Mamma Roma
Desgracia
• País: Italia
• Año: 1962
• Dirección: Pier Paolo Pasolini
• Guion: Pier Paolo Pasolini
• Título original: Mamma Roma
• Género: Drama
• Productora: Arco Film Roma
• Fotografía: Tonino Delli Colli
• Edición: Nino Baragli
• Música: Antonio Vivaldi
• Reparto: Anna Magnani, Franco Citti, Ettore Garofolo, Silvana Corsini, Luisa Orioli, Paolo Volponi, Luciano Gonini, Vittorio La Paglia
• Duración: 110 minutos
• País: Italia
• Año: 1962
• Dirección: Pier Paolo Pasolini
• Guion: Pier Paolo Pasolini
• Título original: Mamma Roma
• Género: Drama
• Productora: Arco Film Roma
• Fotografía: Tonino Delli Colli
• Edición: Nino Baragli
• Música: Antonio Vivaldi
• Reparto: Anna Magnani, Franco Citti, Ettore Garofolo, Silvana Corsini, Luisa Orioli, Paolo Volponi, Luciano Gonini, Vittorio La Paglia
• Duración: 110 minutos
En 1962, solo un año después de su debut tras las cámaras, Pasolini estrenaba este prodigio de fuerza, verismo y tragedia gracias a Anna Magnani, musa de Roberto Rossellini, y actriz de sugestiva belleza, rayana en lo grotesco.
Si existe un cineasta, ya sea italiano, europeo o mundial, que cultivó la desgracia como tema tanto en sus películas como en sus novelas y poemas, ese es Pier Paolo Pasolini. Paradigma de intelectual en un sentido físico y camusiano del término, gracias a su primera y artesanal propuesta, Accattone (1961), Pasolini consiguió que Federico Fellini le abriera las puertas de los estudios romanos de Cineccittà tan distintos a esa filosofía del arte por la que años más tarde, en El decamerón (1971) se viese obligado, como dijo a través de uno de sus personajes, a seguir soñando un mundo, su mundo, interrumpido por ese mismo pesimismo que le empezó a ver latir. Pintor y también escultor, Pasolini era además de esos artistas rara avis que daban prevalencia a la coherencia sin ambages —probablemente la que le llevó a filmar Saló, o los 120 días de Sodoma (1975) o a ser asesinado en aquel paraje solitario cercano a la playa de Ostia— como autor, antes que a lo lúdico, siendo Marcello Mastroianni, el prototipo de actor con el que jamás trabajaría o querría hacerlo. Poco dado igualmente a la filigrana técnica (así lo deja notar el uso de la fotografía, la música o el montaje) en Mamma Roma (1962), perteneciente a su etapa de la legerezza (tras una primerísima friulana —el nombre es la variedad dialectal del italiano que se habla en Roma, más provinciana y acomodada a su real origen—a la que pertenecen sus Poesías en Casarsa, recién editados en Somos Libros, y una segunda, romana, a la que pertenece su singular y esquizoide novela Chavales del arroyo, traducida por Miguel Ángel Cuevas para la editorial Nórdica) gracias a la que el joven artista empezaba a tensar la cuerda de un arco, que le pasaría tremenda factura.
Anna Magnani en una captura de la película.
Encuadrada como exponente importante del neorrealismo, la película que nos ocupa, a pesar de sus múltiples restauraciones como tal, ha perdido calidad desde el negativo original; en ella, a partir de la imagen que igualmente le serviría para filmar El evangelio según San Mateo (1964), esa visión tan humanista y deudora de un catolicismo que siempre tiñó de marxismo, de La última cena en que la protagonista exhibe ante su exmarido, que celebra su boda con otra mujer, a tres cerdos uno de los que simboliza la lujuria, y a partir del que se muestra liberada ante el paleto de su ex, a quien le une la presencia de su hijo Ettore; aquel nos es mostrado a ojos de Roma como un gañán grotesco que no respeta a las mujeres, quizá todo lo contrario de lo que acabe siendo el hijo que tienen en común. Entre sus películas y novelas, tal vez sea esta una de las más comerciales, por lo ya explicado, así como por la armonización de su argumento con un aspecto importante dentro de la historia, y es la música interpretada por Joselito (el pequeño ruiseñor) en uno de los temas principales, y que hace que la banda sonora o partitura general, quede en una posición tan cercana al arte como la del propio guion.
En la dicotomía maldad/desgracia, parece que siempre Pasolini jugó con las cartas marcadas para que una brújula las combinase a modo de tragedia griega o latina.
Hemos igualmente de decir que el papel de la protagonista homónima, nada menos que Anna Magnani —Roma, ciudad abierta (Roberto Rossellini, 1945); Bellísima (Luchino Visconti, 1951)— resulta hoy por hoy más que sobresaliente, en tanto en cuanto en sus encuentros nocturnos con hombres, consigue seducir más con la palabra que con la imagen de un modo perversamente bello y algo patético a fin de cuentas, algo que arrimaba su estilo al de Fellini en Las noches de Cabiria (1957) con una Giulietta Masina en estado de gracia. Ella y Bruna —Silvana Corsini— que no solo representa el despertar sexual de Ettore, sino una belleza más real y de acuerdo con los ragazzi con los que empezó a trabajar en su etapa romana, constituirán el principio del fin en la vida de Ettore —Ettore Garofolo, desaparecido como actor en 1999—, alguien que pagará con la cárcel y la salud mental su medio de supervivencia, lo que lo convierte en un pobre desgraciado a su pesar. Y es que en la dicotomía maldad/desgracia, parece que siempre Pasolini jugó con las cartas marcadas para que una brújula las combinase a modo de tragedia griega o latina.
Tal y como comentábamos, la música aquí tiene un peso especial que va sumando compases conforme llegamos al estrepitoso final, de esta forma los arreglos de Carlo Rustichelli acomodados al montaje de Nino Baragli y al sonido de Renato Cadueri convierten en meritorio el resultado final, a pesar de los pesares fotográficos y de otro tipo. En cuanto a premios, el filme se lleva dos estatuillas en el Festival de Venecia de 1962, siendo igualmente nominada al León de Oro. Con una crítica irregular a sus postulados y autoría, desde Estados Unidos se señala la idea del martirologio maternal y de un simbolismo torpe y portentoso; en ámbitos más latinos se habló de trascendencia al neorrealismo como mero escaparate, así como de una puesta en escena digna de personajes de gran valía dramática. El público la sigue considerando como la número veintiséis dentro de las mejores películas italianas de todos los tiempos[1], y es que hablar de Pier Paolo Pasolini fue a partir de aquí, hacerlo no solo de un gran realizador capaz de mover estos cuadros actorales de una forma tan indisimuladamente precisa y propia, sino un documentalista —Encuesta sobre el amor (1965), Localizaciones en Palestina para el evangelio según San Mateo (1965)— que quiso ahondar, no solo como italiano, sino como mundial artífice, en lo que de mentira había en la fotografía de Robert Capa, Muerte de un miliciano. Y en lo que de verdad, por supuesto.
- Mejores películas italianas de todos los tiempos. (s. f.). Filmaffinity. Recuperado 11 de enero de 2023, de https://www.filmaffinity.com/es/ranking.php?rn=ranking_movies_italy[↩]