Solo una vez
También es maltrato

País: España
Año: 2021
Dirección: Guillermo Ríos Bordón
Guion: Marta Buchaca
Título original: Solo una vez
Género: Drama
Productora: Radio Televisión Canaria, Álamo Producciones Audiovisuales
Fotografía: Roberto Ríos
Reparto: Ariadna Gil, Álex García, Silvia Alonso, Mari Carmen Sánchez, Isa Montalbán, Javier Martos
Duración: 80 minutos

País: España
Año: 2021
Dirección: Guillermo Ríos Bordón
Guion: Marta Buchaca
Título original: Solo una vez
Género: Drama
Productora: Radio Televisión Canaria, Álamo Producciones Audiovisuales
Fotografía: Roberto Ríos
Reparto: Ariadna Gil, Álex García, Silvia Alonso, Mari Carmen Sánchez, Isa Montalbán, Javier Martos
Duración: 80 minutos

Hay que articularlo: es violencia de género. Porque las palabras importan, porque hay que hablar y escuchar. Pilar angular de la película de Guillermo Ríos que aborda esta lacra social desde la fundamental perspectiva de la psicología y el maltratador.

«Solo ha sido una vez», «fue un accidente», «yo no soy así»… son declaraciones que pueden sonar a cliché, pero se siguen reiterando. Y es que los vellos de la piel se erizan al reconocer que a día de hoy estas situaciones se perpetúan constantemente, en todos los ámbitos. Estas situaciones a las que hay que ponerle nombre, situaciones de violencia de género. Violencia machista hacia las mujeres por el simple hecho de serlo, por razón de género, por una educación y construcción social que permea todas las capas de la sociedad hasta lo más profundo, instaurándose en el inconsciente de las personas como algo «normal». En la actualidad vivimos un momento de evolución del feminismo muy fuerte, que provoca a su vez que el movimiento contrario también aumente, lo cual lo hace todavía más peligroso. Ese movimiento que dice que la violencia de género no existe, que el machismo no existe. Ahí reside la mayor amenaza, y una de las herramientas más peligrosas que moldean y construyen un imaginario distorsionado son los medios de comunicación. Es por ello que sigue siendo de vital importancia hacer películas que recuerden que esta lacra social ni mucho menos ha desaparecido, y lo que es peor, se encuentra arraigada de forma tan sutil que a veces no se puede detectar. Arraigada en las risas hacia los chistes machistas que «no tienen maldad ninguna», en las miradas en la calle sexualizando a las mujeres que pasean, y todas las pequeñas cosas que sustentan una pirámide mucho más alta, donde la cúspide que sobresale y aparece en los medios recoge todos los asesinatos por violencia machista.

El filme de Guillermo Ríos Bordón llega en un momento crucial en el que se hace más necesario que nunca el hablar de la violencia de género, en voz alta, en la calle, en el Congreso y también en los cines. La realidad de la violencia de género ha sido abordada en pantalla en cuantiosas ocasiones, con guiones que fomentaban el sensacionalismo alrededor de la temática como hacen la popular Te doy mis ojos (Icíar Bollaín, 2003), Solo mía (Javier Balaguer, 2001) o No estás sola, Sara (Carlos Sedes, 2009) donde la violencia machista se representa desde la violencia física explícita. No obstante, en esta obra y gracias al sobresaliente guion de Marta Buchaca se aborda la violencia machista desde una perspectiva diferente, donde además no se pone el foco en la mujer maltratada como víctima, sino en el maltratador, elevando también una fuerte crítica hacia el sistema legal que gestiona estas denuncias. Esto se lleva a cabo en un escenario poco común y muy cuidado como es la sala de un Centro de Ayuda Social, donde la audiencia puede observar en primera persona una sesión de terapia de la psicóloga con el maltratador. Una de las técnicas a las que se recurre al inicio del filme de forma acertada es la del plano subjetivo del protagonista, situando al hombre en un primer lugar desde una posición central y poniendo a la audiencia en su piel. Punto de vista que va cambiando a lo largo del filme conforme las terapias van avanzando.

Uno de los pilares más sólidos que sustentan la estructura de la película son las interpretaciones del elenco actoral. Álex García interpreta a Pablo, el cual tiene la obligación de asistir a terapia por una denuncia a la policía por maltrato a su pareja, por una «noche fatídica» como él la define. El actor tiene la capacidad de construir un personaje redondo que evoluciona sin sobresaltos a lo largo del filme a través de las conversaciones. Sin necesidad de más ornamentación, la psicóloga Laura, interpretada de forma soberbia y elegante por Ariadna Gil, encarna el papel más crucial de la película, funcionando como eje conector entre el maltratador y Eva, su pareja. Una psicóloga cuyo rol es mantener la calma y escuchar. Es interesante cómo se aborda la violencia de género en este caso desde el aspecto de la psicología, aunque es importante reseñar cómo algunos matices de la terapia son cuestionables a la hora de la representación de la profesionalidad de la terapeuta. En este sentido, aunque es crucial el representar y poner en valor esta profesión, es importante también hacerlo desde la mayor veracidad posible, cuidando los detalles, para no desvalorar un oficio que por desgracia a día de hoy sigue estando muy desacreditado por los prejuicios. Esta visión es uno de los aspectos más valiosos del cineasta y la guionista, a la hora de decidir poner el punto de vista desde la psicóloga y hacer hincapié en la importancia de la terapia y la disciplina psicológica para abordar un tema tan delicado como es la violencia de género, y sobre todo hacerlo desde el lugar del maltratador.

La película de Guillermo Ríos Bordón consigue abordar de forma meticulosa una temática muy compleja y delicada.

No obstante, esta terapia no tendría ningún sentido sin el papel de Eva, la pareja de Pablo. En este caso la actriz Silvia Alonso sorprende con una actuación brillante al encarnar un rol tan complejo como el suyo, la mujer que afirma no ser maltratada. Su evolución también fluye de forma natural y sutil, generando en la audiencia una gran sensación de empatía hacia ella así como la capacidad de ponerse en su piel, sintiendo cada vaivén, cada oleada de sentimientos que la atraviesan. De esta forma, también es esencial el mensaje lanzado sobre la inexistencia de un perfil de mujer maltratada, al igual que tampoco hay un perfil de maltratador. El machismo está arraigado en el sistema social y educativo, y no es cuestión de patrones más allá del hecho del género, de ser mujer.

Teniendo estos ingredientes dentro del filme, todo lo de más rueda de forma sencilla gracias a la dirección de Guillermo Ríos Bordón, el cual crea una atmósfera teatral y absorbente que hace la película mucho más íntima y humana. Desde la sencillez de las conversaciones, el foco en los detalles, en cada frase o gesto, la película consigue abordar de forma meticulosa una temática muy compleja y delicada, logrando un resultado acertado que en poco tiempo consigue traspasar la epidermis dejando una sensación de desasosiego en el público. ¿Lo deseable?, que esta sensación no desapareciera al salir de la sala de cine. Es necesario seguir removiendo conciencias, generando malestar en los cuerpos y provocando reacciones como corregir a la persona que hace un chiste machista en lugar de reírle las gracias. Porque no hace falta que se llegue a la violencia física para que sea maltrato, pero cualquier tipo de violencia, cuando es llevada a cabo, no se ejerce solo una vez.

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