Lisa Zi Xiang, directora de Un perro ladrando a la luna
«Todo el mundo necesita una salida en sus vidas»

Filmin estrena Un perro ladrando a la luna (Lisa Zi Xiang, 2019), la película apátrida. El matrimonio formado por la cineasta china y su director de fotografía, José Val Bal (Cádiz), se dejó los ahorros —sin un solo céntimo público— en narrar al mundo esta historia que a ella le ardía en las entrañas: una muy necesaria exposición de los estragos intrafamiliares de la represión de la homosexualidad en la China de los años ochenta y noventa. Aún tabú. Supieron capear la censura para rodarla, pero hubo que editar y postproducir en España. De haber informado los medios chinos sobre el Teddy Bear logrado en la Berlinale —nos cuentan—, explicar a la población qué premia esa categoría (mejor película LGTBIQ+), habría visibilizado identidades que China ha vuelto a censurar. Y sin reparto español, el ICAA tampoco se moja. En ese atolladero sin distribución, los propios creadores la regalan en blu-ray a quienes asisten a su presentación en el Campus de Cine y Series La Inmortal de Zaragoza, animando a su máxima distribución. Cada disco luce una pegatina anunciando Ombligo, la nueva de Val Bal.

Tuviste que enfrentarte a la censura de tu país, lo que supiste esquivar sabiamente mediante el uso de la palabra amante —en lugar de novio— al describir la situación de los personajes.
Necesito pedir un permiso de distribución para mostrar la película en China, pero por la naturaleza del filme, lo que hicimos fue conseguir primero el permiso de rodaje como decías: diciendo «amante» en lugar de «novio» el padre. Y debido a lo que dijimos en la ceremonia de entrega de galardones (se refiere a la de la Berlinale y al premio Teddy Bear), para mí es muy difícil lograr el permiso de distribución —el logo del dragón— para presentarla en los cines en China.

No puedes hacer ni una première.
Se nos negó la nacionalidad española. Eso es cierto. Necesitábamos, ehm…

Un porcentaje de actores y actrices españoles, imagino (asiente).
Lo gracioso es que mi marido está muy molesto. Porque él es español: es de Cádiz. Y este rodaje se ha hecho con nuestro propio dinero y con ayuda de nuestros amigos y familiares. Así que no hay nada de dinero público en la película. Ni financiación china ni financiación española. Pero en la Berlinale, la delegación española estuvo muy complacida de presentar nuestra película como una co-producción. Y aún así, un mes o dos después, cuando pedimos la nacionalidad, se nos denegó. Por mi parte… no podía decir mucho. Lo acepté, sin más. Pero mi marido… él también es co-productor y está molesto al respecto.

Póster de Un perro ladrando a la luna.

Ya. Supongo que deja un sentimiento como de traición.
Sí… sí.

En cuanto al hecho de que la homosexualidad esté tan perseguida y sea tan difícil de rodar en tu país… Vamos: que no se acepte como algo que debiera ser filmado, ¿tuvisteis dificultades para encontrar actores dispuestos a interpretarla?
Sí. Tuvimos dificultades. Porque hubo ciertos actores que quería para el rol del padre, pero rechazaron el guion porque simplemente no querían interpretar el papel.

Demasiado arriesgado, imagino.
Sí. Así que al final encontramos al actor a través de amistades: en dirección de casting conocían a este actor. No es tan famoso, actúa más en programas de televisión y anuncios, pero no había hecho cine, así que le hice la audición. Y lo hace bien.

De vuelta al hecho de rodar en China, bajo toda esa presión… ¿qué se siente?
Para mí, en cierto modo, está bien. Creamos un entorno que es como una burbuja y, una vez dentro, todos los miembros del equipo e intérpretes están contentos/as. Porque aunque solo disponíamos de dieciocho días de rodaje, nos las apañamos para mantener días cortos de trabajo. Así que cada día fueron solo entre ocho y diez horas. Excepto uno en que rodamos durante doce horas porque necesitábamos trasladarnos desde el sur de Pekín hasta el norte, y estábamos en medio de un enorme tráfico que nos llevó tres horas. Así que al final sí. Pero si quitas esas tres horas, pues…

Un montón de tiempo agotador para unas pocas horas de rodaje (asiente). Te centras en algunos temas que, supongo, siguen presentes en tu cultura. Incluso también en España. Esta desconexión de la ciencia para adherirse a la superstición como una manera de aferrarse a algo cuando hay problemas, en lugar de, tal vez, reconocer los errores, los fallos… ¿la abordas como una situación particular de una familia o piensas que sigue extendida?
El personaje de la madre, que estaba en la secta, es real —está basado en mi vida personal—, pero, en cierto modo, a la vez creo que es una metáfora. Porque todos, cuando estamos teniendo que gestionar un problema que no queremos enfrentar, queremos escapar a un lugar en el que nos sintamos más a salvo. Así que nos metemos en una especie de refugio, nos dejamos seducir por ilusiones y escondemos nuestra verdadera identidad. Y creo que para algunas personas les dará por las adicciones, y a otras por lo religioso. Creo que es algo universal. Porque también tenemos una película nueva, Ombligo, dirigida por mi marido, y también habla sobre gente que se esconde en la religión, las creencias para no encarar el verdadero problema. Así que creo que en ese sentido es bastante universal.

Es bastante universal, de hecho. Vemos diferentes niveles de problemas en la familia que podrían ser transportados a cualquier lugar. Este mes se celebra el orgullo LGTBIQ+. ¿Ha contribuido este hecho, quizás, a darle un empuje a vuestra película? ¿Os han llegado algunos comentarios, o expresiones de gratitud, alguna iniciativa de, digamos, «adoptar» vuestra película o hacerla más visible?
Oh, sí. Un montón de amistades. Tengo un montón de amistades en China que pertenecen al colectivo LGTBQ+. Y les gusta un montón la película, así que tratan de moverla en pequeños pases. Ya que no la podemos mostrar en cines, intentan hacerlo en pequeñas cafeterías, o en un bar, o pequeños eventos. Y una vez en Shangai Pride Film Festival la proyectamos en una pista de patinaje sobre ruedas, y estuvimos muy contentos de poder verla. En cuanto a alrededor del mundo, hemos estado en el Festival Internacional de Cine de Kiev. Y también con un festival que está enfocado en la igualdad entre géneros y el colectivo LGTB. En este tipo de festivales siempre es bienvenida de veras.

«Queremos transmitir a la gente que esta es una sociedad en que la relación no es fluida».

Antes hablabas de la metáfora de la madre, pese a que puede ser una persona real. ¿Es el marido de la hija una metáfora? ¿El extranjero que se pierde información de la cultura?
Creo que una gran parte de la película está hablando sobre la comunicación. Y hay mucho que no queda claro porque la gente, o bien carece de una voluntad de comunicar o bien le faltan los medios. O tienen miedo de comunicarse. El marido de la joven hija es una metáfora de «el de fuera», por supuesto. Pero también, en la historia, se han conocido en América. Por supuesto, eso no se ve en la película, pero se menciona en una conversación. Y él es muy francés, sabes, ¿no?

Sí, tiene un fuerte acento (asiente vehementemente).
Se le nota. Es francés. Con lo que ninguno de los dos se está comunicando en su lengua nativa. Tienen esa barrera al comunicarse, con que no se están comunicando el cien por cien. Pero, tristemente, cuando están en casa de su madre, comunicándose con su madre y con su padre… tampoco se comunican al cien por cien. Lo intentan, pero le está hablando a su madre sobre una cosa, y ella le está hablando de otra. Lo intentarán, pero nunca se van a entender la una a la otra. Porque ninguna de las dos partes quiere ponerse en el lugar de lo que piensa la otra.

¿Crees que pueda haber elementos simbólicos que, pese a ser una película bastante universal, sean tan propios de tu cultura que puedan pasar desapercibidos a los extranjeros?
Sí. Creo que nadie lo ha mencionado, ni siquiera en mi cultura: hay gente que no se ha dado cuenta. Y hay muchos de esos detalles que necesitan ser descubiertos por el público. Tan solo quiero poner un ejemplo o dos, porque no quiero estropearles la película. Al principio de la película, cuando esta joven pareja llega a la casa de los padres, el marido siente mucha curiosidad y se acerca a tocar las flores. Y esta es una cosa que tan solo vas a ver y a entender en una familia interracial. Porque esa flor parece muy real, y va a tocarla, a ver si es de verdad. Y esto es muy de familias interraciales. Porque no mucha gente pone flores de pega en España. Y ahí está el tema. El marido llega y toca esa decoración de la madre de la familia y ve que es falsa. Y eso dice algo acerca de la madre. Y más tarde ves a la hija poniendo flores de verdad en un jarrón: así ves a los personajes también, a través de las flores. Una es falsa, la otra es auténtica. Y las falsas conectan con la personalidad de la madre: se está parapetando. Ella no quiere que la gente conozca su verdadero ser. Y la hija, por otra parte, quiere expresarse, quiere ser auténtica. Es un detalle que la gente nunca menciona o no lo entenderán. Y otra parte que nadie señala: cuando salen del aeropuerto, hay esa toma de la salida a la autopista. También es una metáfora: todo el mundo necesita una salida en sus vidas. Porque cuando estás viviendo en semejante… ehm..

«Hubo ciertos actores que quería para el rol del padre, pero rechazaron el guion porque simplemente no querían interpretar el papel». 

Sí, es como una bomba de relojería. Bajo mucha presión.
Sí. En la película hay un montón de tensión. Al final necesitas una salida. Tus emociones tienen que aflorar. De lo contrario, como decías, va a explotar.

Finalmente, me gustaría hablar de los decorados. Son muy simétricos, la cámara apenas se mueve, excepto en una celebración con mucha gente. Pero en la mayoría de escenas en las que hay conflictos —quiero decir: los hay constantemente— . Y si hay niños, muestran sus espaldas a la cámara. Entonces: ¿quieres que seamos los niños que sienten eso? ¿O cuál es la intención? Parece una obra de teatro, y creo que eso fue intencional.
Sí. Es porque creo que en la toma queremos transmitir a la gente que esta es una sociedad en que la relación no es fluida. La relación dentro de esa familia es fija. Como que cada persona actúa dentro de su rol correspondiente: eres madre, deberías hacer esto, aquello, lo otro y lo de más allá. Eres padre, haz tal y cual. Los hijos deben obedecer, no ser desafiantes. Por eso no muestran sus rostros, porque, en China, por lo menos en mi generación, los niños carecen de rostro. Porque en la familia, cuando los adultos están hablando, no se te permite hablar. Lo que tú opines, no es importante. No sé si esto es verdad ahora, pero entonces era tal cual. Y la cámara, se mueve un poquitín, de ciento a viento: solo cuando es necesario. Porque es la emoción lo que hace que la cámara se quede quieta en un cierto punto. Porque entonces, en los ochenta y los noventa, en China era una época, de algún modo, «fija». Tenías que comportarte de manera determinada. La gente no se atrevía a pronunciarse, ni a romper con la norma establecida. Por lo tanto, llegados a este punto, si tienes la cámara moviéndose alrededor, te da una sensación de libertad. Pero eso no es verdad. Por eso, si hubiera escogido pedirle al director de fotografía —que es mi marido— que moviera la cámara muy… buscando a los actores, eso no sería real. Porque esta gente siente que están encerrados en una caja y que no pueden salir. Como decías, es como una obra de teatro, porque estás fija en un escenario y tienes que ser quien la gente crea que tienes que ser. A la gente de esa época le importa lo que los demás piensen sobre ellos. La opinión del resto de la gente les asusta, porque no quieren que les vean como diferentes o… raros. Así que por eso la cámara no se mueve demasiado: porque su vida es así.

Lisa, ha sido una delicia. Muchísimas gracias.


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