Sparta
Más allá del cine

País: Austria
Año: 2022
Dirección: Ulrich Seidl
Guion: Veronika Franz, Ulrich Seidl
Título original: Sparta
Género: Drama
Fotografía: Wolfgang Thaler
Edición: Monika Willi
Reparto: Georg Friedrich, Florentina Elena Pop, Hans-Michael Rehberg, Marius Ignat, Octavian-Nicolae Cocis
Duración: 101 minutos
Festival de San Sebastián: Sección oficial (2022)

País: Austria
Año: 2022
Dirección: Ulrich Seidl
Guion: Veronika Franz, Ulrich Seidl
Título original: Sparta
Género: Drama
Fotografía: Wolfgang Thaler
Edición: Monika Willi
Reparto: Georg Friedrich, Florentina Elena Pop, Hans-Michael Rehberg, Marius Ignat, Octavian-Nicolae Cocis
Duración: 101 minutos
Festival de San Sebastián: Sección oficial (2022)

La polémica película de Ulrich Seidl, nombre relegado a la controversia que busca justificar lo injustificable, es una oda a la repugnancia absoluta. El austriaco escribe y dirige un largometraje que es una pesadilla para cualquier estómago sensible.

Voy a tomar para esta crítica el sentido puro del subjetivismo y me lo vais a tener que perdonar, pero es que acabo de salir del pase de prensa de lo último de Ulrich Seidl y no sé por dónde cogerlo. El director austriaco ha estado envuelto en polémicas después de que su largometraje Sparta —del que venimos hoy a hablar aquí— ya tuviera cancelaciones y vetos dentro del Festival de Toronto. La obra sigue el caso de Ewald, un hombre de mediana edad que, cansado de su vida en la periferia de Rumanía, decide dejar todo atrás y marcharse al centro del país. Es allí donde encuentra una escuela en ruinas la cual decide reformar para dar clases de judo a los niños y adolescentes de la zona. Con un proyecto de vida que intenta desviar su ciclo vital hasta entonces, este personaje —interpretado por Georg Friedrich— se describe como un hombre arrepentido por sus viejas decisiones y que termina por deconstruirse en lo más oscuro y determinantemente perturbador. Sí tengo que ser honesto y decir que no soy un gran aficionado al cine del austriaco. Pero bueno, vamos al lío porque necesitamos hablar de Ulrich Seidl.

No sabe discernir en qué punto está la crítica social y en qué lugar se encuentra la pura lascivia. Es el ejemplo justo de que nunca el fin justifica los medios.

Georg Friedrich interpreta al protagonista de Sparta.

Podría empezar argumentando que ya vengo de otras películas del corte, o con la misma temática —es decir, que Seidl no inventa nada—, como por ejemplo la belga Tench (Patrice Toye, 2019). Largometrajes que encaran un tema tan delicado como la pedofilia tienen el hándicap de escribir y rodar escenas que no son apetecibles para nadie. Así que, obviamente, ya se parte con una desventaja que no es fácil de argüir. Entiendo que es relevante trazar una línea con la que el cine diga: «hey, esto ocurre así, mira», pero no acepto el ensañamiento como medio justificable. Me explico: lo que ocurre con casos como el de Sparta es que sus autores no saben discernir en qué punto está la crítica social —que siempre puede tener un tono bastante ácido, no lo niego— y en qué lugar se encuentra la pura lascivia. Y si hablamos de genialidad, no conversamos entonces del segundo caso, que es donde se ubica la obra de Ulrich. Pues aunque en tu filme recurras a recursos sorpresivos mediante técnicas increíbles de cámara —que no se las niego—, o sosteniendo ritmos nunca vistos en la cadencia del cine, lo cierto es que el séptimo arte tendría que aportar dentro de su código deontológico y moral los límites justos y necesarios que no mercantilicen ni romanticen lo que no está bien dentro de un rodaje. La ferocidad y el sadismo como medios recurrentes no deberían ser permitidos para fines autorales de intelecto —más en los años tan concienciados en los que vivimos— y, aunque entramos en el eterno debate de la libertad de autor, esto no está bien. Ya se ha corroborado por el medio germano Der Spiegel que el consentimiento firmado por parte de los padres a la hora de dejar a sus hijos menores aparecer en Sparta venía con un obstáculo tan relevante como es la desinformación absoluta hacia los tutores de lo que, en sí, trata la película. Y si ya andas ocultando tantos aspectos, es porque algo ocurre. Algo que es inexcusable y que me hace recordar a aquella conclusión central de uno de mis libros favoritos de Vicente MonroyContra la cinefilia, cuya conclusión delimita que más allá del cine existe una vida, supeditada a la ficción, fábula obscena y vacía de moral. Y ya no estamos en los tiempos de Saló, o los 120 días de Sodoma (Pier Paolo Pasolini, 1975) —que aun así es mil veces mejor película que esto—, sino que estamos en una época donde los actos deleznables no se deberían aplaudir en una sala repleta de un pase de San Sebastián. Hay algo más allá del cine y hay huellas imborrables para algunas personas. Sparta es el ejemplo justo de que nunca —y repito: nunca— el fin justifica los medios.

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SAN SEBASTIÁN 2022

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