Las confesiones del doctor Sachs
La medicina desde dentro

País: Francia
Año: 1999
Dirección: Michel Deville
Guion: Michel Deville, Rosalinde Deville (Novela: Martin Winckler)
Título original: La maladie de Sachs
Género: Drama
Productora: France 2 Cinema, Renn Productions, Elefilm, Canal+, Katharina
Fotografía: André Diot
Edición: Andrea Sedlácková
Reparto: Albert Dupontel, Béatrice Bruno, Valérie Dréville, Nathalie Boutefeu, François Clavier, Jeanne Victor, Etienne Bierry
Duración: 107 minutos
Festival de San Sebastián: Mejor Director, Mejor Guion (1999)

País: Francia
Año: 1999
Dirección: Michel Deville
Guion: Michel Deville, Rosalinde Deville (Novela: Martin Winckler)
Título original: La maladie de Sachs
Género: Drama
Productora: France 2 Cinema, Renn Productions, Elefilm, Canal+, Katharina
Fotografía: André Diot
Edición: Andrea Sedlácková
Reparto: Albert Dupontel, Béatrice Bruno, Valérie Dréville, Nathalie Boutefeu, François Clavier, Jeanne Victor, Etienne Bierry
Duración: 107 minutos
Festival de San Sebastián: Mejor Director, Mejor Guion (1999)

Hablamos hoy de aquel filme que Michel Deville firmaba en 1999, un falso documental basado en el diario de campo de un médico rural que nos transporta, con espíritu barojiano y algo nostálgico, a finales de unos noventa inimaginables hoy.

Ya Aristóteles insistía en que el sentido del drama es básicamente acción. De cómo este va minando la moral del control de comportamientos, emociones, sentimientos… trata este filme narrado en tono semidocumental y  filmado por Michel Deville —director entre otras de La muñeca y el bruto (1970), Rafael, el libertino (1971) o la posterior Un monde presque paisible (2002)— en la que se cuenta la vida de un médico rural que solo suplido por otro a quien manda únicamente a tres o cuatro pacientes conflictivos con los que ya no da más abasto, Bruno Sachs que así se llama, es un personaje en quien se pretende hacer caer todo mecanismo de identificación con el espectador, en tanto en cuanto no solo es cirujano, sino que también se dedica a hacer recuperar la calma a personas con problemas mentales y a intentar estructurar la paz nuclear en familias que la han perdido. Agotado por ello, se ve durante más de una ocasión agobiado por la cantidad de trabajo que le llega y casi encierra en un cuaderno sus confesiones (la llamada en el título original maladie) escritas a mano en un bloc y que hará reaccionar a la chica —un familiar de una adolescente problemática— que podría quitarle su pesar y con la que se encuentra fortuitamente fuera de su trabajo.

Albert Dupontel es el doctor Sachs del título.

La película francesa interpretada por Albert Dupontel en su rol protagonista —Irreversible (2002), Adiós, idiotas (2020)— es un alegato al papel del médico de atención primaria, al que se le da sus momentos de asueto o más bien, liberación, si bien es una película donde el oficio del protagonista colapsa y quita esa paz que da el trabajo bien hecho no tanto en la estructura —recuerda pero más que vagamente a los capítulos estadounidenses seriados de En terapia (En tratamiento), protagonizados por Gabriel Byrne— sino en la humildad, sentido del caos y humanidad. En este sentido, los enfermos que comunican sus males mediante la palabra a veces lo hacen de manera interpuesta, pues no olvidemos que Sachs solo se encarga o bien de derivarlos a especialistas o de convertirse en una especie de apósito a sus heridas. Por momentos, el tono es tan real —de hecho, está basado el filme en las enseñanzas de Martin Winckler, un médico argelino muy crítico con el sistema sanitario francés y con el tratamiento a las mujeres en este— que resulta dificultoso el argumento de seguir en tanto en cuanto parece que no cuente nada nuevo o solo más de lo mismo. A su favor, debemos decir que cada vez vemos menos en el cine el desarrollo de la población activa desarrollando la faena diaria, las relaciones laborales —aquí reflejadas con la cuidadora de su apartamento Vivianne, interpretada por Nathalie Boutefeu —Irma Vep (1996), Un couple parfait (Una pareja perfecta) (2005)— o por la enfermera o secretaria médica Dominique Reymond —que actuó un año después en Los destinos sentimentales (2000) de Olivier Assayas— y sobre todo con las y los pacientes que todos los días llenan el ambulatorio.

Un amable documental ficcionalizado que sirve hoy más como trabajo etnográfico, antropológico y humanístico de cómo éramos por allá a finales de los noventa como especie.

Para no dejarlo como un irresponsable, vemos en imágenes posteriores a Bruno integrado en actividades lúdicas de la comunidad rural, y también como responsable de un durísimo fallecimiento: el de un trabajador que muere en una torre de alta tensión eléctrica en accidente laboral, tras darle el alta. Es así como el cuaderno de Winckler es llevado a imágenes con suma belleza y sin sobrepasar el morbo, cuidando también mucho los aspectos técnicos, como el montaje final de Andrea Sedlácková que introduce además unos estridentes violines al principio y al final de la cinta, el vestuario y maquillaje a medias desaliñado y austero que consiguen afinadamente Catherine BoisgontierEl Perfume. Historia de un asesino (2006), Largo domingo de noviazgo (2004)— o el equipo de Laurence AzouvyMaría Antonieta (2006)— sobre el protagonista, con la ayuda además en el guion de la esposa del director Rosalinde Deville, productora y guionista anteriores películas del cineasta como La lectora (1988) y Noche de verano en la ciudad (1991). El trabajo fotográfico de André Diot resulta igualmente apreciable en su formato panorámico si bien solo sería más afinado sin tanto fundido a negro, que a Deville le sirve para mostrarnos el continuo cambio de casos al que Sachs se somete no con poco estrés.

La crítica fue amable y benevolente con el filme, al que tildaron de «lleno de pureza» y «modesto pero sobresaliente» viejas glorias del ABC y El País en su día. Cosechó además la Concha de Plata al Mejor Director y Guion en el Festival de San Sebastián, tres nominaciones a los Premios César y un Hugo de Oro en el Festival de Chicago. Es pues un amable, por el personaje, documental ficcionalizado que sirve hoy más como trabajo etnográfico, antropológico y humanístico de cómo éramos por allá a finales de los noventa como especie, y de cómo esa mirada nostálgica, hoy derrumbada por otros acontecimientos, nos pudiera recordar aspectos vividos en conjunción dos países vecinos, como son el nuestro y Francia, con un sistema sanitario no tan disímil. Solo quizá en este sentido, son disfrutables conflictos que se han agudizado con el tiempo, y que en el mejor de los casos nos han convertido en desmemoriados cinéfilos. Todo ello, y la concepción aristotélica del relato, que no se pierde y sirve para concebir la virtud desde un enfoque que ya por entonces necesitaba un poco más de aire para respirar.

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