentalizarme al máximo, o incluso que en el retoque de las fotos me aclaren la piel. Hubo una temporada que me gustaba llevar trenzas, y una vez una marca me llegó a pedir que me las quitase y me alisase el pelo, todo para conseguir una imagen dentro de los cánones de belleza occidentales. Lo más curioso, es el doble rasero cuando una artista blanca se pone aros grandes, trenzas, uñas de gel, labios perfilados e incluso un durag, apropiándose por completo de la estética afro, y se considera cool, cuando durante décadas se ha marginado a mujeres negras por su estética por considerarla «ghetto» o pobre. Al final es una cuestión de clase también, como todo. Creo que la gente prefiere no pensar en estas cosas, porque no están dispuestos a reconocer su privilegio, en términos de raza, clase y género.
Siento que las cosas están cambiando en la fachada, ahora todos los medios de comunicación entrevistan a mujeres el día de la mujer, pero siguen sin visibilizar nuestro trabajo el resto del año. Siento que se está intentando cubrir una cuota morada, que solo ayuda a la apariencia, pero seguimos sin abordar las cuestiones de fondo, porque son demasiado incómodas. La industria de la música está dominada por hombres, desde las discográficas, las editoriales, las distribuidoras, las plataformas digitales, los promotores de las salas y festivales, los técnicos de sonido, los roadies, etc. Las mujeres estamos luchando muy duro por hacernos un hueco.
Alguna vez has dicho que haces «canciones para bailar llorando». ¿A qué te referías?
Me encantan los sad bangers. Creo que No Sentir Nada es una canción para bailar llorando, porque la letra es deprimente pero la melodía es todo lo contrario. Me gusta ese contraste.
Y ya terminando, estamos en una época extraña por culpa de la COVID-19, ¿cómo la estás viviendo?
Con calma, intentando mantenerme sana, física y mentalmente. Viendo memes, cocinando y haciendo muchas videollamadas. Ante todo, intentando ser consciente y responsable, creo que romantizar la cuarentena es algo en lo que no hay que caer, hay que evitar la falsa positividad y la necesidad muchas veces autoimpuesta de ser productivos todo el rato.