Pixie
Balas vuelan sobre Irlanda

País: Reino Unido
Año: 2020
Dirección: Barnaby Thompson
Guion: Preston Thompson
Título original: Pixie
Género: Comedia, Thriller
Productora: Fragile Films
Fotografía: John de Borman
Edición: Robbie Morrison
Música: Gerry Diver, David Holmes
Reparto: Olivia Cooke, Ben Hardy, Daryl McCormack, Chris Walley, Colm Meaney, Alec Baldwin, Ned Dennehy, Dylan Moran, Sebastian De Souza, Rory Fleck-Byrne, Packy Lee, Frankie McCafferty
Duración: 93 minutos

País: Reino Unido
Año: 2020
Dirección: Barnaby Thompson
Guion: Preston Thompson
Título original: Pixie
Género: Comedia, Thriller
Productora: Fragile Films
Fotografía: John de Borman
Edición: Robbie Morrison
Música: Gerry Diver, David Holmes
Reparto: Olivia Cooke, Ben Hardy, Daryl McCormack, Chris Walley, Colm Meaney, Alec Baldwin, Ned Dennehy, Dylan Moran, Sebastian De Souza, Rory Fleck-Byrne, Packy Lee, Frankie McCafferty
Duración: 93 minutos

Una enorme Olivia Cooke lidera esta divertida y entrañable comedia negra donde tres jóvenes cruzan Irlanda para desenredar una trama de drogas, crimen y aventuras mientras esquivan curas con escopetas, sicarios sanguinarios y gánsteres de poca monta.

Hemos llegado a un punto donde parece, o al menos eso nos han dicho, que es imposible inventar nada. Y si bien esta premisa es ampliamente discutible, no es menos cierto que el cine y la cultura en general se ha vuelto cada vez más iterativa y nostálgica y ante todo repleta de referencias y homenajes a su propia historia. Es por ello que, cuando nos acercamos a Pixie (Barnaby Thompson, 2020), lo imposible es no pensar que estamos ante otra fotocopia cansada de Guy Ritchie y Quentin Tarantino que quiere atrapar la genialidad de estos directores vertiendo en la pantalla diálogo a granel y un par de momentos de violencia gráfica. Pero cuanto antes nos deshagamos de esta idea a la hora de ver Pixie, mucho mejor, pues aunque la película sin duda cuenta con sus precedentes y sus referencias, si entendemos lo que tenemos entre manos con un poco de inocencia e ingenuidad, no solo nos daremos cuenta de que quizá no sean los precedentes que nos habíamos imaginado, sino que podremos disfrutar de una divertida y original historia sin necesidad de estropearla recurriendo al name-dropping.

Aunque tampoco cabe engañarse y negar que la película, desde el principio, se enclava en homenajes a géneros como el wéstern. «Hace mucho tiempo, en el Oeste… de Irlanda». Suena Primitive de The Cramps. Así da comienzo nuestra historia, que se centra en las peripecias de Frank y Harland (interpretados por Ben Hardy y Daryl McCormack, respectivamente), dos jóvenes amigos que se ven involucrados involuntariamente en uno o dos crímenes de los que no ven forma fácil de salir. Y aunque su idealismo y entusiasmo, especialmente avivado por Frank y en cierta medida aterrizado por Harland, les conduce a tratar de dar al asunto una salida más feliz de lo que se podían haber imaginado, pronto descubren que sus problemas no acaban ahí, pues en el enredo en el que se han metido hay una trama más profunda y seria de gánsteres, traiciones y drogas que involucra a la joven hija del capo local, que no es otra que Pixie (interpretada por Olivia Cooke). Cargados de ingenuidad juvenil, intrépidos e inconscientes, los tres personajes trazan un plan para salir airosos del cruce de disparos y se dan a la fuga.

Alec Baldwin como el Padre Hector McGrath apenas tiene una pequeña pero sobresaliente aparición, lo justo de importante y lo esperable de exagerada.

Lo que sigue es un cruce feliz entre cine de aventuras, de gánsteres, un wéstern y una road movie por los extraordinarios paisajes de Irlanda, que sirve como telón de fondo poco común y espectacular a la vez que otorga al film un aroma folclórico que no rehúye. Todo ello viene adornado por un humor negro y rápido en las formas cargado de personalidad e ingenio, actualizado pero sin limitarse. Con ello la película deja claro que no hace falta que el humor inapropiado sea ofensivo, ni lo gráfico sea desagradable, algo difícil de encontrar hoy en día. Quien además disfrute del cine en versión original encontrará en el denso acento irlandés y el alocado slang de los personajes todo un espectáculo lingüístico que merece, y mucho, la pena. Tampoco sería adecuado equivocarnos y creer que la película es más inteligente de la media, o que contiene un guion especialmente intrincado y bien planeado. El film no es ciertamente estúpido, y su guion hace la función de ofrecernos más de una sorpresa feliz, pero el verdadero punto fuerte de Pixie consiste en no creerse más inteligente de lo que es, ni tomarse más en serio de lo que debería, y confía con acierto en el carisma de sus personajes y su humor seco y alocado para ofrecernos todo un espectáculo de giros, tiros y frases icónicas.

Confía con acierto en el carisma de sus personajes y su humor seco y alocado para ofrecernos todo un espectáculo de giros, tiros y frases icónicas.

En este punto es imposible sin embargo obviar el sostén fundamental de la película, aquello que sin duda la eleva de otra entretenida pero olvidable producción local a una reseñable joya oculta del cine independiente irlandés, y no es otra que la extraordinaria interpretación de Olivia Cooke. Quienes hayan visto Purasangre (Cory Finley, 2017), donde comparte pantalla con Anya Taylor-Joy, seguramente ya estaban advertidos de su enorme talento, y comparando aquella película con esta descubrirán que este incluye un extraordinario rango interpretativo. Desgraciadamente, Cooke ha conseguido poco reconocimiento en la industria internacional más que una insignificante aparición en el confuso pastiche de Steven Spielberg Ready Player One (2018) y, recientemente, un papel clave pero secundario en Sound of Metal (Darius Marder, 2019). La escala más local y pequeña de este film permite a Cooke brillar mucho más en un papel que no es solo protagonista, sino que en casi todo momento tiene las riendas de la situación. Y si bien contiene sus necesarios matices dramáticos aquí y allá, potenciados por el ya comentado extraordinario talento de Cooke, la combinación de un diálogo agudo, un acento cargado (que, sorprendentemente, no es el original de la actriz), resultan en una arrolladora interpretación que toma el control de la película desde el comienzo, añadiendo una importante lectura de género que se plantea adecuadamente de una forma evidente y directa, pero no condescendiente.

El trío de personajes principales protagoniza más de una escena entrañable que conforma el lado humano de la película, aunque desafortunadamente con su desenlace decida desbaratarlo.

El film nos guarda además otras gratas sorpresas, como es la alocada interpretación de Alec Baldwin como sanguinario sacerdote irlandés y líder de la mafia local, que capitanea una iglesia católica metida hasta el cuello en el negocio de la droga en más de una escena de acción que resulta tal y como suena, donde la increíble habilidad de todos los personajes de esquivar la muerte hace parecer que las balas son de fogueo, si no fuera por la destrucción que dejan a su paso. Colm Meaney y Ned Dennehy hacen sendas apariciones secundarias como villanos repletos de la personalidad a la que nos tienen acostumbrados los actores. Y las sólidas interpretaciones protagonistas de Hardy y McCormack, cuya amistad está repleta de cariño y respeto pero también contrastes sugerentes entre el idealismo del primero y la hipocondría del segundo, suponen el complemento perfecto a la centralidad de Cooke en el film. Los dos actores forman un apareja con lo justo de prudente y lo justo de audaz para que la audiencia se pueda identificar con dos jóvenes que ven su mundo cotidiano y aburrido romperse por su participación desaconsejable en un enredo criminal. Esta premisa de tipos ordinarios que por azares de la vida se ven involucrados en una trama peligrosa acerca a la película, por cierto, mucho más al humor negro y sentido más humano del cine de los hermanos Coen que a la sofisticación de Ritchie o Tarantino, con una interesante actualización generacional que la hace, además, una curiosa fantasía millenial de gánsteres y atracos.

Si todo esto parece tonto, rocambolesco e inofensivo es porque lo es, y si ese no es nuestro plato de buen gusto, no hay nada de malo en ello. Pixie sin duda rehúye el realismo y el drama, y apuesta sin embargo por la aventura, la comedia negra y la diversión pura y dura. Ahora bien, es imposible decir que la película no cumple con lo que promete y que no tiene, dentro de su inverosimilitud, una armonía y coherencia internas que hacen de esta Irlanda fantástica, donde curas con escopetas y atracadores con caretas se cruzan a tiros en las capillas católicas que brotan entre colinas verdes e imponentes acantilados, un país de las maravillas que habrá merecido la pena visitar.

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