Revista Cintilatio
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La consagración de la primavera (2022) | Crítica

Reinventar el otoño
La consagración de la primavera, de Fernando Franco
Fernando Franco dirige una película luminosa que explora con acierto el descubrimiento de la identidad y la sexualidad en la discapacidad. Protagonizada por unos sobresalientes Valeria Sorolla y Telmo Irureta, es una obra sensible y sensata.
San Sebastián | Por David G. Miño x | 21 septiembre, 2022 | Tiempo de lectura: 4 minutos

La consagración de la primavera tiene un mensaje, y también una forma de expresarlo. Como todas las obras con contenido narrativo, en realidad. Y lo cierto es que ese mensaje puede confundir en muchas ocasiones la interpretación e incluso la toma de conciencia: un buen mensaje puede estar mal contado, dando como resultado una obra mediocre; y un mal mensaje puede estar narrado con excelencia, lo que da lugar a una posible contradicción. Y luego hay un tercer tipo —siempre hay un tercer tipo—, al que pertenecen aquellas películas que no tienen un mensaje que se pueda colocar realmente en un continuo moral, y por lo tanto la independencia de sus virtudes fílmicas está más o menos garantizada, al menos en lo estético/estructural. En el caso de lo ultimo de Franco, estoy convencido de que pertenece a ese tercer grupo, ya que carece de pretensión de universalidad sintáctica —esto es, no trata de decir nada que no esté diciendo abiertamente—, pero también de posibles malas interpretaciones. La película sigue a Laura —sería un terrible error pensar que la obra está protagonizada o persigue de algún modo al personaje de David, pero eso lo vemos luego—, una joven que está descubriendo el mundo y que, de padres religiosos conservadores, se encuentra con un universo que es completamente nuevo para ella, y con el que no sabe muy bien qué hacer. Ahí conocerá a David —tremendo, igual que Valeria Sorolla en el papel de LauraTelmo Irureta—, un chico con parálisis cerebral con el que establecerá una curiosa relación que ambos deberán evaluar en una escala de crecimiento.

Una película muy bella que, pese a toda la polémica que pueda suscitar por su fondo, tiene amor por los cuatro costados y unos personajes complejos y humanos.

Valeria Sorolla, Telmo Irureta y Emma Suárez protagonizan la película

Supongo que la mayor controversia puede llegar a la hora de enfrentar el sexo y las relaciones psicoafectivas en personas con discapacidad, y hacerlo de un modo frontal. Pero la realidad, después de todo, es que La consagración de la primavera es un coming of age, en el que la valentía que demuestra a la hora de expresar su tema se vuelve un revulsivo para comprender al personaje de Valeria Sorolla, y tanto y tan bien lo encuadra que convierte al espectador en parte de su todo, en parte de sus inquietudes. En parte de todo lo que implica crecer y explorar aquello que queda fuera del alcance, de lo convencional. Y ese es otro gran acierto de la película de Franco: la habilidad que demuestra para traer a primer plano del debate la desmitificación y, sobre todo, la infantilización sistemática de las personas con diversidad funcional. Algo que, además, viene traído de una forma muy especial por el estilo directivo del cineasta, que muestra la realidad de un modo cinematográficamente muy puro pero esquivando abiertamente el lucimiento y la sobreexposición. La consagración de la primavera además, y de una manera muy sensible, muestra un lado humanista y luminoso que contrapone con la oscuridad —o directamente censura— con la que habitualmente se tratan estos temas en la conversación pública. Sin faltar además a una realidad que se expande desde lo particular a lo global —esto es, desde el descubrimiento de la identidad hasta la «consagración»— y que se nutre de las vivencias, de las inquietudes, de los tabúes y de la búsqueda de algo más. Fernando Franco ha dado con una película muy bella que, pese a toda la polémica que pueda suscitar por su fondo, tiene amor por los cuatro costados y unos personajes complejos y humanos que no tratan de afiliarse a ningún arquetipo básico. No solamente deja a la primavera en su sitio como nos enseñó Ígor Stravinski, sino que probablemente también reinvente el otoño.