Hay que tenerlo muy claro para rodar una película de casi tres horas que se mueve, sobre todo, en el terreno del diálogo. Sobre todo porque en determinado momento, por mucho que la propuesta sea atractiva y tenga buenas ideas detrás, tendrá que ajustar cuentas con la atención del espectador, que está sujeta al nivel de estímulos que es capaz de abarcar antes de pasar a un segundo plano. Pues a Leila’s Brothers (Saeed Roustayi, 2022) la podríamos englobar en ese grupo, porque presenta un relato fértil de la situación socioeconómica del Irán actual, con gran cantidad de matices que van desde la religión hasta el trabajo o la vida familiar, pero que dilata tanto en el tiempo su ejecución de manera artificial que acaba perjudicada por desplazar su núcleo hacia la reiteración. Es cierto que su estudio de las personalidades de sus personajes está definido con bastante temperamento, y que la propia extensión de sus pretensiones podría justificar en cierto modo que se detuviera tanto en los pormenores de sus activos, pero realmente acaba transmitiendo la sensación de que no hay un crecimiento o evolución claros, y que la historia está más enfocada a aportar una paleta estética sobre la pobreza y toda la parafernalia que rodea a los dogmas de fe que en penetrar en un problema que sigue permaneciendo, una vez fuera de la sala, sin respuestas o aproximaciones de verdadero interés. Porque da la impresión de que no está tomando partido realmente en favor de una posible equidistancia en algunos de sus temas que llega a resultar irritante.
Una película con buen fondo y alguna idea interesante, pero su fracaso en el ritmo y lo borroso de sus ideas la dejan muy lejos de las grandes del cine iraní en las que se mira.
La película de Saeed Roustayi cuenta, de este modo, la historia una familia iraní que vive sumida en las deudas y el malestar social, en la que el padre está preocupado por encima de todas las cosas de alcanzar el preciado título de patriarca de la comunidad negando la ayuda a sus cinco hijos —siendo una de ellos la Leila del título—, atrapados en la pobreza y la desesperación. Leila’s Brothers sí retrata una sociedad patriarcal en la que las mujeres están desplazadas hacia roles prácticamente ornamentales y de servicio, así como la realidad laboral tiránica que soportan los trabajadores por cuenta ajena, pero las narrativas de Roustayi solo rascan la superficie del que podría haber sido un punto de vista de mucha más profundidad. Al final, el punto clave reposa sobre el hecho de que la película debe su identidad a la problemática sociocultural, tanto en el aspecto general en el que los personajes se mueven presa de un modo de vida inmutable, como de los impulsos y los deseos individuales a los que están sujetos, motivados por el dogmatismo, el patriarcado y unas expectativas muy localizadas en tiempo y lugar —el padre que busca su corona de fe cueste lo que cueste, los hijos que idealizan el autoempleo como la única forma de trabajo digna—. En el aspecto fílmico, realmente nada nuevo bajo el sol: una dirección efectiva, un montaje convencional —aunque aquejado de algún problema flagrante de raccord inconcebible en una producción de este nivel—, y una estética apagada muy en la línea del cine social. Por otro lado, y teniendo en cuenta la extensión de la película, se habría agradecido que el papel de la mujer del padre de la familia tuviera más voz y desarrollo, ya que forma parte del selecto grupo de «mujeres de» que no tienen enfoque propio y que están privados de la posibilidad de tener una voz, algo muy curioso teniendo en cuenta que el filme pareciera querer denunciar precisamente esto. Leila’s Brothers es una película con buen fondo y alguna idea interesante, pero su fracaso en el ritmo y lo borroso de sus ideas la dejan muy lejos de las grandes del cine iraní en las que se mira.