Revista Cintilatio
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El mundo resplandeciente (The Blazing World) (2021) | Crítica

Sobre ahogarse en las sombras que queman
El mundo resplandeciente, de Carlson Young
Carlson Young debuta en el largometraje con una obra onírica y simbólica que navega entre dimensiones buscando respuestas a los traumas y los miedos que sobreviven a la pérdida. Una película indefinible que brilla por sus simbolismos y su estética.
Sitges | Por David G. Miño x | 15 octubre, 2021 | Tiempo de lectura: 4 minutos

Margaret Cavendish, autora de importancia capital dentro de la literatura, entre otras cosas, por haber sido la precursora de lo que hoy entendemos por ciencia ficción, publicaba en el año 1666 una novela llamada The Description of a New World, Called The Blazing-World, en la que una joven entraba en otro mundo y se convertía en emperatriz de una sociedad integrada por diferentes especies de animales con la capacidad de hablar. Ahora, en el año 2021, Carlson Young se apoya en aquella obra fundacional y construye una épica de tintes oníricos y surrealistas, que bebe tanto de David Lynch como Dario Argento en un filme imaginativo y apasionante, lleno de intensas metáforas y simbolismos que convierten el visionado de esta nueva The Blazing World en una experiencia casi lisérgica, en la que se puede leer el sentido de la maravilla de un Tarsem Sing y el terror más orgánico de un Stanley Kubrick, todo pasado por un filtro muy personal que hace que la mirada de Carlson Young sea poesía para los sentidos. Para empezar, el punto de partida: Margaret —que comparte nombre con la autora que da pie al relato— asiste en su infancia a la muerte de su hermana gemela, y desde entonces le persigue un dolor y un trauma que no ha sido capaz de superar ni interiorizar. Su familia, desestructurada y rota en mil pedazos desde el terrible evento —realmente, desde antes—, funciona en The Blazing World como un mantenedor de la conducta problema desplazando a Margaret —interpretada por la propia Young— cada vez más hondo hacia la espiral de su infierno personal. La película, que no escatima en desplegar su propio imaginario, lleva de la mano al espectador por el mismo camino de destrucción por el que baja la protagonista, invocando imágenes de pesadillas alucinógenas en las que abundan los terrores más orgánicos y primarios y los miedos más inconfesables, siempre rodeados de un hálito íntimo con el que es muy fácil conectar sin necesidad de que la divagación y la falta de concreción impregnen el total de la pieza: la comprensión de The Blazing World, aunque al final resulta ser una obra muy experiencial y sensorial, tiene unas raíces muy profundas en las que cada escena, cada objeto y cada diálogo funciona siempre a un nivel literal y a otro alusivo.

Una joya brillante y oculta que emerge de entre el silencio para ofrecer un estudio íntimo y profundo sobre las dudas, los traumas enterrados y el futuro nebuloso.

Carlson Young dirige, guioniza y protagoniza The Blazing World.

El suicidio, el enfrentamiento al trauma, el duelo, la realidad como cárcel, la familia como verja insalvable que, sufriendo el mismo vía crucis, destruye tanto como puede llegar a construir. Carlson Young describe con increíble precisión un mundo mental que representa las peores pesadillas desde la épica de aventuras oscura, desde un universo infinito que evoca las sombras más borrosas a través de lo narcótico: la realidad es que detrás de The Blazing World hay una intención muy personal que conecta la intimidad y el acceso a lo más melancólico y secreto de los sentimientos con un despliegue intelectual y teórico que recuerda las disyuntivas interiores de Lewis Carroll en Las aventuras de Alicia en el país de las maravillas (1865) en tanto en cuanto reflexiona sobre la trascendencia de la realidad y la interpretación que hacemos de ella desde la propia estética y la fusión de recursos cinematográficos —imagen, diálogo, luz, interacción—. Sus múltiples procedimientos visuales y expresivos elaboran una alegoría completa que, desde el punto de vista psicológico, concreta un subtexto muy rico en el que los «demonios» son tanto los demás como uno mismo, y todos tienen un punto débil, una llave que abre una cerradura: así, la mujer perdida en el desierto, olvidada y sin recuerdos o el hombre cínico, que nada le duele porque «es un hombre» funcionan como elementos catárticos que transforman el «viaje de la heroína» de Margaret en algo tan mental y tan físico a la vez que reintegra el concepto de crecimiento personal en un solo continuo, el de la evolución interior vista, efectivamente, desde las propias entrañas, los propios miedos y las ansiedades más incapacitantes. The Blazing World es una joya brillante y oculta que emerge de entre el silencio para ofrecer un estudio íntimo y profundo sobre las dudas, los traumas enterrados y el futuro nebuloso. Y en su mundo, no es que Margaret sea la emperatriz del otro lado, es que detrás del portal oscuro, en el que espera el propio miedo, el que se alimenta de las pesadillas que quedan libres, la luz y la sombra son solo una cuestión de perspectiva.