Joy
Una historia reseñable con un enfoque desacertado

País: Estados Unidos
Año: 2015
Dirección: David O. Russell
Guion: David O. Russell, Annie Mumolo
Título original: Joy
Género: Drama, Comedia
Productora: 20th Century Fox, Annapurna Pictures, Davis Entertainment
Fotografía: Linus Sandgren
Edición: Alan Baumgarten, Jay Cassidy, Tom Cross, Christopher Tellefsen
Música: David Campbell, West Thordson
Reparto: Jennifer Lawrence, Robert De Niro, Bradley Cooper, Isabella Rossellini, Diane Ladd, Edgar Ramirez, Virginia Madsen, Elisabeth Röhm, Dascha Polanco, Jimmy Jean-Louis
Duración: 116 minutos
Globos de Oro: Mejor Actriz Comedia (2015)

País: Estados Unidos
Año: 2015
Dirección: David O. Russell
Guion: David O. Russell, Annie Mumolo
Título original: Joy
Género: Drama, Comedia
Productora: 20th Century Fox, Annapurna Pictures, Davis Entertainment
Fotografía: Linus Sandgren
Edición: Alan Baumgarten, Jay Cassidy, Tom Cross, Christopher Tellefsen
Música: David Campbell, West Thordson
Reparto: Jennifer Lawrence, Robert De Niro, Bradley Cooper, Isabella Rossellini, Diane Ladd, Edgar Ramirez, Virginia Madsen, Elisabeth Röhm, Dascha Polanco, Jimmy Jean-Louis
Duración: 116 minutos
Globos de Oro: Mejor Actriz Comedia (2015)

David O. Russell adapta en formato cinematográfico la historia de la empresaria Joy Mangano, que consiguió crear un imperio de la nada, contra todo pronóstico y rompiendo el techo de cristal que el patriarcado construyó sobre ella.

La teórica de cine feminista Laura Mulvey ya abordó en el 1975 el concepto de la mirada masculina y femenina en el cine, un concepto que en el presente se queda obsoleto pero que desafortunadamente sigue teniendo mucho sentido en algunos casos. El filme de David O. Russell es un gran ejemplo de cómo contar desde la visión masculina la vida de una mujer emprendedora que consiguió romper el techo de cristal y llegar hasta lo más alto gracias a su valor y su inteligencia. Androcentrismo que se refleja de forma literal en uno de los planos del filme donde con un ángulo cenital vemos cómo varios hombres hablan entre ellos sobre Joy, mientras ella simplemente escucha sentada mientras los observa, sin opción de hablar. Esta perspectiva carece de crítica interseccional dado que no se le da el enfoque y atención necesaria a la discriminación de género e incluso de clase. Algo que sí podemos ver en ejemplos como la miniserie sobre la vida de la empresaria C.J. WalkerMadam C. J. Walker – Una mujer hecha a sí misma (Kasi Lemmons, DeMane Davis, 2020).

«Inspirada en historias reales de mujeres atrevidas». Con esta frase se sienta precedente de lo que se va a mostrar en los minutos restantes de la películas. Mujeres atrevidas. ¿Porque las mujeres que en los años noventa —y en todas las épocas— perseguían sus sueños eran mujeres atrevidas? No es cuestión de atrevimiento, es cuestión de derechos, y ahí reside el mayor error del director al enfocar la vida de la protagonista de este filme. A continuación de la frase inicial, se empieza a contar la historia de Joy desde su infancia, y vuelve a aparecer otro concepto de excepcionalidad. «No necesito un príncipe» —que hasta ahí bien— «tengo un poder especial». Presentación precursora de una idea errónea sobre la evolución del personaje. No es cuestión de tener un poder especial, ni de ser atrevida, ¿vemos alguna frase así en películas de emprendedores como El lobo de Wall Street (Martin Scorsese, 2014), o Steve Jobs (Danny Boyle, 2015)? —ambos ejemplos además de personalidades con una moralidad bastante cuestionable—. Por supuesto que no, y no tendría ningún sentido, porque el problema central del planteamiento de la película reside en el hecho de que se muestran y subrayan los obstáculos que cualquier persona emprendedora puede encontrarse en el mundo de los negocios, pero, ¿qué ocurre cuando a todos esos obstáculos se les añaden aquellos generados por una cuestión de género? Hay una cosa que no queda clara del planteamiento de David O. Russell, ¿quiere abordar el patriarcado y la opresión a las mujeres o lo evade? Es un quiero pero no puedo.

El poner una figura como la de Robert De Niro para interpretar el papel del padre de Joy se advierte como una decisión conflictiva. Gracias al papel de este actor de renombre, el director consigue que se llegue incluso a empatizar con este hombre que es el más obvio reflejo del heteropatriarcado. Un padre que no solo no ayuda y apoya a su hija en sus decisiones sino que además ha maltratado a su mujer durante su matrimonio y prácticamente sigue haciéndolo tras separarse. Un padre que incluso llegados a cierto punto le recuerda a su hija cuál es su lugar, con sus hijos y no jugando a ser empresaria. Este momento es el que desencadena también uno de los clichés que se pueden ver en el filme: tras este momento, Joy parece «empoderarse» y solucionar sus problemas ella sola, para ello se pone frente al espejo y con unas tijeras se corta el pelo. Creo que a todo el mundo le resulta familiar esa imagen. Ese cambio de apariencia, de ropa —con chupa de cuero y gafas de sol incluidos—, e incluso de posturas y gestos que podrían relacionarse con el rol estereotípico de «femme fatale».

Hay una cosa que no queda clara del planteamiento de David O. Russell, ¿quiere abordar el patriarcado y la opresión a las mujeres o lo evade?

Otra de las figuras masculinas que se perfila de forma controvertida es la del ex-marido Tony (Édgar Ramírez), el cuál es cantante y por supuesto tenía más derecho a perseguir su sueño como artista que su mujer como empresaria —véase la ironía—. No obstante, cuando Joy decide finalmente llevar a cabo su invento del «trapeador milagroso», él es el primero que parece apoyarla, que va en contra de su padre —lo cual parece más una guerra personal—, e incluso toma decisiones por ella. En definitiva, un personaje al que incluso se le termina por coger cariño.

Poniendo el foco en la construcción del personaje protagonista, Joy Mangano, el cineasta perpetúa la imagen de la «súper mujer» que es capaz de llevar a cabo los cuidados de su hogar —ex-marido incluido—, el trabajo, la educación de sus hijos e incluso de sus padres. Una mujer fuerte que consigue finalmente crear un negocio familiar sin renunciar a nada. Una situación que desafortunadamente muchas mujeres han tenido que vivir y que es indudablemente admirable. No obstante, quizás hubiera sido más acertado enfocarlo desde una perspectiva más crítica que simplemente como la idea que se ha transmitido en muchas ocasiones de la mujer «empoderada» que puede con todo. Habría sido interesante ver un reclamo por parte del relato cinematográfico sobre los derechos de la mujer y la opresión de la misma tanto en el hogar como en los negocios, de lo cuál no hay un atisbo en el filme —quizás algún guiño que el director hace y que podría estar acompañado de un «yo al menos con esto ya cumplí»—.

No obstante, dado que la historia lo merece, es necesario también reseñar un par de reflexiones que la llevan al aprobado. En primer lugar, hay una metáfora interesante respecto a la cigarra como símbolo del esfuerzo y el trabajo. Joy lee a su hija un libro sobre este insecto y no entiende: «Diecisiete años escondida, ¿por qué ese número tan aleatorio?». Claramente esto es una analogía de ella, que hacía diecisiete años dejó de luchar por sus sueños y siguió el camino de sus antecesoras, centrándose en casarse, tener hijos y cuidar de su familia y su hogar. Aquí juega un papel esencial la abuela Mimi. Personaje que es encarnado por Diane Ladd, la cuál ya interpretó a la actriz de reparto que apoya a la protagonista en Alicia ya no vive aquí (1974), de Martin Scorsese. Volviendo a la presente película, Mimi representa la generación de las abuelas de las mujeres de los años noventa, que incita a que su nieta consiga lo que desea como una lucha propia también por aquello que ellas no pudieron hacer. Aquí aparece también la generación justamente anterior a Joy, su madre Terry —interpretada por una acertada Virginia Madsen—, la cuál vive sumida en un mundo de ficción con sus telenovelas, como refugio para no afrontar la ardua realidad que tuvo que vivir con su marido que la maltrataba psicológicamente. Figura que, por cierto, vuelve a ser abordada de forma desacertada cuando el director decide sacarla de su anodina vida al enamorarse de un hombre. Finalmente aparece la última generación, la hija de Joy. Una de las mejores secuencias del filme es cuando ambas están sentadas en el baño y su hija le confiesa que en el colegio se ríen de ella porque es una simple limpiadora, a lo que su madre responde con dos lecciones brillantes: en primer lugar, si fuera una limpiadora no tendría nada de malo porque es un trabajo igual de digno que los demás y no hay que avergonzarse por trabajar duro, y en segundo lugar no dejes que nada ni nadie te diga cómo tienen que ser las cosas o te critiquen por tus decisiones. 

Finalmente, otra de las decisiones oportunas fue la de darle importancia a la mejor amiga de Joy en el rol de ayudante, para que la protagonista llegara a conseguir su objetivo en la trama. Jackie (Dascha Polanco), es la única figura que representa la sororidad en el filme —la única mujer que realmente apoya a Joy—, dado que tanto su hermana, como la novia del padre, son mujeres a su alrededor que interpretan el rol de oponentes en su carrera. En definitiva, un filme que parece una gran lección de «mansplaining» por parte del cineasta, hablando de la admirable historia de la mujer que «se atrevió» a desafiar al patriarcado y bordear los obstáculos que este le puso para demostrar su valía como inventora y llegar a ser la gran empresaria que es a día de hoy.

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