Spider-Man: Cruzando el Multiverso
Ensayos sobre la belleza

País: Estados Unidos
Año: 2023
Dirección: Joaquim Dos Santos, Kemp Powers, Justin Thompson
Guion: Phil Lord, Christopher Miller, Dave Callaham (Personajes: Stan Lee)
Título original: Spider-Man: Across the Spider-Verse
Género: Animación. Acción. Aventuras. Ciencia ficción
Productora: Sony Pictures Animation, Marvel Entertainment, Lord Miller, Pascal Pictures, Arad Productions
Edición: Mike Andrews
Música: Daniel Pemberton
Reparto: Shameik Moore, Hailee Steinfeld, Brian Tyree Henry, Lauren Vélez, Jake Johnson, Oscar Isaac, Jason Schwartzman, Issa Rae, Daniel Kaluuya, Karan Soni
Duración: 140 minutos

País: Estados Unidos
Año: 2023
Dirección: Joaquim Dos Santos, Kemp Powers, Justin Thompson
Guion: Phil Lord, Christopher Miller, Dave Callaham (Personajes: Stan Lee)
Título original: Spider-Man: Across the Spider-Verse
Género: Animación. Acción. Aventuras. Ciencia ficción
Productora: Sony Pictures Animation, Marvel Entertainment, Lord Miller, Pascal Pictures, Arad Productions
Edición: Mike Andrews
Música: Daniel Pemberton
Reparto: Shameik Moore, Hailee Steinfeld, Brian Tyree Henry, Lauren Vélez, Jake Johnson, Oscar Isaac, Jason Schwartzman, Issa Rae, Daniel Kaluuya, Karan Soni
Duración: 140 minutos

La animación nunca estuvo tan viva como hoy en día, cuando podemos acercarnos a una película como la que nos ocupa casi sabiendo que el viaje que propone va a dinamitar cualquier concepción previa. Esto es una explosión de belleza y creatividad.

Hemos de suponer que la belleza es algo coercitivo. Que nos fuerza y nos doblega ante ella, que no entiende de medias tintas y que se salta a la torera casi todo lo que tenga que ver con la propia voluntad. Cuando se deja ver, destroza todo a su paso. Inhibe todo impulso que podamos tener de apartar la mirada, o los oídos, o el sentido que esté implicado. La belleza es normalmente esquiva, se nos escapa de las manos con la misma intensidad con la que llega. Definirla es casi imposible, como podrá comprobar el lector ante este ímprobo esfuerzo mío por darle forma. Seguramente, la belleza penda del objeto, y nuestra mirada sea la que deba evitar el deslumbre. Rodearlo, mirarlo desde cada ángulo, fijar la vista en sus aristas, parece casi una responsabilidad. Pero no tratar de agarrarla. Decía Adorno que «quien desaparece en la obra de arte queda dispensado así de la miseria de una vida que siempre es demasiado poco»1, y supongo que con ello nos interpela a todos. A todos los que, a veces, desaparecemos en una suerte de síndrome de Stendhal bajo una capa de belleza tan gruesa que apenas podemos sacar la cabeza para respirar. Una belleza que puede llegar con la música, con la fotografía, con el cómic, con la literatura, con cualquier forma de arte o de estética en su sentido más abstracto. O con, y en el caso del tema de este texto, el cine.

Pero, ¿y si para escribir sobre cine pudiéramos no hablar, realmente, de lo que a veces se entiende por cine? ¿Y si Spider-Man: Cruzando el Multiverso fuera un punto de apoyo para hablar de lo sensorial, de las miradas que se intercambian Miles y Gwen, de las conversaciones cabeza abajo en las que no sabemos si es el mundo el que está al revés o son ellos; de los Spider-Man punk que teorizan sobre el capitalismo o los abrazos repentinos que convierten el mundo en una explosión de color? ¿O quizá de la mirada sobre la paternidad y la maternidad, de una puesta en escena exquisita, del sentido del humor fino y universal, de la integración de una verdadera y para nada tokenizante inclusión, de una aportación al discurso de clase inusualmente adulta y una mirada autoral casi inédita en el cine de superhéroes? Claro que, realmente, puede que eso sea hablar de cine, no lo sé. Hablar del drama, de la estética, de los personajes, del mundo construido. De la belleza. Y que dedicar líneas a desentrañar el porqué de una composición de plano con pelos y señales; o la pretensión (siempre imaginada) que podría haber tenido el/la cineasta a la hora de tomar determinada decisión concreta sea más bien un ejercicio de sobreinterpretación, de búsqueda de un sentido abstracto que pertenece a un terreno imposible de agarrar. El cine, al final, responde ante una serie de ideas claras como conjunto, bien ensambladas y articuladas alrededor de una única y refinada idea. Sea cual sea esa idea. Y Spider-Man: Cruzando el Multiverso tiene una de esas ideas, una estética y también un drama.

Su belleza inmarcesible, su universalidad, sus personajes humanos enfrentándose a lo extraordinario. Sí, supongo que el cine podría ser algo así.

Hay abrazos que explotan. El color y la forma en su narrativa propia. La estética en una de sus cimas.

Si bien en la primera parte de esta futurible trilogía, Spider-Man: Un nuevo universo (Spider-Man: Into the Spider-Verse, Bob Persichetti, Peter Ramsey, Rodney Rothman, 2018), ya podíamos alcanzar a contemplar el excepcional revestimiento estético con el que los cineastas eran capaces de envolver una narrativa a prueba de bombas y un diseño de personajes incontestable; es con Spider-Man: Cruzando el Multiverso (Spider-Man: Across the Spider-Verse, Joaquim Dos Santos, Kemp Powers, Justin Thompson, 2023) que la belleza inherente de sus imágenes, la potencia que mana de cada uno de sus fotogramas, se ha sublimado hasta lo más alto posible. Marcando un hito en la animación cinematográfica. Porque es tal la envergadura de su apartado visual que podríamos hablar sin temor a equivocarnos de excelencia estética, visual, figurativa, sugestiva. Aquí el cine se mueve en unas latitudes más o menos inexploradas del mismo modo que lo puede hacer ese otro bastión que es Arcane: League of Legends (Christian Linke, Alex Yee, 2021): a través de la imagen sin concesiones, de la exploración de todas las posibilidades que brinda la animación como medio de expresión, de la verdad que se puede obtener pasando por alto el encorsetamiento al que el cine de superhéroes parece estar ceñido desde la irrupción de Iron Man (Jon Favreau, 2008) en el paisaje. Porque Spider-Man: Cruzando el Multiverso es todo lo que habríamos querido que fuera el universo de Spider-Man cuando veíamos las descafeinadas y agotadas antes de empezar aproximaciones de Jon Watts al hombre araña, esas que llevan al muy poco inspirado Tom Holland dentro de las mallas de nuestro amigo y vecino. Es decir, un derroche de aventuras y sensaciones, de épicas personales y pequeñas elevadas a la categoría de grandes hazañas.

Es cierto que pierde algo de entidad narrativa con respecto a su predecesora por las propias características que la definen: esta película es lo que podríamos llamar un «primer volumen», uno que continuará y se cerrará a nivel global cuando llegue la tercera parte, y que por lo tanto puede dejar con cierto regusto de interrupción anticlimática. Una sensación contra la que, a veces, es difícil luchar. Pero la realidad es que, y contra lo que pueda parecer, su cierre no es tan abierto como se podría extraer, a primera vista, de un «continuará». Los arcos de personaje, en este caso los de Miles Morales y Gwen Stacy, quedan más cerrados de lo sugerido. Siendo que con las últimas escenas del filme lo que sucede es que se presentan los siguientes arcos, los que habrán de ser desarrollados en la conclusión de la trilogía, que llegará previsiblemente en algún momento de 2025. Es cierto que esta narrativa, a la que se le podría pedir mayor concreción, puede provocar cierto desdén. Pero no es menos cierto que este rechazo estaría en mucha mayor medida en los ojos del que mira que en la ficción en sí misma. El ser humano es un animal de costumbres, y como tal, nos caracterizamos por requerir un cierre absoluto para todo. Para una melodía que acaba en pregunta nos agobiamos si no le sigue una respuesta. El lenguaje en sí mismo es un constante ciclo de apertura y cierre, basado en códigos universales para que todos tengamos sensación de avance y no de estancamiento. El cine, por supuesto, no habría de ser distinto. Y Spider-Man: Cruzando el Multiverso va un poco por ahí al sentirse tan cerrada como abierta, con un segundo acto de narrativa medianamente circular y casi tendente a la recreación y un cierre global que ocurre unas escenas antes de que salten los títulos de crédito. Con todo lo que ello implica.

¿Podríamos decir entonces que, en este caso, la forma puede, de alguna manera, elevar al fondo y volverlo un poco menos prominente? Me atrevería a decir que sí. Cada obra exige una aproximación crítica personalizada que parta de un suelo firme. Al redactar un texto —y ya siento haber convertido, aunque sea un poco, esta crítica en una suerte de metacrítica— no es deseable entrar en cada apartado pensado, pero sí dar una explicación coherente al porqué, a la razón por la cual se dice lo que se dice y no todo lo contrario. Y en este caso, lo que ocurre es que del apartado formal de Spider-Man: Cruzando el Multiverso surge narrativa pura. Del uso del encuadre, del color, de la paleta de técnicas usadas, de la interrelación entre lo dicho y cómo está dicho emana una cualidad de la excelencia narrativa, de lo sublime, que desequilibra el habitual modo de enfrentarnos a un filme. O al menos a un filme convencional. Quizá porque aquí el patrón es otro, uno más dado a lo sensorial, a lo netamente experiencial, que a lo intelectual. Y su expresión, su búsqueda de un camino propio por el que avanzar semiajeno a la parte más prosaica del cine —esa que implica pasar por una serie de tres actos aristotélicos más o menos delimitados y que provoquen una sensación de avance dialéctico— hace que aquí, a los muy valientes cineastas, sea injusto valorarlos siguiendo el librillo. Porque no hay película que pertenezca menos al librillo que esta que tenemos entre manos, en la que mediante un uso de la animación que excede lo obvio y una aproximación pictórica que rebasa por momentos lo que entendemos por cine a un nivel tradicional penetra en los sentidos sin que para ello tengamos que sobreinterpretar nada. Solo descubrir sus recovecos de estilo, su arte en bruto, su colorista y radical propuesta visual y sonora.

Su belleza inmarcesible, su universalidad, sus personajes humanos enfrentándose a lo extraordinario. Sí, supongo que el cine podría ser algo así.


  1. Adorno, T. W. (2004). Teoría estética. Ediciones AKAL.[]
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