La niebla
El regreso de los reprimidos
• País: Estados Unidos
• Año: 1980
• Dirección: John Carpenter
• Guion: John Carpenter, Debra Hill
• Título original: The Fog
• Género: Terror, Fantástico
• Productora: AVCO Embassy Pictures, EDI, Debra Hill
• Fotografía: Dean Cundey
• Edición: Charles Bornstein, Tommy Lee Wallace
• Música: John Carpenter
• Reparto: Adrienne Barbeau, Tom Atkins, Jamie Lee Curtis, Hal Holbrook, Janet Leigh, Charles Cyphers, Nancy Loomis, Ty Mitchell, John Houseman
• Duración: 87 minutos
• País: Estados Unidos
• Año: 1980
• Dirección: John Carpenter
• Guion: John Carpenter, Debra Hill
• Título original: The Fog
• Género: Terror, Fantástico
• Productora: AVCO Embassy Pictures, EDI, Debra Hill
• Fotografía: Dean Cundey
• Edición: Charles Bornstein, Tommy Lee Wallace
• Música: John Carpenter
• Reparto: Adrienne Barbeau, Tom Atkins, Jamie Lee Curtis, Hal Holbrook, Janet Leigh, Charles Cyphers, Nancy Loomis, Ty Mitchell, John Houseman
• Duración: 87 minutos
John Carpenter dirige esta fabulosa joya del cine de terror donde el pueblo costero de Antonio Bay, atosigado por la culpa del crimen secreto de su fundación, se enfrenta a la invasión de unos zombis acuáticos surgidos de una espectral niebla brillante.
Una poderosa intuición inspira el cine de terror: tras el velo de la anodina existencia de la vida cotidiana, se esconde una profunda e inefable amenaza. Lo tradicional en la crítica en torno al terror ha sido reducir la figura de esa amenaza, por lo general de carácter sobrenatural, a una metáfora en clave psicológica, política o social, que apunte a los horrores que pueblan las relaciones familiares, los traumas de la infancia, las patologías mentales… etc. Pero el mejor cine de terror es el que nos obliga a tomarlo de forma literal en primer lugar, y aceptar sin cortapisas el horror que nos presenta. Y una vez asumida esa literalidad, el terror gana la potencialidad de ser no solo una metáfora, sino una multitud de metáforas, un símbolo, con la potencialidad de figurar realidades distintas según claves de lecturas diversas (personales, políticas… etc.) y, a la vez, de ser disfrutada como un excelente producto de entretenimiento. Las múltiples incursiones de John Carpenter al cine de terror han sido consistentes en ello, desde el formidable esquematismo argumental de La noche de Halloween (1978) a la acción desenfadada y sin pretensiones de Fantasmas de Marte (2001). De toda su filmografía, La niebla (1980) cuenta con un lugar particular, pues mientras que no goza de la popularidad y canonización de algunas de sus obras más conocidas, es sin embargo una película de referencia de los asiduos de Carpenter, un ejemplo de su formidable talento que no disfruta, sin embargo, del reconocimiento que debería.
Es posible explicar esta condición de «segunda fila» de La niebla de muchas formas. Para empezar, por la extraordinaria calidad de algunas de las películas de la «primera» pero sin duda también algunas de sus premisas poco habituales. La niebla de John Carpenter nos sumerge en el pueblo pesquero de Antonio Bay, en la fría costa del norte de California, la noche antes del centenario de su fundación. Cuando el reloj da la medianoche, una serie de eventos paranormales se extienden por el pueblo, los aparatos electrónicos parecen haber sido poseídos por una presencia extraña, un barco es atracado en mitad de una niebla misteriosa. A medida que transcurre el día del aniversario, los habitantes de Antonio Bay intentan hacer frente a numerosos enigmas a medida que la amenaza en forma de la niebla brillante se cierne sobre ellos desde las profundidades del océano. Carpenter firma así un inusual guion donde prima un reparto coral moviéndose por numerosas tramas paralelas que se cruzan y se dividen, marcadas por diferentes eventos que se suceden en varios lugares del pueblo a la vez, y atravesadas en casi todo momento por la presencia de la locutora de la radio local, interpretada por Adrienne Barbeau, cuya voz melosa hila con armonía las diferentes escenas.
Una jovencísima Jamie Lee Curtis regresó con Carpenter en su segundo papel, después de su debut en La noche de Halloween (1978).
A Barbeu se une un elenco de habituales del director con una jovencísima Jamie Lee Curtis a la cabeza (La noche de Halloween), a la que se suman Nancy Kyes (La noche de Halloween, Asalto a la comisaría del distrito 13), Tom Atkins (1997: Rescate en Nueva York) y Charles Cyphers (Asalto a la comisaría del distrito 13, La noche de Halloween, Halloween II: ¡Sanguinario!, 1997: Rescate en Nueva York), en un compendio de caras conocidas que refiere a todo el cine del director, quien hace él mismo un cameo al comienzo del film. Junto a ellos está Hal Holbrook como en Padre Malone, un cura alcohólico que desentierra un viejo diario de un antepasado suyo que indica la naturaleza de la amenaza que se cierne sobre el pueblo. Como pronto aprenderemos, un terrible crimen se esconde en la fundación de Antonio Bay, un pueblo que al conmemorar su centenario celebra también el terrible acontecimiento que le dio origen. Así se fundamenta el tema esencial del film: el terror apisonador de una comunidad agobiada por una culpa que todos han olvidado, el destierro de un trauma que amenaza con brotar a la superficie.
Un formidable ejemplo del pulso del director con la cámara, su particular imaginación retorcida y su voluntad de explorar nuevas fórmulas dentro del cine de terror.
En un contexto como el norteamericano, la presencia del genocidio indio y el papel de la violencia y la conquista en su fundación está siempre presente. Pero el que es el caso particular estadounidense refiere en realidad a una sospecha general que sobrevuela toda civilización y comunidad, cuyo bienestar material presente, aparentemente tan idílico y sereno como el semblante de Antonio Bay a la orilla del mar, solo ha sido posible mediante una turbulenta historia de conflicto, violencia, agravio e injusticia. La elección de escoger un reparto coral desperdigado en distintos escenarios, que eleva el sentido de comunidad y del propio pueblo como el sujeto fundamental de la historia, se muestra como una decisión crucial al aunarse con la naturaleza de la maldición que pesa sobre el mismo: la incómoda verdad olvidada de que el grupo se forma mediante la exclusión, que la seguridad se obtiene mediante el destierro de lo que es inasumible. Pero, como hemos indicado al principio, el relato de Carpenter se presta a muchas más metáforas que la política, y la propia noción del trauma psicológico también está presente aquí, como la expulsión de lo que no puede integrarse en la psique, el rostro del verdadero terror, el recuerdo reprimido de una violencia inasimilable.
Adrienne Barbeau interpreta a la locutora de la radio local, un personaje que resulta central no solo por sus acciones, sino en la medida en la que su presencia radiofónica hila las diferentes tramas de la película.
Lo fabuloso de La niebla de Carpenter, sin embargo, es que las metáforas están ahí, pero siempre al servicio de una película enormemente entretenida, que puede disfrutarse plenamente como una escalofriante y divertida obra pulp de piratas zombis sin necesidad de darle muchas más vueltas. Gran parte de la originalidad del film está centrada precisamente en estos espeluznantes no-muertos, quienes quizá no sean tan peligrosos como parece, pero con su habilidad de surgir de la espesa niebla lechosa en cualquier momento hacen que sea imposible esconderse de ellos. Carpenter nos ofrece un festival de momentos de alta tensión e imágenes truculentas al más puro estilo de la serie B, pero con un planteamiento refrescante, una de sus bandas sonoras tan características y un elenco en todo lo alto. La niebla en cuestión es quizás el elemento más importante del film, y aunque los efectos no logran que parezca más que un montón de humo blanco de algún difusor oculto, esa misma presencia espesa le da una textura espectral de ectoplasma, que finalmente ayuda más a la percepción cinemática de la amenaza que a la verosimilitud, pero sorprendentemente funciona.
Al final, La niebla sin duda flaqueará en comparación con otras obras mayores de Carpenter, pero en la trayectoria del director hay tanta calidad que eso no la hace, para nada, una película menor. Al contrario, La niebla es un formidable ejemplo del pulso del director con la cámara, su particular imaginación retorcida y su voluntad de explorar nuevas fórmulas dentro del cine de terror. Dentro de un ecosistema pesado de producciones genéricas que descansan demasiado en los mismos lugares comunes de siempre, La niebla se eleva como una maravillosa rareza que se atreve con un guion diferente, un amplio elenco de personajes y un profundo subtexto para quien quiera encontrarlo. La facilidad con la que la película funciona a todos esos niveles la convierten en uno de los mejores ejemplos también de lo mejor que tiene que ofrecer el cine de terror: entretenimiento sin ataduras con la suficiente inteligencia para meter el dedo en la llaga de nuestros peores miedos y ansiedades, aunando de forma armónica aunque aparentemente imposible lo superficial y lo profundo, lo desenfadado y lo serio, lo divertido y lo sublime.