Sisu
Nazi muerto, abono para el huerto

País: Finlandia
Año: 2022
Dirección: Jalmari Helander
Guion: Jalmari Helander
Título original: Sisu
Género: Bélico. Western. Aventuras. Acción
Productora: Subzero Film Entertainment, Stage 6 Films
Fotografía: Kjell Lagerroos
Edición: Juho Virolainen
Música: Juri Seppä, Tuomas Wäinölä
Reparto: Jorma Tommila, Aksel Hennie, Jack Doolan, Onni Tommila, Mimosa Willamo, Tatu Sinisalo, Wilhelm Enckell, Kimi Vilkkula, Arttu Kapulainen, Elina Saarela
Duración: 91 minutos
Festival de Sitges: Mejor película (2023)

País: Finlandia
Año: 2022
Dirección: Jalmari Helander
Guion: Jalmari Helander
Título original: Sisu
Género: Bélico. Western. Aventuras. Acción
Productora: Subzero Film Entertainment, Stage 6 Films
Fotografía: Kjell Lagerroos
Edición: Juho Virolainen
Música: Juri Seppä, Tuomas Wäinölä
Reparto: Jorma Tommila, Aksel Hennie, Jack Doolan, Onni Tommila, Mimosa Willamo, Tatu Sinisalo, Wilhelm Enckell, Kimi Vilkkula, Arttu Kapulainen, Elina Saarela
Duración: 91 minutos
Festival de Sitges: Mejor película (2023)

Aunque de «body count» más modesto que las de John Wick o Rambo, la película de Jalmari Helander es el mayor espectáculo en eso de exterminar nazis. Una fiesta in crescendo de violencia exagerada y divertida con denuncia ecoanimalista en la taiga finesa.

¿Para qué esperar a tener que vengar a tu perro, John Wick? Al mejor amigo del ser humano se le protege hasta el final. Y si hay que masacrar, se masacra. Pero a tiempo, no cuando el daño ya es irreparable. Hay gentuza, lo que vienen siendo los nazis (los de siempre y los de ahora), que ya va jugando con fuego y generando bastante daño en la vida de los demás como para que nos temamos una regresión a tiempos históricos más tenebrosos. Y en un contexto como el europeo, en el que nos deberían preocupar los diferentes conatos de auge de los ultraderechismos, fascismos y neonazismos, esta cinta es un manantial en un desierto. Lluvia fresca con la que nutrir un enorme erial en lo ético y en lo ecológico. 

Las comparaciones con Malditos bastardos (Quentin Tarantino, 2009) van a ser inevitables, pero la actitud no es ni de lejos la misma, aunque sí la actitud festiva en cada masacre. Con muchos menos medios y una sencillez absoluta, se nos construye un antihéroe en las narices. Alguien que no va a tolerar que le toquen el pan (que en este caso, depende del oro, porque es un fiero minero. Bien escogido, porque en la generalmente congelada lucha obrera, suelen ser quienes más y más firmemente se organizan y luchan). Alguien que merece resarcirse y lo hace de manera tan artística y retorcida como digna de aplauso y de risa en más de una ocasión. Y eso que sobre toda la cinta planea la tensión y el temor por el bienestar de sus compañeros animales, de ahí nuestra apelación a ese John Wick que le falla a su perro, por mucho que luego se vengue de lo lindo al estilo Baba Yagá. Aun así, el guion nos reserva una amarga e impactante sorpresa que, efectivamente, va a doler a quienes profesen el animalismo, pero que recrea casi un elemento del Gernika de Picasso. Y por mucho que se haya dicho de las intenciones del malagueño con esa parte de su pintura más célebre (que sí representa la España fascista desbocada), aquí se enfoca más claramente en los inocentes que sufren las consecuencias de la violencia humana (algo que, sí, también se decía del Gernika). Se suelen contar las vidas perdidas de las personas, pero no la de los animales que son herramienta de guerra. Y el arranque del filme, desde una zona paisajística de lo más bucólica —algo que, a priori, podría hacernos pronosticar una película reflexiva, e incluso con ese ritmo lento tan habitual en las cintas escandinavas de terror psicológico y fantasía (Déjame entrar, Lamb…)— simplemente establece un punto de partida bucólico que ya es la primera justificación para darles pal’ pelo a esos malditos nazis que vienen a arrasar con la naturaleza, sus frutos y sus gentes. Otra imagen que se nos muestra tanto como retrato de los malvados de la historia (la ficticia y la real), es la de las prisioneras de guerra relegadas a esclavas sexuales. Cae por su propio peso que el antihéroe que empatiza con los desahuciados y rechaza la injusticia, proporcionará su momento de reparación a las víctimas de la explotación sexual. Podemos concluir, pues, que hay una clara intencionalidad feminista, antiprostitución y ecoanimalista muy bien expuesta sin necesidad de discursos, en dos plumazos, en breves detalles y que la lucha ético-moral del subtexto se va a explayar en una carnicería absolutamente gloriosa. Cada hostia, cada desmembramiento, va a ser de una calidad creativa propia del gore de más baja alcurnia, pero elevado a una calidad visual y estética y fotografías muy cuidadas. Y esta película no deja de ser total y absolutamente gore y del más festivo que se pueda imaginar. Supera con creces, en opinión de quien firma estas líneas, a la última entrega de Posesión InfernalPosesión infernal: El despertar (Lee Cronin, 2023)—, y eso que esta no es nada aburrida, pero el precedente de las grandes clásicas de la misma familia la desluce. En cambio, Sisu rebosa frescor y originalidad envueltos en capas y más capas de chorrazos de sangre. El guion es una fantasía.

Entre los posibles referentes, al margen de cualquier cinta en la que Schwarzenegger se divierte reventando enemigos, sería más certero citar a Mad Max: Furia en la carretera (George Miller, 2015), con la que comparte además varios elementos. En primer lugar, el viejo loco y desatado y peligrosísimo late en la línea de Max: su misma esencia, además de un silencio impoluto que prescinde de las típicas frases chorras y chascarrillos de las pelis de acción de los noventa protagonizadas por el Chuache o Bruce Willis. Esto es un tío que lleva muchas guerras a espaldas y es sigiloso: prima el silencio, acojona más, y encima refuerza su imagen de tipo de acción y no perder la fuerza por la boca. Otro punto en común con alianza con las mujeres damnificadas por dictadores. La escena del campo de minas se convierte casi en un juego de carambolas digna de un billar. Miembros que vuelan y detonan más minas. Maravilla. El guion de Jalmari Helander —quien además dirige— no deja margen al aburrimiento ni ceja en su capacidad de asombrar. En su combinación de estructura de wéstern con cine bélico y película de acción con final boss incluido, se reserva una escena que emula la típica lucha cuerpo a cuerpo sobre un tren, pero llevándola a lo más increíble y exagerado concebible, lo que está muy en consonancia con el aura de criatura legendaria que se le adjudica al personaje protagonista a lo largo de todo el metraje.

A colación de ese aura mitológica y del espíritu de lucha de ese casi semidios, Sisu es un término finés que no tiene traducción y que condensa la idea de entrar en empecinado frenesí por la consecución de metas que, a todas luces, parecerán a cualquiera una locura, incluso imposibles o suicidas. Pero su definición precisamente al coraje impertérrito de la enajenación fruto de la desesperación, la de no tener ya nada que perder, la que espolea a quien se arroja a esta lucha y le otorga insólita energía y probabilidades de éxito. Ese es el concepto. Por otra parte, combinado con la idea del lobo estepario, del soldado cansado de la guerra que se aísla y quiere ser simplemente hombre solitario y en paz. Una idea que, decíamos, ya se aplicaba en Acorralado (Rambo) (Ted Kotcheff, 1982) —con muchas menos luces, y a sesera del protagonista me refiero— y al celebradísimo John WickSisu es una fiesta de la violencia, un gore moderno bien filmado y estético, sin complejos a la hora de retratar a los nazis y despedazarlos luego con una imaginación única, un guion divertido y justiciero que exige reparación para los inocentes que sufren la violencia de los fascismos.

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