Tijera contra papel
Altavoz de artistas silenciados, llamada al espíritu crítico
• País: España
• Año: 2018
• Dirección: Gerard Escuer
• Guion: Gerard Escuer, David Mota Zurdo
• Título original: Tijera contra papel
• Género: Documental
• Productora: Bonzo Producciones
• Fotografía: Roberto López
• Edición: Gerard Escuer
• Música: Felipe Milano
• Duración: 111 minutos
• País: España
• Año: 2018
• Dirección: Gerard Escuer
• Guion: Gerard Escuer, David Mota Zurdo
• Título original: Tijera contra papel
• Género: Documental
• Productora: Bonzo Producciones
• Fotografía: Roberto López
• Edición: Gerard Escuer
• Música: Felipe Milano
• Duración: 111 minutos
Gerard Escuer dirige un documental que denuncia la persecución de opiniones en España, que hoy suma 14 raperos condenados. Curtido en festivales europeos y americanos, varios dentro del activismo social, ha sido galardonado en Palm Springs.
«La censura es una clausura de la expresión. Sobre todo dirigida a evitar la emisión —por el medio que sea— de algo que, se considera, atenta contra el statu quo y la forma de entenderlo en un momento determinado». Con esas palabras de Jakue Pascual, Doctor en Sociología, abre el documental Tijera contra papel, dirigido por Gerard Escuer, quien además co-escribe junto al historiador David Mota Zurdo.
Este documental de gran proyección internacional emprende un recorrido a lo largo de legislación y el contexto histórico que han ido determinando qué se ha podido expresar libremente en España y qué no. Partiendo del momento más evidentemente represor: la dictadura, comparando la llamada Transición y las décadas de aparente bonanza con el paquete de leyes Mordaza con que el PP quiso frenar el movimiento 15M, que puso el «lo llaman democracia y no lo es» en la portada del New York Times. Pretende hacernos reflexionar sobre la fragilidad de nuestras libertades fundamentales, adquiridas literalmente con sangre, sudor y lágrimas, con una lucha «de siglos», como dice César Strawberry (Def Con Dos), pero en alto riesgo de extinción. Analiza cómo se ha llegado al punto de censura actual —del que igual muchas personas residentes en esta España no son plenamente conscientes— y muestra esos contenidos (letras de canciones —filmadas en directo—, tuits, obras de títere, viñetas y sketches de humor) que han sido denunciados con objeto de silenciar y demonizar discursos muy concretos. Los comparte íntegros para que cada cual valore. Porque una de las grandes denuncias de este documental es otra gran pérdida: la del espíritu crítico que debería orientarnos en el maremágnum de titulares capciosos que es gran parte de la prensa generalista.
César Strawberry.
Organizado cronológicamente, este exhaustivo análisis —filmado a lo largo de cinco años— parte del momento en que Europa comienza a autodenominarse democrática y, sin embargo, el Estado español anda sumergido en la dictadura franquista. Se nos ha acostumbrado a que la revisión histórica nos llegue vociferada desde individualidades políticas que, o bien vivieron la dictadura desde el arrope que confiere haber nacido en la facción que se impuso tras el golpe de estado a la república, o son militantes demasiado jóvenes y ajenos a aquella época, cuyo discurso, además, suele venir más determinado por su pertenencia a la rama de empresariales. Por tanto, es señal de buen hacer periodístico que Tijera contra papel haya requerido expertos académicos en las materias que competen a un relato de los hechos: Aritza Sáenz del Castillo, Doctor en Historia, además del ya mencionado Jakue Pascual. Así declara que aspire a ser, primero, fidedigno a la realidad pasada y presente, y además, interpretado desde el empirismo al que debe recurrir la voluntad de honestidad.
El mismo criterio pone al periodista y escritor Juan Ibarrondo, y a la también periodista Virginia Pérez Alonso en función de hemeroteca y analistas de la evolución en el tratamiento de la información por parte de los medios. El discurso de ella es especialmente relevante por ser la presidenta del PDLI (Plataforma en Defensa de la Libertad de Información). Y ya como afectado, el también periodista Javier Gallego cuenta cómo fue cesado su programa de radio Carne Cruda con la llegada de la última legislatura del PP. Los tres tienen claro que, en comparación con la época de la transición, «estamos peor que antes» en cuanto a libertad de expresión. Se nos recuerdan hechos hoy tan inconcebibles como que hubo un día en que las Vulpes cantaban Me gusta ser una zorra en un plató de TVE y que las letras de La Polla Records, Barricada y Cicatriz, actualmente los podrían llevar al calabozo.
Alberto San Juan.
Sobre y desde el marco legal, opinan los abogados Daniel Amelang y Eric Sanz de Bremold y Arnulf, quienes desglosarán varios de los más destacados procesos judiciales del aluvión que trajeron las Leyes Mordaza. Todo este equipo profesional explica el origen del cuerpo judicial actual, que aplica las sentencias sobre estos llamados delitos. Nos recordarán que en esas filas permanecen miembros afines al franquismo, que esa tendencia política sobrevive a los cambios y se aferra al poder. Pero el documental también reflexiona en cuanto a la posición laboral en que quedan determinados bloques de ese organismo que estaban destinados, principalmente, a juzgar casos de narcotráfico y terrorismo. Una extorsión armada que ya no existe en un país en el que, paradójicamente, ahora se interpretan discursos concretos —y hasta chistes— como terrorismo. Se interpretan. Quedémonos con este verbo que reaparecerá en breve.
Tijera contra papel establece, mediante una recreación en blanco y negro, un paralelismo entre la primera sentencia del Tribunal de Orden Público (cuyos miembros serían absorbidos por el Constitucional y el Supremo) por un «me cago en Franco», y ciertos arrestos actuales que, además, un volumen importante de la prensa trata como culpables desde el momento de la denuncia, sin retractarse llegada la absolución, como sucede con una de las persecuciones más extrañas y sorprendentes a ciertos artistas de títere.
Motu proprio: hablan las personas afectadas por la censura y la Ley Mordaza. Y en esas se ha visto el músico César Strawberry, tal y como contó en la entrevista de este medio. Y no deja de ser clave en qué momento preciso se le arresta. Desde el mismo frente se denunció al dibujante de cómics Ximi y a Cassandra Vera —una estudiante—, ejemplos de procesos judiciales desproporcionados por unos tuits que casi les arruinan la vida. Algo que también conoce el comediante Facu Díaz, llamado a declarar de nuevo por un sketch humorístico para televisión, lo que le llevó a plantearse si «se pueden haber quedado atorados sin trabajo» algunos que antes juzgaban a narcotraficantes y terroristas reales, pero reconociendo que el funcionario que verdaderamente se tome en serio lo que son las bandas armadas, desestimará este tipo de denuncias ipso facto, poco menos que clamando que no se le haga perder el tiempo con tonterías. Los músicos vetados por ayuntamientos que mueven hilos para impedirles tocar en sus ciudades, serían los casos más leves. Fue vox populi el de Soziedad Alkohólika, banda cuya canción bautiza al documental pero que no participa narrativamente. Sí lo hacen Fernando Madina (vocalista de Reincidentes); Los Chikos del Maíz, Emy Rap, JuanRa (vocalista de KOP) y Arma X. Los Childrain entrarán a detallar las preocupantes minucias con que se chantajea a las salas para cancelar conciertos que incomodan. Pero, sin duda, los casos más graves son los de Nyto (ex miembro de La Insurgencia), cuyo encausamiento sigue vigente; Valtonyc —aún exiliado pese a haberse demostrado las conductas delictivas del emérito a la fuga— y Pablo Hasél, que se mantiene firme en las opiniones que se le condenan. Todos ellos prestan sus puntos de vista en este arduo trabajo.
Títeres Desde Abajo.
Tijera contra papel también nos alarma con respecto a que varios artistas acusados hayan tenido que ayudar a la fiscalía a interpretar correctamente el tono de frases en castellano cristalino; tarea que en otras ocasiones, afortunadamente, ha realizado el juez. Que este tipo de pedagogía en torno a qué es ironía y qué es ficción esté sucediendo a posteriori de acusaciones tan graves como una supuesta apología del terrorismo, es un muy mal síntoma de la salud del pensamiento crítico popular, pero también de niveles básicos de comprensión de la propia lengua.
La denuncia de mayor vergüenza ajena en esta línea es la que se arroja sobre Títeres Desde Abajo. Por sí sola, su vivencia ya apela a ver este documental con atención, pues enfrentará al espectador a una terrible realidad: que no solamente el nivel de comprensión popular de la parodia y la ficción ha llegado a niveles extremadamente bajos que, inflamados a la ofendiditis y amparados por unas leyes censoras, cualquiera podría llegar a enfrentarse a un juicio por contar un cuento; sino que se está sometiendo a juicio lo lícito de crear ficción. Y ese es solo uno de los testimonios de la multitud de afectados (absueltos, en este caso, pero también veremos condenas que persisten sobre otros artistas). Si el mal entendedor se ha vuelto demasiado poderoso y peligroso, todos esos ingredientes redundan en la autocensura tan mencionada en el documental. La que tildan como un éxito de la represión que hay que impedir. Porque una de las conclusiones es que estas leyes surgen en un momento de gran descontento social y auge contestatario.
Cada artista participante del documental coincide en que el arte es indivisible de la provocación, entendida como lo que active nuestras emociones; y en que es contra natura pedirle al artista que reprima lo que siente. Añadiría que ni al ser creativo ni a ningún otro ser humano. También tienen claro que quienes se protegen con las Leyes Mordaza han detectado que las redes y la música son potentes altavoces del mensaje peligroso para lo establecido. Pero estos testimonios también demuestran que la persecución de la libertad de expresión puede acarrear un efecto contrario: una mayor atención hacia los contenidos que se han intentado abortar.
Los Chikos del Maíz.
Emi Rap es educadora social y cree en el cambio en el tejido social a través del arte, por difícil que sea. De hecho, los emprendedores de este trabajo, David Mota Zurdo y Gerard Escuer, según nos contaba este último en la reciente entrevista para La Ciclotimia, se involucraron en el activismo político y en este documental en concreto como consecuencia de un crecimiento moral operado por canciones que les tocaron el alma. Lo que entronca con la definición de JuanRa: «(La música) es un arte supranacional, supraestatal: está por encima de las fronteras y de los estados»; como con que Facu Díaz considere fundamental la existencia de la música contestataria, a través de la cual poder condensar expresiones más difíciles de transmitir en un discurso político, lo que apuntilla con que «no siempre necesitamos políticos como referentes: podemos tener a un grupo de música, a un buen escritor o incluso a un buen poeta».
«No quieren que la gente piense, tome conciencia y se involucre en la lucha por sus derechos», dice Pablo Hasél en cuanto a la música que cuenta con el aprobado mediático generalista y es elevada a mainstream. Algo totalmente acorde con las palabras de Alberto San Juan —quien jugó un rol esencial en la absolución del dueto Títeres Desde Abajo— respecto a que «los dos instrumentos del sistema para mantenerse son la persuasión —a través de los medios de comunicación— y la represión». Ximi pone el foco en la que se lleva la palma: el reguetón y ciertos cantantes prefabricados que son constantemente bombardeados en las ondas, y a los que tilda de «contraproducentes para nuestra sociedad» por el contenido de sus letras. Pero que, por otra parte, son inocuas para la norma establecida. Esta realidad actual vuelve a conectar con el disfrute clandestino de ciertas músicas durante el franquismo. Jakue Pascual, el doctor en Sociología, describe al inicio del documental la estimulante emoción del chiquillo que disfruta la ruptura del tabú, sin darse cuenta de que ejerce su legítimo derecho a la libertad de expresión y obtención de información. El ejercicio de consumir la cultura elegida por una misma, que no deberíamos ver coartado por nadie.
Es la manera más inmediata de proteger nuestra libertad de expresión. Eso y que sigan existiendo creativos que se comuniquen sin pensar en cortapisas. Pero no queramos mártires: este documental llama a la responsabilidad social, a proteger a quienes están enarbolando la bandera por el fin de la persecución de las palabras.
Las artes nos dan herramientas para adquirir y entrenar el pensamiento crítico. Quien se implica con esa lucha no merece el abandono en la estacada. Si no desarrollamos dicho discernimiento, normalizamos tragarnos como verdades absolutas los titulares más ruidosos, los de los medios más consagrados, que dan por sentada la culpabilidad de ciudadanos que han dicho lo que podría haber dicho cualquiera. Entramos en un bucle. Y lo hacemos con una facilidad pasmosa, lo que contribuye a que se acumulen denuncias. Y los propios denunciados y denunciadas, en este documental —como en su día hizo César Strawberry en nuestra entrevista— hacen gala de ese pensamiento crítico y pro libertad de expresión cuando le reconocen el mismo derecho a quien esgrima un discurso que pueda repugnarles. Dejan claro que perseguir cualquier pensamiento, es ponerle límites al propio, y puede resultar vergonzoso que con la que está cayendo en Estados Unidos nos puedan dar lecciones con tan solo mencionar su enmienda que blinda la libertad de expresión. Hay una frase de Virginia Pérez Alonso que debería retumbar en nuestras cabezas para siempre: «No existe el derecho a la ofensa. No existe ese derecho como tal. Es lo que hay». ¿Cuándo olvidamos que podemos desatender las palabras que no nos gusten en lugar de silenciarlas? Igual se nos está yendo de las manos la ofendiditis.