Caminamos en silencio, para no molestar. Salimos de casa, entramos en el metro y vamos directos al trabajo, para volver a la inversa. Rara vez levantamos la vista de la pantalla del móvil, de las hojas de nuestro libro o, simplemente, del suelo. Nos falta la curiosidad de mirar por encima del hombro, a través del pasillo, analizando nuestro alrededor. Cuando cruzamos la mirada con otro ser humano, rápidamente la apartamos, avergonzados de que crean que los observamos. Es sentir miedo a invadir la privacidad de otro cara a cara; que contrasta con rebuscar algo de interés en los perfiles de quienes seguimos en las redes, intentando reconstruir una vida que ni nos pertenece ni saciará nuestra curiosidad. No obstante, hay quien es capaz de infiltrarse, de convertirse en un espejo de sí mismo y aparentar normalidad. Un reflejo de la realidad que parece real, se siente real, y actúa como si lo fuese. Consigue mirar sin ser visto. Captar lo que ningún otro es capaz.
Ulrich Larsen no parece un espía; quizá por eso es el mejor de ellos. Incluso en un mundo globalizado como el que vivimos, existen incógnitas a las que no podemos acceder con un simple clic. «Información clasificada», como dirían los americanos. Sin embargo, si algo nos ha enseñado el agente secreto británico más famoso de todos los tiempos es que siempre hay una forma de llegar a donde nadie debería llegar. Existen caminos ocultos a primera vista, repletos de trampas que, si consigues sortear, conducen a una mina de oro. Nuestro infiltrado danés sabía dónde se metía. El director del documental Mads Brügger se lo advirtió. Corea del Norte no es lugar para un cocinero retirado que vive de los subsidios del gobierno de Dinamarca. Pero Ulrich demostró que él era algo más.
El infiltrado apareció de un día para otro en Filmin. La plataforma, a través de su perfil de Twitter, alertó de un supuesto hackeo de la cuenta, pero todo se trataba de una jugada de marketing orquestada junto @norcoreano, que terminó por revelar el estreno de este impactante documental. Dos capítulos de una hora cada uno que resultan impecables desde un punto de vista informativo. Y es que, si algo sabemos de Corea del Norte, es que no sabemos nada. La poca información que nos llega es sesgada y muy fácil de considerar como manipulada. En 2015, el periodista Jalis de la Serna consiguió entrar con su programa En tierra hostil, y así lo había hecho allá por 2009 en su Det røde kapel (The Red Chapel) nuestro director, Mads Brügger. Sin embargo, ninguno consiguió mostrar nada puro. Todo era, como no podía ser de otra forma, un decorado. Un hermetismo prefabricado que cumple su objetivo de no dejar entrar ni salir a no ser que sea justo lo que Corea necesita. Y, al final, todo queda en manos de un solo personaje: Alejandro Cao de Benós.
El infiltrado cambia la forma en que el mundo ve a Corea del Norte. Si bien el régimen de Kim Jong-un es una incógnita, el documental de Mads Brügger permite dilucidar un poco de la sombra que se proyecta sobre el pequeño país por encima del paralelo 38.
Tanto de la Serna, como Brügger y, por supuesto, Ulrich, consiguieron entrar en Corea gracias a este enigmático personaje. Un hombre extraño, nacido en Tarragona y con sangre azul, que podríamos considerar como el único occidental que puede entrar y salir de Corea del Norte cuando le plazca. Así al menos es como él se denomina. El presidente de la Asociación de Amistad con Corea (KFA) ha aparecido varias veces en la televisión, ya fuese en el programa matinal de Espejo Público o siendo entrevistado por David Broncano en los primeros días de La Resistencia. Siempre se presenta como un diplomático, un defensor acérrimo del régimen de Kim Jong-un que se siente profundamente coreano. No obstante, eso era todo lo que sabíamos de él. Sus breves apariciones como tertuliano o su activa cuenta de Twitter son las únicas fuentes de información, y en todas partes cumple el mismo papel. Incluso en el documental de Jalis de la Serna tan solo se comporta como un guía turístico, por lo que realmente es difícil dilucidar cuál es su verdadero papel en todo esto. Sin embargo, Ulrich Larsen cambió todo eso. Durante los años en los que estuvo fingiendo ser quién no era, el infiltrado pasó de ser un simple miembro de la KFA al representante de toda la región escandinava. Se convirtió en un imprescindible para Alejandro, hasta el punto de convertirse en confidente y revelarle lo que Mads Brügger ya suponía, pero que nunca pudo probar en su documental anterior: Cao de Benós es mucho más de lo que dice ser. No es un simple diplomático, sino un hombre con poder y contactos. Un «dictador en su pequeño mundo», como dice Ulrich. En definitiva, un hombre peligroso.
Ulrich, aun así, no es el único espía en esta historia. En un momento dado, los coreanos necesitan algo más «sustancial» que Ulrich Larsen, y nuestro espía pasa a un segundo plano, a las órdenes del enigmático «Señor James». Este millonario cumple con todas las expectativas que Mads Brügger necesita: un exmilitar, exdelincuente y expresidiario. Es decir, un hombre sin escrúpulos, justo lo que necesitaban los coreanos para su negocio de exportación de armas y drogas. Ulrich y James viajarán a Corea del Norte, Noruega, Jordania e incluso hasta Uganda, antes de que la situación se convierta en algo tan insostenible que James deba desaparecer del mapa. Todo en busca de las imágenes que nadie antes ha conseguido, con la excusa de montar vídeos para un canal que glorifique a Corea. Ambos clavan su papel a la perfección y consiguen de forma incomprensible que nadie sea capaz de descubrir su tapadera.
Sea como fuere, El infiltrado cambia la forma en que el mundo ve a Corea del Norte. Si bien el régimen de Kim Jong-un es una incógnita, y su situación sigue sin quedar del todo clara, el documental de Mads Brügger permite dilucidar un poco de la sombra que se proyecta sobre el pequeño país por encima del paralelo 38. Durante toda una década, Ulrich Larsen ha traspasado sus fronteras y llegado donde nadie jamás lo había hecho. Su hazaña, contada en esta obra, trasciende como pocas en la historia. Una misión autoimpuesta, arriesgada hasta un punto inimaginable. Si bien es difícil no dudar, lo cierto es que los clips que nos muestra y sus conversaciones no parecen sacar nada de contexto ni manipular la información, pese a que Alejandro Cao de Benós haya tratado de relatarlo como tal. Aún así, pocas cosas quedan más claras tras ver este documental que el hecho de que nuestro infiltrado ha destapado algo más que un simple delito. Ha destapado todo un sistema, y lo ha puesto patas arriba.