Garra
Baloncesto o barbarie

País: Estados Unidos
Año: 2022
Dirección: Jeremiah Zagar
Guion: Taylor Materne, Will Fetters
Título original: Hustle
Género: Drama. Comedia
Productora: Happy Madison Productions, Kirschenbaum Productions, Roth Films, Spring Hill Production
Fotografía: Zak Mulligan
Edición: Tom Costain, Keiko Deguchi, Brian M. Robinson
Música: Dan Deacon
Reparto: Adam Sandler, Juancho Hernangomez, Queen Latifah, Ben Foster, Robert Duvall, Lyon Beckwith, María Botto, Kenny Smith, Abraham Vasquez, Jordan Hull, Kevin D. Benton, Debbie Lay, Bob Leszczak
Duración: 117 minutos

País: Estados Unidos
Año: 2022
Dirección: Jeremiah Zagar
Guion: Taylor Materne, Will Fetters
Título original: Hustle
Género: Drama. Comedia
Productora: Happy Madison Productions, Kirschenbaum Productions, Roth Films, Spring Hill Production
Fotografía: Zak Mulligan
Edición: Tom Costain, Keiko Deguchi, Brian M. Robinson
Música: Dan Deacon
Reparto: Adam Sandler, Juancho Hernangomez, Queen Latifah, Ben Foster, Robert Duvall, Lyon Beckwith, María Botto, Kenny Smith, Abraham Vasquez, Jordan Hull, Kevin D. Benton, Debbie Lay, Bob Leszczak
Duración: 117 minutos

Adam Sandler vuelve a demostrar su buen ojo seleccionando guiones con esta película sobre la historia de superación de un ojeador de la NBA. Con el letrero de «baloncesto o barbarie» como lema, la obra posee destellos de brillantez dentro del paradigma.

Ligar los pesares de la vida a hechos que nos distraigan de ellos es algo tan humano como el respirar. El cine, por ejemplo, es la distracción absoluta para unos pocos. En otros casos, el pasatiempo se ancla a inmensidades —ya sean entes como dioses a los que rezar— o a hechos que, a primera vista, parecen nimios. Otras personas se amparan en el deporte y, como punto de coincidencia con la película que nos une a la tangente de hoy, el baloncesto es un bastión dentro de este pasatiempo. Scottie Pippen dijo alguna vez que la vida es como un partido de baloncesto donde, día tras día, continúas aprendiendo para dar lo mejor de ti, y ese es el mismo mensaje que parece seguir al pie de la letra Adam Sandler en su nueva película —otro ejemplo más de dar lo mejor de sí—. Esta estrella de carácter internacional nos ha deleitado siempre con buenos papeles: desde el fracasado y enamorado empresario en Embriagado de amor (Paul Thomas Anderson, 2002), hasta su último bombazo en la piel del dueño de una tienda de empeños exitosa, Diamantes en bruto (Ben Safdie, Joshua Safdie, 2019), su ojo protagonizando largometrajes donde su rol supera a la esencia total del filme es más que un hecho, y en Garra (Jeremiah Zagar, 2022) solo se corrobora. Sandler se introduce en la piel de un carismático ojeador de los Philadelphia 76ers que está buscando a su nueva estrella internacional. Es por ello que, tras un inoportuno choque del destino y un viaje inesperado a España, el estadounidense se topará con una sorpresa que hará que su vida gire en ciento ochenta grados. Una película que, si bien parece otra producción más sobre el mensaje tan fake del mundo de oportunidades que supone Estados Unidos para los extranjeros, también posee un pequeño corazón que palpita dentro de uno, o una.

La esencia de las cosas pasa por el sentido que nosotros mismos les demos. Del mismo modo, la esencia de las cosas en el mundo del baloncesto tiene el significado de algo memorable, cercano o nostálgico para muchos. Y es esto mismo lo que quiere transmitir Jeremiah Zagar en su largometraje: la cercanía de un partido en las canchas de toda la vida con tus colegas, ese último triple que viste junto a tu padre en el estadio o, en sí, la vez que te lanzaste a la fuente del pueblo porque España había ganado el Mundial de Sudáfrica. Una memoria colectiva surge de este largometraje —plagado de figuras nacionales reconocidas, como el propio Juancho Hernángomez— donde el baloncesto sirve como móvil emotivo y conmueve, conmueve tanto que ahora —y hablando en mi primera persona— me ha recordado lo fanático que era del Unicaja de Málaga. Y es por ello mismo que, en un ratio de aspecto blockbuster, cabe también la innovación de planos fuera del rango visual preestablecido, así como un montaje que excede cualquier límite a la imaginación. Con escenas lanzadas como ráfagas —como si de un concurso de triples se tratara— una tras otra para transmitir la sensación de asfixia del trabajo que supone para un profesional de la NBA el entrenarse diariamente, así como lo bien calzado que está en multitud de ocasiones el raccord entre secuencias. El intimismo de algunas imágenes deja la puerta abierta también a una cercanía en confidencialidad, que rompe quizá con la artificialidad de otras películas que usaban este mismo deporte con fines más despersonalizados. Todo gracias al carisma de Sandler en pantalla, que se vuelve a imponer y lo hace todo más fácil. La pasión del baloncesto es conmovedora en cada una de sus palabras y provoca lo dicho antes: una conexión invisible y reconocible de algo que nosotros mismos sentimos —o hemos sentido— como ese mismo cazatalentos.

El intimismo de sus imágenes deja la puerta abierta a una cercanía en confidencialidad, que rompe con la artificialidad de otras obras que usaban el básquet con fines despersonalizados.

Secretamente, unida a esas distracciones, que nos hacen olvidar lo difícil de todo, se encuentra esta conexión con el básquet. En particular, el fin único de esta película se centra en el baloncesto, comienza con el baloncesto y termina con él también. Todas las metas, todos los conflictos nacen y chocan dentro de una cancha de parqué de 28 x 15 metros, y la película confluye en igualar el concepto de «proceso vital» a un partido de baloncesto. Al igual que Pippen, que sin ser tan consciente de lo ingenua que es la esperanza del sueño americano, acertó con sus palabras el hecho de decir que el baloncesto y la vida avanzan de la mano. Es decir, el baloncesto se le sale por los poros a cada uno de los que el encuadre muestra —también a los que están detrás de la cámara— y cuando una idea está arraigada en un set, entonces la pesadumbre de lo de fuera pesa menos. En este caso —y por una fórmula ficticia que acabo de crear como buen gurú— el cine es igual al baloncesto elevado al exponente. Entonces el baloncesto se magnifica hasta la exponencia, alcanzando la realidad emocional pese a sucumbir a lo inverosímil. Y este buen posicionamiento —tomado de la mano por el séptimo arte— construye nuevas formas, o nuevas esperanzas. Nuevos motivos que nos hacen ser fanáticos del baloncesto por dos horas —aunque la última vez que vieras un partido de baloncesto fuera en 2006—, y que no sucumbamos a la recrudeza de lo que pesa. Garra es una pregunta lanzada a modo de pick and roll: ¿baloncesto o barbarie? Y en tu mano está la decisión: ¿la coges, o la dejas pasar?

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