El Festival Internacional de Cine LGTB de Madrid, uno de los eventos cinematográficos de temática queer más importantes del mundo, cumple 28 ediciones bajo el nombre de «El Festival en Llamas» en conmemoración de la directora francesa Céline Sciamma, galardonada este año con el Premio de Honor por la mirada al colectivo tan especial que ofrece parte de su filmografía, como ocurre con los filmes Water Lilies (2007), Tomboy (2011) o Retrato de una mujer en llamas (2019). Todas ellas y el resto de sus largometrajes se programaron en una retrospectiva con el Cine Doré, a la que se unió por sorpresa su última película: el cortometraje This Is How a Child Becomes a Poet (2023), producido por ella misma para garantizar su independencia. Entre entrevistas, una masterclass en la Academia de Cine y firmas de autógrafos, la cineasta reconoció que no siempre acepta todos los premios que le conceden por ética profesional, pero que para ella es un placer recibirlo por parte del LesGaiCineMad.
Igual de importante es el homenaje que le dedicaron a Miguel Ángel Sánchez por su reciente fallecimiento y su imprescindible papel en la existencia del festival, ya que no solo fundó las asociaciones Fundación Triángulo, COGAM y FELGTBI, sino que también fue uno de los responsables del nacimiento del LesGaiCineMad, que desde 1996 está comprometido con dar visibilidad a la compleja y amplia realidad del colectivo LGTB a través de la cultura y del cine. En concreto, este 2023 se han programado más de noventa películas en veinte sedes repartidas por Madrid. En Cintilatio hemos tenido la oportunidad de asistir a trece de todas las proyecciones organizadas entre el 16 y el 26 de noviembre, y a continuación pasamos a comentarlas.
13. Les Tortues (David Lambert) — Sección Oficial
El cuarto largometraje del director belga funciona como una adaptación del dicho «no sabes lo que tienes hasta que lo pierdes». La historia presenta las dificultades que atraviesa el matrimonio de dos hombres tras la traumática jubilación de uno de ellos. Por desgracia, en Les Tortues no hay grises: si uno es «la ama de casa», el otro es «el marido cojín»; si uno es sensible, el otro es frío; si uno es la víctima, el otro es el villano. Este contraste habría sido interesante si mostrara una evolución pausada y alejada de tópicos —empezando por la evidente metáfora que plantea el título—.
Dotar de profundidad y de honestidad a los personajes es fundamental en una película que pretende despertar emociones en el espectador, tales como la simpatía, la rabia o la melancolía. Todo esto está en los dos protagonistas, pero a través de líneas de guion inverosímiles o exageradas —como ocurre en su primera confrontación—. Les Tortues también genera cierta confusión, ya que el tono fluctúa entre la comedia romántica —a ratos efectiva— y un componente dramático que no encuentra el equilibrio sin caer en un ritmo apresurado —provocado por la sucesión de actos que no indagan en el pasado de la pareja—. Por su parte, el apartado visual resulta algo impersonal y no ofrece una mirada psicológica a las buenas ideas que sugiere la cinta: el miedo a la vejez, el espacio compartido como una prisión, la soledad que nace de la pérdida… Todo queda en la superficie.
12. Silver Haze (Sacha Polak) — Sección Oficial
La venganza es una de las veinte tramas maestras según Roland Tobias, y la nueva película de la directora holandesa Polak podría encajar en esta categoría, al menos a tenor de su sinopsis y de la motivación principal de la protagonista, quien busca vengarse del responsable del incendio que le provocaron quemaduras aún visibles en su cuerpo. Pero esta trama no juega un papel consistente durante todo el filme, como tampoco lo hace ninguna de las ideas temáticas de Silver Haze, entre ellas la familia, el amor, la autoestima, la religión, los problemas de salud metal, la homofobia o el acoso. Si bien todo esto se presenta de manera sugerente y con potencial, la disgregación de sus elementos provoca una falta de concreción que no permite identificar con claridad la dirección de la historia.
Por ejemplo, el otro personaje femenino es pura desgracia, puro drama. ¿Qué hay más allá de ahí? ¿De dónde nace y hacia dónde va toda esta tragedia? Esto sí está construido para la protagonista, pero el entorno que la rodea es demasiado superfluo como para que los personajes trasciendan la pantalla, a pesar de que el ritmo se tome su tiempo para desarrollar la acción y prolongue la duración de la cinta hasta unos 103 minutos que se antojan largos e injustificados para lo que transmiten sus imágenes. Por tanto, Silver Haze se erige como una película lésbica sobre el trauma cuya ambición narrativa lastra su coherencia.
11. On Marriage: Book of Bayes (Herb Hsui) — Sección Panorama
El cine de temática LGTB, sobre todo el que pasa por festivales, tiende al realismo para poner en relieve situaciones personales y cotidianas que pueden resultar universales para una parte del colectivo. En cambio, la directora taiwanesa Hsui opta por la ciencia ficción y el futurismo para reflexionar sobre cómo la creencia ciega en el destino puede condicionar tus acciones, hasta el punto de hacerte perder el control de tu vida. Y lo hace a partir de un gancho que bebe de la actualidad: una aplicación que predice el futuro a corto plazo. Bajo esta realidad conviven Jie y Xuan, dos mujeres casadas que hacen frente a la superstición, la infidelidad o la nostalgia por el pasado.
La película recurre a una paleta de colores fría y artificial que la vincula a su género de manera algo forzada. En este sentido, destacan en ella la originalidad de su idea principal y su aparato técnico —en especial por sus efectos especiales—, pero su coherencia narrativa se resquebraja por el tono infantil de algunas escenas, ya que sus imágenes más dramáticas resultan involuntariamente cómicas al estar reforzadas por una pretenciosa ralentización del movimiento —ningún espectador olvidará la escena de una de las protagonistas haciendo la croqueta por una duna, simbolizando el descenso emocional del personaje—. Esto demuestra que su propósito metafórico resulta muy evidente o forzado, situando algunas secuencias en escenarios inconexos e inverosímiles. Por eso, la cinta destaca más por ser una rareza dentro del cine homosexual que por ser una obra compacta.
10. Cora Bora (Hannah Pearl Utt) — Sección Oficial
Propongo un ejercicio: piensa en una película estadounidense comercial y de bajo presupuesto, con un protagonista carismático que tiene que evolucionar y superar un trauma, con un guion pautado a la manera convencional y con absurdas pero efectivas dosis de humor. ¿Cuántos filmes cumplen esta descripción? Uno de ellos es Cora Bora, el segundo largometraje de la directora Pearl Utt cuya peculiaridad reside en su representación de la bisexualidad, aunque resulta más interesante el oscuro mundo interior del personaje de Cora, quien se sabe un problema y recurre al pasado para no hacer frente al presente; quien huye de sus orígenes para escapar de su conflicto y utiliza el sexo como grito de auxilio. Quien, a modo de supervivencia, se coloca una máscara como escudo.
La historia narra el regreso a casa de la joven protagonista —interpretada por Megan Stalter— tras su pésima experiencia como cantante indie, y vuelve para intentar revivir su romance con la chica con la que mantiene una «relación» abierta y a distancia. Esto es solo la excusa para relanzar el desarrollo de Cora que, junto al ritmo, la dirección de fotografía o el resto del guion, parecen creados por una inteligencia artificial basada en estándares mil veces vistos que, en este caso, flaquean al ser demasiado burdos. Por tanto, Cora Bora funciona como comedia y entretenimiento, pero su falta de originalidad formal o de elementos artísticos impide que destaque más allá de la superficialidad del personaje protagonista.
9. A Place of Our Own (Ektara Collective) — Cine Disidente
La sección Cine Disidente apuesta por películas de temáticas atrevidas o con un proceso de creación alternativo, y a esta segunda tipología pertenece A Place of Our Own, una cinta a medio camino entre el documental y la ficción escrita y rodada por Ektara Collective, un colectivo indio cuyo objetivo es poner en relieve las experiencias personales de sus creadores desde la producción independiente. En este caso, se trata de una historia protagonizada por dos amigas trans con un propósito, a priori, básico: conseguir un hogar en su acepción física. El filme muestra en tono realista y con un ritmo pausado —y algo monótono— lo complicado que puede ser para las personas de este colectivo cubrir algunas necesidades humanas mínimas, como lo es el derecho a la vivienda. En este sentido, la obra no esconde su crítica social y política; de hecho, se hacer cargo de ella y la hace evidente en la trama con una escena donde una de las protagonistas da un discurso contra la transfobia.
Precisamente por esta decisión de hacer explícito el propósito del filme, el resultado podría tener una transcendencia y un impacto mayores si el guion se acercase más al de un documental que al de una ficción, ya que como película íntima de personajes resulta algo forzada. Aun así, es interesante y original la fina línea que separa ambos géneros y que sirve como vía para, a nivel discursivo, incidir en la importancia de lo comunitario y de las redes de apoyo para que las minorías se abran camino en una sociedad que los mira que desprecio.
8. Drifter (Hannes Hirsch) — Sección Panorama
¿Cómo afecta la manera en la que te percibe el resto a tu propia identidad? ¿Hasta qué punto está condicionada la personalidad por el entorno? Sobre estas preguntas se cimienta la ópera prima del director alemán Hirsch, que reflexiona sobre la masculinidad hegemónica y cómo esta convive en las relaciones homosexuales. Así, el protagonista experimenta una historia de descenso donde su expresión de género, tanto física como interna, cambia radicalmente al no encajar en los estándares de «joven gay atractivo» que exigen las personas de su alrededor. Así, Drifter compone su trama a través de la homofobia interiorizada, la falta de autoestima, las relaciones de poder y, sobre todo, del estudio de los cuerpos.
En este entramado argumental, el sexo y la droga toman un papel protagonista, como ocurre en filmes de temática similar como Sauvage (Camille Vidal-Naquet, 2018) o Lonesome (Craig Boreham, 2022). Estos dos elementos son los que provocan la evolución final del protagonista que, si bien resulta pertinente, está demasiado concentrada en tres escenas que pretenden «abrirle los ojos» de manera poco sutil —situaciones extremas y convenientes a nivel de guion, diálogos explícitos, presentación de la consecuencia de forma visual y menos psicológica…—. En definitiva, Drifter ofrece una interesante mirada al cuerpo como superficie, como víctima y como armadura, pero yerra a la hora de reforzar su historia desde el apartado sonoro o visual —la dirección de fotografía funciona más como acompañamiento que como agente artístico—.
7. Paloma (Marcelo Gomes) — Sección Oficial
Gran parte de la filmografía de temática trans apuesta por narrar experiencias personales y cotidianas con realismo, a excepción de algunas rarezas como The Rocky Horror Picture Show (Jim Sharman, 1975) o Hedwig y The Angry Inch (John Cameron Mitchell, 2001). A esta tendencia, en parte derivada del interés por ofrecer obras donde los espectadores puedan empatizar y comprender la realidad de este colectivo, pertenece el último largometraje del director brasileño Gomes, que nace de una historia real que conoció por una noticia en un periódico sobre una mujer trans que quería casarse por la Iglesia.
Paloma reencarna las contradicciones de la religión desde un punto de vista crítico donde se presenta a su protagonista como una doble víctima: por el rechazo que recibe del entorno que la rodea y por el propio desarrollo narrativo de la película que, al final, relega al personaje a una marginación perpetua. Esta segunda lectura choca de frente con la intencionalidad del director, quien busca la empatía del público y la naturalización del colectivo trans a partir de esta historia concreta. Sin embargo, el guion plantea la muerte, el aislamiento o la huida como las únicas alternativas al acoso perpetuo, lo que deriva en un tono impreciso. Aun así, la cinta acierta en la sutileza a la hora de mostrar el pasado del personaje, así como en la composición de algunas imágenes de gran carga simbólica y estética, como el solitario plano general de Paloma andando por una carretera invadida por el polvo. Porque ¿acaso es justo que una persona avance por su vida bajo la incertidumbre y el miedo constantes?
6. Mutt (Vuk Lungulov-Klotz) — Sección Oficial
Seguir los pasos de un personaje durante un corto periodo de tiempo puede ser una opción interesante para construir su historia a partir de acciones específicas que pueden globalizarse, pero esta estructura plantea dificultades en cuanto a su evolución y la naturalidad de la película. Aun así, el director estadounidense Lungulov-Klotz se arriesga en su ópera prima en el largometraje, que narra durante 24 horas los conflictos a los que se enfrenta un joven trans a partir de distintos enfoques: la familia —desde la perspectiva parental y maternal—, la pareja romántica —antes y después de la transición de género—, las trabas administrativas, la autoaceptación tras el proceso de operación y, en menor medida, la amistad o el trabajo.
Esta ambiciosa colección de temas y situaciones consigue hacerse un hueco de forma más o menos coherente y rítmica, pero su forzada concreción en un solo día se siente algo previsible e innecesaria: en realidad, ¿qué aporta esta decisión narrativa a nivel artístico? En Mutt, no transmite una sensación cíclica, y si su intención era demostrar la cantidad de obstáculos que pueden encontrarse las personas trans en su día a día, esta idea habría funcionado igual ampliando el desarrollo temporal de la ficción y presentando cada relación entre personajes con mayor verosimilitud y profundidad. Aun así, la película refleja bien cómo la percepción externa —que no es una homogénea, sino una diferente para cada persona— puede influir en la propia autoestima y formación de la identidad.
5. Peafowl (Byun Sung-bin) — Sección Oficial
El baile como expresión de libertad y evolución es un recurso visual muy poderoso para presentar el desarrollo personal de un personaje cinematográfico. Películas como Solo nos queda bailar (Levan Akin, 2019) otorgan a la danza este papel, y el director surcoreano Sung-bin hace lo propio en su ópera prima en el largometraje. En este sentido, cuatro son las escenas de baile en Peafowl, y a partir de ellas se descubre el cambio de la carismática protagonista, una mujer trans que se enfrenta a su complejo pasado familiar tras la muerte de su padre. Así, el filme navega entre el perdón, las raíces, el pasado o la tradición religiosa para reflexionar sobre la propia identidad. Otra idea temática que parece quedarse en un segundo plano pero que resulta muy reveladora es la necesidad que sienten las personas trans de cumplir los estereotipos de género para que el resto del mundo las entienda y las acepte, situando la percepción ajena por encima de la propia identidad.
En la cinta confluyen elementos que permiten seguir la trama con facilidad —hay un diálogo que explica palabra por palabra el proceso de superación que vivirá la protagonista durante la película— y otros recursos de carácter onírico y simbólico que, al final, terminan también por hacerse explícitos. Es decir, parece que el director temía que el público no percibiera su planteamiento artístico con nitidez, lo que la vuelve algo previsible, aunque no por ello su historia resulta menos robusta, compleja e interesante.
4. All the Colours of the World are Between Black and White (Tunde Apalowo) — Sección Oficial
No son pocas las películas que narran experiencias LGTB donde la discriminación influye en toda la historia. Así se construye la ópera prima del director nigeriano Apalowo, pero lo hace con una sutileza y una intencionalidad que trasciende lo meramente discursivo. Aquí, la presión social aparece en forma de dicotomía entre los espacios públicos, donde los personajes siempre están alerta y físicamente distanciados, frente a los espacios privados, donde el formato de la pantalla se reduce para reflejar esa intimidad y cercanía siempre supeditada al peligro del exterior, representado a partir de sonidos de la calle que recuerdan que la seguridad del hogar es solo una ilusión.
Como ocurría el año pasado con Słoń (Kamil Krawczycki, 2022), su apuesta temática, aunque ya sea un espacio común en el audiovisual occidental, cobra fuerza al estar producida en un país que castiga con dureza la homosexualidad. De nuevo, se hace evidente la importancia del contexto político de la película para entender mejor la relevancia de sus imágenes. Estas ilustran con estatismo y pausa temas como el deseo sexual, el dolor ajeno provocado por la inseguridad propia, la autoaceptación —«si uno se siente así de bien, tiene que ser bueno»— o el sentimiento de supervivencia generado por el miedo al rechazo social —«no puedes perder el tiempo; el tiempo es eterno, lo que podemos perder es nuestra vida»—. La violencia física y mental que temen sufrir los protagonistas aparece visualmente explícita, pero nunca a través de los diálogos. Y ahí reside la fuerza del filme: en la sutileza de su propuesta, aunque a ratos se perciban demasiado fácil las intenciones del director.
3. Housekeeping for Beginners (Goran Stolevski) — Sección Oficial
Ganadora del Queer Lion en el Festival de Venecia 2023, la película indaga en el concepto de familia desde tres vertientes: la familia elegida, la biológica y la impuesta. Para ello, el director Stolevski encierra a sus personajes durante la mayoría del filme en la casa donde conviven —ya sea por decisión propia o no—, reproduciendo situaciones dramáticas, tensas o cómicas con gran naturalidad. La trama pretende responder algunas preguntas: ¿puede una mujer ser madre sin querer serlo? ¿Hasta cuándo puede una persona fingir ser alguien que no es? ¿Cómo afecta eso a la propia personalidad? Y aquí es donde entra en juego la importancia del contexto —un elemento recurrente entre las obras LGTB—.
Housekeeping for Beginners, más allá de criticar el racismo, el sexismo y la homofobia que sufren sus personajes, destaca por la gran construcción de las relaciones entre un reparto coral, diverso y generacional. Así, el guion se construye no solo por las acciones principales que hacen avanzar la trama —como la muerte o la huida—, sino por los complejos vínculos que unen a los protagonistas, los cuales pueden estar motivados por la confianza, la ternura, el amor, la amistad, la atracción, el rechazo o por una combinación de estos sentimientos. Estas contradicciones —también intrapersonales— son las que ofrecen a la película una mirada profundamente humana y compleja. Del mismo modo, resulta también interesante la reflexión que plantea el director sobre la condición social del ser humano, sobre su necesidad de recibir ayuda y apoyo de otras personas y, en última instancia, sobre el concepto de familia queer.
2. El paraíso (Zeno Graton) — Sección Oficial
Un plano general de unas rejas presenta la muralla física entre un centro de corrección de menores y el mundo exterior. Aparece otro plano de las rejas, esta vez desde una perspectiva diferente. Y otro, con la misma paleta de colores fría y grisácea. Así comienza la ópera prima en el largometraje del director belga Graton, que aborda el sistema de reinserción de chicos jóvenes con una mirada crítica, humana y cíclica. En este sentido, los elementos circulares —como el simbólico tatuaje del protagonista, el travelling de seguimiento final o la propia estructura del guion— refuerzan las dificultades que encuentran los personajes para salir de este tipo de centros, abocándoles a un pesimismo y aislamiento perpetuos.
¿Hasta qué punto funcionan el sistema para reinsertar en la sociedad a los menores delincuentes? ¿Acaso esta labor no debería priorizar la psicología, las emociones o la empatía para conseguir su objetivo? Estas son las preguntas temáticas que plantea El paraíso a través de un complejo desarrollo de los personajes y de sus relaciones, sobre todo entre los dos protagonistas. ¿Cómo encaja una historia de amor homosexual bajo este argumento? El director la plantea como una representación de la esperanza y de la necesidad humana de contacto físico, pero también deja claro que el amor no todo lo puede —mensaje muy recurrente en el cine clásico—. Más allá de esta subtrama, el filme reflexiona sobre la soledad, los autocuidados, la libertad, la marginación o la ansiedad al ritmo de una música que ensalza la narración, un buen ritmo con fuertes dosis de tensión y una sensibilidad que emociona.
1. Kokomo City (D. Smith) — Oficial Documental
¿Cuál es la función última del documental? Quizá darle notoriedad a algo poco conocido, o quizá reflexionar sobre algunas cuestiones de actualidad o atemporales. Lo interesante es que, para ello, no hace falta recurrir a un tono educativo ni didáctico, como bien demuestra la primera película de la estadounidense D. Smith. Kokomo City —cuyos créditos finales rinden memoria a Koko Da Doll, una de las protagonistas que fue recientemente asesinada por un disparo— cobra forma a partir de las declaraciones de cuatro mujeres trans, racializadas y prostitutas que dialogan y reflexionan ante la cámara sobre una inmensa cantidad de temas valiosos en apenas 73 minutos: racismo, pobreza, homofobia interiorizada, identidad, violencia, prostitución, infidelidad, transfobia entre mujeres, el proceso de operación… Y todo a través de cuatro miradas complementarias, diferentes o contradictorias.
Gracias a la generosidad del reparto, el tono del documental transita con maestría entre la seriedad y el humor —el cual, lejos de quitarle peso a las experiencias que relatan estas mujeres, las intensifica y les da una naturalidad y una crudeza incalculables—. Del mismo modo, las elecciones musicales adquieren una gran importancia como recurso para crear transiciones y reforzar las historias narradas, algo que también consiguen la edición y la dirección de fotografía. En este sentido, resulta especialmente memorable el travelling de retroceso que muestra a una de las mujeres desnuda mientras se escucha el tema inédito del documental: Ain’t I A Woman, de Stacy Barthe. Así, palabra e imagen se funden para representar la dignidad y la supervivencia de todo un colectivo.