Tetris
Venga por los videojuegos, quédese por el thriller político
• País: Estados Unidos
• Año: 2023
• Dirección: Jon S. Baird
• Guion: Noah Pink
• Título original: Tetris
• Género: Drama
• Productora: Ai Film, Apple TV+, Marv Films
• Fotografía: Alwin H. Kuchler
• Edición: Col Goudie, Ben Mills, Martin Walsh
• Música: Lorne Balfe, Guadalupe Barbara
• Reparto: Taron Egerton, Nikita Efremov, Oleg Shtefanko, Igor Grabuzov, Sofya Lebedeva, Anthony Boyle, Toby Jones, Roger Allam, Ben Miles, Togo Igawa
• Duración: 117 minutos
• País: Estados Unidos
• Año: 2023
• Dirección: Jon S. Baird
• Guion: Noah Pink
• Título original: Tetris
• Género: Drama
• Productora: Ai Film, Apple TV+, Marv Films
• Fotografía: Alwin H. Kuchler
• Edición: Col Goudie, Ben Mills, Martin Walsh
• Música: Lorne Balfe, Guadalupe Barbara
• Reparto: Taron Egerton, Nikita Efremov, Oleg Shtefanko, Igor Grabuzov, Sofya Lebedeva, Anthony Boyle, Toby Jones, Roger Allam, Ben Miles, Togo Igawa
• Duración: 117 minutos
La película del escocés Jon S. Baird, protagonizada por un magnífico Taron Egerton, sabe unir las piezas del biopic, el drama, la comedia, la historia o el thriller político para confeccionar un filme tan emocionante como entrañable.
Hay películas que, ya antes de ser vistas, uno sabe casi con total seguridad que van a ser buenas. Juntamos una historia con una premisa interesante (o la adaptación de una gran obra), un director de prestigio, un buen reparto y un presupuesto a la altura y el resultado son películas que desde su origen están llamadas a ser excelentes. Y aunque eso está muy bien y nos ha regalado muchos de los mejores títulos de la historia del cine, no podemos olvidarnos de otra categoría igualmente importante, la de películas que surgen de la nada. Aquellas que, sin llamar la atención de primeras, y aparentando ser un producto cinematográfico promedio sin nada interesante que aportar, se descubren a sí mismas como obras excelentes. Tal es el caso del largometraje que hoy nos ocupa, Tetris (Jon S. Baird, 2023).
La película nos lleva a los años ochenta para contarnos la historia de Henk Rogers, un desarrollador de videojuegos que, tras descubrir la obra de un programador ruso llamada Tetris, decide invertir todo lo que tiene para comprar los derechos de exportación de dicho videojuego con la intención de darlo a conocer al mundo. Lamentablemente, esto inicia una guerra entre diferentes empresas de distribución de videojuegos que quieren hacerse con la patente y, lo que es más importante, un conflicto diplomático con la por aquel entones decadente Unión Soviética, lo cual llevará a Henk a verse envuelto en una tensa negociación a varios frentes en la que más allá de un videojuego, su vida y la de otras personas estará en juego.
Durante todo el metraje se usa de forma acertada la estética ochentera para crear la dosis justa de nostalgia.
Tetris es una película que conoce las reglas del juego de los biopics y sabe cómo utilizarlas en su beneficio. En lugar de caer en lo expositivo o enciclopédico, como otras obras similares hacen, la película del director escocés tiene siempre claro la historia que quiere contar, centrándose en sus personajes y en una trama que, al igual que otras obras anteriores basadas en hechos reales, como es el caso de Argo (Ben Affleck, 2012), mezcla cuidadosamente un retrato del mundo del entretenimiento (cine, videojuegos, etc.) con un relato político e histórico que le da a la obra el verdadero sentido. La película tiene claro el tipo de historia que quiere contar, la de un hombre, Rogers (interpretado sublimemente por Taron Egerton) que, llevado por su ingenuidad y su pasión por los videojuegos, se enfrenta a un sistema corrupto. El relato de un hombre contra el mundo dota a la historia de un componente emocional (en especial cuando se muestran las consecuencias personales y familiares de dicha lucha) que hace imposible no empatizar con él. Se rescata la típica figura tan propia del cine americano del underdog, el protagonista idealista que encarna el sueño americano, en este caso dándole un pequeño giro para incluir una entrañable historia de amistad con el personaje de Alekséi, creador del videojuego original, y que el guion sabe utilizar hábilmente para incrustar una subtrama de thriller que le aporta mucho al conjunto.
Una película que viene sin hacer ruido y aparentando ser un título más del montón pero que esconde una historia llena de corazón, rodada con tino y buen pulso.
El tono un tanto informal a nivel superficial de la propuesta de Tetris nunca se interpone en el camino cuando se trata de tocar temas más complejos, sabiendo el director equilibrar el tono serio y lo cómico de manera perfecta para que, si bien lo que vemos es contado de manera ligera, nosotros como audiencia seamos conscientes de que el contenido no es en absoluto algo insustancial o menor. Si bien en el cine occidental abundan desde la guerra fría películas en que los rusos son mostrados como los antagonistas, Tetris es lo suficiente hábil como para evitar las hipersimplificaciones y en su lugar elaborar una crítica más compleja hacia el sistema soviético no muy diferente a lo que otras obras como La gran apuesta (Adam McKay, 2015) hacen con el sistema capitalista, es decir, una crítica que en ocasiones roza la sátira y que se adentra en los recovecos del sistema para comprender sus imperfecciones, abusos e injusticias.
Si bien la película actúa en su primer tramo como una carta de amor a los pioneros de la industria de los videojuegos de los años ochenta, unos visionarios que crearon casi de la nada una forma de entretenimiento y de expresión artística que vale hoy miles de millones, mostrando un mundo compartido entre creadores honestos y estafadores sin escrúpulos, en su segunda mitad se produce una paulatina y efectiva transición hacia el género del thriller de espías que hace que todo el conjunto se sienta más adulto y serio. Lejos de suponer un conflicto tonal, la transición entre los aparentemente distintos elementos se realiza de una manera sutil y efectiva. Pero ante todo es de destacar la maestría con la que se maneja el género del biopic y se evita caer en sus fallas más comunes, manteniendo siempre el realizador una cadencia sólida que en ningún momento hace que la narración se estanque y lo que es más importante, una concentración absoluta en la historia que se quiere contar que nunca se va por meandros narrativos y que hace de su concisión su mayor virtud.
Así pues, la película sabe cuándo dejar a un lado el relato histórico para darle tiempo a sus personajes, a la relación del protagonista con su familia, a sus entrañables intentos de hacer que su pequeña empresa prospere o, especialmente, su relación de amistad con Alekséi y el drama que este mismo personaje padece al enfrentarse a todo el monstruo del sistema político y burocrático de la Unión Soviética. Son justamente estos momentos tan humanos que la película ofrece cuando se da a sí misma tiempo para respirar los que, en último término, hacen que nos importe lo que está pasando en pantalla, que queramos pasar más tiempo con estos personajes y nos sintamos enganchados a la historia. Si bien, como consecuencia de estar basado en hechos reales, el largometraje muestra en ocasiones una trama relativamente densa, es la atención que se pone a la dimensión humana de la historia que se nos cuenta lo que hace que todas las piezas encajen.
En lo tocante a la dirección, Baird sabe añadir el toque exacto de desenfado y gamberrismo a la propuesta, lo suficiente para hacerla divertida pero sin llegar nunca a fagocitar con su comedia el tono serio de fondo de la historia. A lo largo de la película se añaden continuas referencias visuales al estilo pixelado de los videojuegos de los ochenta, así como se recurre a versiones modernas de temas musicales populares que sin duda activarán la nostalgia de más de un espectador. Pero la película nunca comete el error de caer en el efectismo superficial para distraer la atención del contenido de su historia, sino que maneja el componente dramático hábilmente para mantenerlo siempre en el centro de atención, con un ritmo que impide en todo momento el aburrimiento. Tetris es uno de esos regalos tan poco frecuentes que de vez en cuando nos da la industria cinematográfica. Una película que viene sin hacer ruido y aparentando ser un título más del montón pero que esconde una historia llena de corazón, rodada con tino y buen pulso por un director que entiende qué quiere contar y cómo hacerlo para capturar a la audiencia. Los amantes de los videojuegos de antaño sin duda disfrutarán esta carta de amor al medio, pero incluso aquellos espectadores más ajenos a este mundo podrán disfrutar de un drama impecable que sabe mezclar toques de comedia, thriller y cine histórico para confeccionar una obra tan completa como disfrutable.