Oppenheimer
Fisión y fusión
• País: Estados Unidos
• Año: 2023
• Dirección: Christopher Nolan
• Guion: Christopher Nolan
(Libro:
Kai Bird, Martin J. Sherwin)
• Título original: Oppenheimer
• Género: Drama. Thriller
• Productora: Universal Pictures, Atlas Entertainment, Syncopy Production, Gadget Films
• Fotografía: Hoyte van Hoytema
• Edición: Jennifer Lame
• Música: Ludwig Göransson
• Reparto: Cillian Murphy, Emily Blunt, Robert Downey Jr., Matt Damon, Josh Hartnett, Florence Pugh, Jason Clarke, Alden Ehrenreich, David Krumholtz, Ben Safdie
• Duración: 180 minutos
• País: Estados Unidos
• Año: 2023
• Dirección: Christopher Nolan
• Guion: Christopher Nolan
(Libro:
Kai Bird, Martin J. Sherwin)
• Título original: Oppenheimer
• Género: Drama. Thriller
• Productora: Universal Pictures, Atlas Entertainment, Syncopy Production, Gadget Films
• Fotografía: Hoyte van Hoytema
• Edición: Jennifer Lame
• Música: Ludwig Göransson
• Reparto: Cillian Murphy, Emily Blunt, Robert Downey Jr., Matt Damon, Josh Hartnett, Florence Pugh, Jason Clarke, Alden Ehrenreich, David Krumholtz, Ben Safdie
• Duración: 180 minutos
Christopher Nolan estrena «Oppenheimer», el biopic del físico del mismo nombre conocido por uno de los sucesos más oscuros de la historia moderna: la creación de la bomba nuclear. Un filme delineado a través de los límites de la fisión y la fusión humana.
La nube de polvo solar, dos cuerdas brillando y traqueteando en una oscuridad absoluta o las estrellas, con todas sus constelaciones, en el cielo. Un viaje hacia lo infinito e inexplorado por el ojo humano. Así es como Christopher Nolan, el padre de largometrajes como Interstellar (Christopher Nolan, 2014) o Tenet (Christopher Nolan, 2020), nos presenta el mundo de la fascinación científica a través de los ojos de uno de los padres de la física nuclear y, más concretamente, de la bomba atómica que destruiría las ciudades de Hiroshima y Nagasaki durante la II Guerra Mundial: Robert Oppenheimer (Cillian Murphy). El contraste de la utilidad físico-teórica se establece en esta especie de biopic que explora una serie de paraderos donde la moralidad y la deontología humana fueron traspasadas para que los simples mortales jugaran a ser dioses.
Todo comienza en este largometraje desde que el joven Oppenheimer se interesa por la física cuántica y decide potenciar sus estudios en las universidades europeas, lugares donde esta teoría estaba empezando a coger forma mientras que en Harvard se desconocían aún los primeros pasos de dicha rama de estudio, nacida gracias a los descubrimientos de Albert Einstein. Un flashback al pasado, a un laboratorio y a una manzana envenenada, prosiguen a un doble interrogatorio que servirá como hilo narrativo para estructurar la película. Christopher Nolan divide Oppenheimer en dos partes: Fisión y Fusión, los procesos fundamentales para que una bomba atómica y una bomba nuclear existan. Desde el interrogatorio que se ejercería a Robert Oppenheimer debido a sus presuntas implicaciones comunistas en plena Guerra Fría, hasta la proposición para convertirse en Secretario de Comercio de los Estados Unidos por parte de Lewis Strauss (Robert Downey Jr.), figura fundamental de Proyecto Manhattan y que sería el principal instigador de la desautorización de seguridad de Robert, este filme genera mediante flashbacks y símbolos visuales —la utilización del monocromo, el cambio de aspecto de los personajes, etc— primero: cómo se empezó a cosechar todo lo que desembocaría en el hecho más insólito de la humanidad; y segundo: las consecuencias que acaecieron tras él.
Una advertencia y un recordatorio de que en un mundo donde los intereses amenazan a todos los que habitan en él, para hacer lo correcto no hay por qué tener un motivo.
Vemos en el caso de la forma cinematográfica cómo la Fusión, durante el interrogatorio, se muestra con las relaciones humanas desde la ruptura de un núcleo que se divide en otros personajes, es decir, a Oppenheimer se le intenta desacreditar por parte del Comité de Seguridad de los Estados Unidos para expulsarlo del país, mientras que los personajes que le rodean testifican por él y, es así, cómo se nos presentan a través de la figura de Robert. Posteriormente, la Fusión hace su aparición en las figuras enemigas de Oppenheimer y Strauss, y en cómo las tensiones entre ambos núcleos desencadenarían una reacción fuera de control para el futuro de la humanidad —con la aparición de la bomba de hidrógeno, un arma aún mas mortífera que la atómica y gran amenaza para los conflictos bélicos actuales—. De esta forma, Nolan logra lo que tanto desea hacer siempre: construir un metatrasfondo en el que Oppenheimer se convierte en su propio Proyecto Manhattan, haciendo que esta película con sus imágenes surrealistas y sus sombras —gracias al trabajo en foto de Hoyte Van Hoytema—, su desenfreno en el raccord del montaje —de la mano de Jennifer Lame— y el ambiente tan irrespirable que se acrecienta con su música en constante estímulo —obra de Ludwig Göransson— sean una bomba atómica, técnicamente hablando, donde partículas aleatorias chocan, producen calor y hacen que la sala de cine sea un centro termonuclear en el que no te puedas mover del asiento.
Una narrativa que, además, está basada en el mito de Prometeo, titán que intentó robar el fuego de los Dioses en el Olimpo y fue castigado por ello a pasar el resto de sus días atado a una roca mientras un ave se comía su hígado. Inspirada en la obra de Prometeo Americano (Kai Bird, Martin J. Sherwin, 2006), esta cinta trasciende por eso mismo, porque del mito nace la realidad y cuando un solo hombre de apenas cuarenta años quiso intentar dar un arma útil a su nación para vencer en una guerra —aunque en las guerras nunca se vence—, fue ahí cuando Prometeo robó la energía nuclear y donde Oppenheimer pasó a vagar el resto de sus días torturado por las más de 200.000 personas fallecidas a causa de su invención. Y es que concluye todo el largometraje, que vaga siempre en la utilidad y en el mensaje político —en el que en este caso Nolan se moja un poco más y, por motivos obvios, reniega de la carrera armamentística—, en la figura donde la ética y la reflexión siempre culminan.
Las manos manchadas de sangre y los ojos atados por una amenaza de acabar con la existencia de vida en la Tierra, el que un día fuera un físico con ilusión por hablar sobre cuántica y descubrimientos que podrían cambiar la historia del universo, soñaría, hasta su muerte en 1967, con una nube de hongos tras la explosión de Little Boy y Fat Man, con constelaciones de estrellas, en forma de nieve tóxica, cayendo sobre Hiroshima y Nagasaki y en como las dos únicas cuerdas que centelleaban en la oscuridad, podrían ser eso: solo dos cuerdas parpadeando en la oscuridad, y nada más, el vacío absoluto de la inexistencia. Oppenheimer es una advertencia y un recordatorio de que en un mundo donde los intereses amenazan a todos los que habitan en él, para hacer lo correcto no hay por qué tener un motivo.