Mulán
Una versión del relato que no hace sombra a las anteriores
• País: Estados Unidos
• Año: 2020
• Dirección: Niki Caro
• Guion: Rick Jaffa, Amanda Silver , Lauren Hynek, Elizabeth Martin
• Título original: Mulan
• Género: Aventuras, Acción, Drama
• Productora: Walt Disney Pictures, Jason T. Reed Productions, Good Fear Content
• Fotografía: Mandy Walker
• Edición: David Coulson
• Música: Harry Gregson-Williams
• Reparto: Liu Yifei, Donnie Yen, Gong Li, Jet Li, Jason Scott Lee, Rosalind Chao, Utkarsh Ambudkar, Yoson An, Doua Moua, Jimmy Wong, Ron Yuan, Tzi Ma, Chen Tang, Roger Yuan, Cheng Pei-Pei
• Duración: 115 minutos
• País: Estados Unidos
• Año: 2020
• Dirección: Niki Caro
• Guion: Rick Jaffa, Amanda Silver , Lauren Hynek, Elizabeth Martin
• Título original: Mulan
• Género: Aventuras, Acción, Drama
• Productora: Walt Disney Pictures, Jason T. Reed Productions, Good Fear Content
• Fotografía: Mandy Walker
• Edición: David Coulson
• Música: Harry Gregson-Williams
• Reparto: Liu Yifei, Donnie Yen, Gong Li, Jet Li, Jason Scott Lee, Rosalind Chao, Utkarsh Ambudkar, Yoson An, Doua Moua, Jimmy Wong, Ron Yuan, Tzi Ma, Chen Tang, Roger Yuan, Cheng Pei-Pei
• Duración: 115 minutos
Atrapada entre sus lealtades a los públicos de dos culturas muy diferentes, la nueva visión de la legendaria heroína intenta actuar de puente entre ellas sin convencer demasiado a ninguna. Sus facetas positivas se ven mermadas por la falta de cohesión.
Tener un cuento que se ha repetido una y otra vez a lo largo de muchas generaciones tiene que ser para un cineasta el equivalente de un parque repleto de columpios nuevos en la mente de un niño. El folklore, la oralitura, las distintas versiones, las adaptaciones con distintos elencos, distinta estética, distinta música. Las interpretaciones que hacen distintas generaciones de lectores, oyentes, espectadores. Con todo el material que proporciona, debería ser posible llevarlo en tantas direcciones que casi lo vuelven loco a uno. Esta es la situación en la que se encontraba la nueva Mulán (Niki Caro, 2020). Evitando caer en la trampa del remake, logra ser una película con sus propios méritos, pero demasiado lastrada por su problemática.
Cuando vemos a Mulán (Liu Yifei) en su infancia (Crystal Rao), ya se define una motivación que la pondrá en marcha en el futuro. Llegado el momento, no se tratará solo de proteger a su padre, sino de desafiar las normas patriarcales de una sociedad que no consiente que se exprese libremente por una cuestión de género. Pero donde la Mulán (Tony Bancroft, Barry Cook, 1998) de animación nos mostraba a una protagonista que tenía la tenacidad como herramienta y el esfuerzo por bandera, esta versión sustituye esos rasgos clave por «ki». Esto desconecta los logros de Mulán de su personalidad heroica, valiente y altruista al centrar su mérito fundamentalmente en ser poseedora de un poder sobrenatural fortuito. Siendo esta energía su fuente de excelencia, se elimina la narrativa de conseguir algo extraordinario en los mismos términos que los hombres, llegando a superarlos mediante la autodeterminación. Los valores feministas reducen así su proporción en la ecuación.
El diseño de vestuario es uno de los puntos fuertes y recuerda mucho a escenas de clásicos del cine de acción de China y Hong Kong.
Aunque esta cinta tiene suficiente solidez y mitología propia como para no depender de la versión de 1998, no deja de echarse de menos ese «filo» de puesta en valor de los roles de género invertidos. La Mulán animada nos dejó grabadas en la memoria las impresionantes imágenes de una mujer en la China imperial vistiendo armadura, empuñando una espada con determinación y combatiendo mano a mano, ganándose la admiración de hombres que la miraban como a un superior, mientras que ellos llegaban a tener que maquillarse y travestirse para derrotar a la amenaza hipermasculina del ejército de Shan-Yu.
Y eso que aquí tenemos personajes femeninos nuevos como la destacable Xianniang (Gong Li), hechicera que se une a la causa del villano Böri Khan (Jason Scott Lee). Como si fuera el reflejo de Mulán en un espejo, ella también desafía convenciones de género para aliarse con quien le es hostil y luchar por sus propios ideales. Pero dicha alianza pierde toda credibilidad en cuanto vemos cómo la trata el guerrero de las estepas. Podemos esperarnos que Khan sea un embaucador, un charlatán que no es leal a nadie y manipula a quien sea necesario contándoles lo que quieren oír mientras los utiliza para sus propios fines. Lo que no resulta convincente es que insulte a la hechicera frente a los líderes tribales para luego mostrarle a ella misma el mismo desprecio con toda honestidad, en lugar de intentar aplacarla con un: «Solo les digo eso para ganarme su favor» o una excusa similar. Que alguien con una causa tan clara como Xianniang —en la que la integridad y el respeto a la mujer es fundamental— acepte colaborar con alguien que no muestra la más mínima intención de compartirla contradice sus motivos para ir a por el emperador.
Es una lástima porque todos podemos entusiasmarnos con el idealismo de la bruja. ¿Romper con la sociedad actual para cambiarla por otra mejor? Nos desprecian, nos imponen barreras, nos dejan en segundo plano por el mero hecho de ser mujeres. No importan nuestras habilidades, nuestra contribución a la sociedad, nuestra personalidad, nuestro poder. Nos pisotean. Se nos debe nuestra propia sociedad, donde nosotras estaremos en el centro y los demás compartirán los roles secundarios que antes nos imponían.
La acción se lleva como un mero trámite a cumplir, con las típicas trampas fáciles para el villano.
La hechicera nos quiere mostrar una grandiosa visión de mujeres que han sufrido como ella sublevándose contra un sistema patriarcal y opresivo. En cambio, la trama —que podía reflejar este ideal en Mulán, luchadora contra el mismo sistema misógino— desperdicia esta oportunidad durante casi toda la película, dándonos apenas una golosina cuando ya es demasiado tarde para formar sororidad. Esto ya es una observación más personal, y otros/as espectadores/as dirán si la comparten, pero creo que Xianniang tiene mucho potencial para ser la idealista antagonista principal. O para ser un personaje con sus propios planes, una especie de maverick moviéndose libremente por el tablero que Tung (Donnie Yen) y Mulán defienden frente a Böri Khan. Claro que en tal caso, este último debería ser mucho más temible, porque a pesar del talento de Jason Scott Lee, la bruja mola mil veces más.
La nueva Mulán se acerca al género wuxia, que es uno de los aspectos donde más podría distinguirse de la animación. Incluso tiene rasgos suficientes como para deleitar como si se tratase de un cuento viviente al estilo de una xianxia.
Y con todos los elementos sobrenaturales que caracterizan a estos formidables contendientes, la nueva Mulán se acerca al género wuxia, que es uno de los aspectos donde más podría distinguirse de la animación. Incluso tiene rasgos suficientes como para deleitar como si se tratase de un cuento viviente al estilo de una xianxia. Lamentablemente, este es otro apartado donde cojea. No por ser una película familiar se queda sin hueco para una aventura de espadachines con el tono apropiado. No es que en Occidente nos resulte raro después del éxito de joyas como Tigre y Dragón (Ang Lee, 2000) y los conocidos éxitos de Zhang Yimou: Hero (2002), La casa de las dagas voladoras (2004) e incluso la reciente Sombra (2018), por ejemplo. En un mundo que ha conocido la característica coreografía de acción de estos filmes, nos deja fríos que un gigante como Disney no acierte a la hora de ejecutar su propia versión, que se puede permitir ser más ágil que las extensas danzas de espadas de las wuxia más serias. Los giros súbitos de 90º y alguna que otra acrobacia se quedan en meros guiños cosméticos en lugar de mantenernos atentos a una línea de acción más constante. Habría sido un buen truco para ganarse a quienes vieron la versión de 1998 en su infancia y son ahora adultos/as: dales wuxia y feminismo, y los/as tendrás aplaudiendo durante la peli.
Los poderes misteriosos y desproporcionados de la antagonista le dan el toque oscuro que su idealismo necesita para resultar más amenazador que alentador.
Hay más detalles que se echan en falta. Y creo que es esencial en esta historia ser muy cuidadosos con la forma en que Mulán interactúa con sus compañeros en el ejército. En la versión animada, su infiltración le servía como ventana al mundo de los hombres, educados en total ignorancia sobre las mujeres. Aquí está meramente insinuado. Los diálogos son breves y contienen poco más que chascarrillos. Es precisamente en las conversaciones con los demás reclutas donde está la oportunidad para aportar caracterización, conocer a cada uno a través de cómo se expresa; y que Mulán les devuelva un matiz que les ayude a aceptar su liderazgo cuando se revela la identidad de la heroína. Sorprende que la versión animada de 1998 tuviera más éxito en este apartado.
Por supuesto, aquella iteración lo lograba menos con el diálogo y más con los números musicales. Sería un formato obviamente demasiado occidental como para enturbiar esta versión con él. No obstante, la ironía sobre la fragilidad del concepto de masculinidad de Voy a hacer todo un hombre de ti fue un gran comentario sobre el tema y bastante atrevido para la época. A la versión de 2020 le falta precisamente divertirse un poco con esa mordacidad. Veo una gran oportunidad desperdiciada de hacer una parodia del montaje deportivo al estilo Rocky (John G. Avildsen, 1976). No es ninguna locura si nos fijamos en cómo el reciente remake de El Rey León (John Favreau, 2019) ha cambiado el tono de la mítica Preparaos para adaptarse a la imagen de mayor realismo que proyecta el filme.
No se puede decir que Mulán sea una mala película. Hay facetas que ha llevado a cabo de forma muy correcta. El elenco 100% asiático es sin duda una de ellas, y con nombres de mucho peso. Aunque, personalmente, me decepciona sobremanera que aparezca Donnie Yen y no reviente a absolutamente todos los demás por sí solo. Es refrescante ver mitología asiática con los actores adecuados, sobre todo después de la cantidad de «blanqueamientos» a la que nos tiene acostumbrados Hollywood. Por otra parte, esta interpretación de la famosa heroína no acabó de convencer en Occidente ni en China, donde fracasó en taquilla. A pesar de sus acercamientos culturales al país de origen, el esfuerzo fue insuficiente, el producto poco coherente. Sorprende, viniendo de Disney, que debería tener medios de sobra y consultores de lo más especializados. Pero ¿quién puede imaginar lo que sucedería entre ejecutivos, en la parte de las películas que más dista de la pantalla?