Revista Cintilatio
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Hive (Colmena) (2021) | Crítica

Abejas y ajvar
Hive (Colmena), de Blerta Basholli
Blerta Basholli dirige un filme clásico en su desarrollo que recorre temas de gran trascendencia social y personal, que aúna una narración sin artificios y unos personajes atrapados en su tiempo y espacio para comentar sobre feminismo, guerra y pobreza.
Valladolid | Por David G. Miño x | 28 octubre, 2021 | Tiempo de lectura: 3 minutos

El contexto: un pueblo kosovar dolido por la guerra. El primer plano: la realidad que permanece en las que quedaron allí, sufriendo tanto el dolor de la pérdida como el juicio de una sociedad patriarcal que no da tregua. En Colmena (Blerta Basholli, 2021) todo funciona a un nivel narrativo muy orgánico, en el que forma y fondo se dan la mano para componer un relato de superación ante la adversidad, de lucha contra los prejuicios y de sororidad. Si bien resulta durante la mayor parte de su metraje ciertamente parca en recursos de estilo y no demasiado dada a una evolución de personajes profunda que invite a la empatía —o la simpatía— ágil, consigue propagarse a través de un trabajo actoral más que solvente —sobre todo en lo referente a su protagonista, Yllka Gashi— y una temática que toca diferentes puntos de conexión social. Blerta Basholli, que viene de lograr el premio del jurado, el premio del público y el premio a mejor dirección en drama en Sundance con esta obra, entra con habilidad en un lugar inhóspito en el que sabe leer las inquietudes de un conjunto social abandonado por las instituciones y por la propia sensibilidad social, y que desde la tensión y el sentimiento de clase, y la exposición pausada de la dificultad de salir adelante en un mundo atrapado en una estructura que discrimina y abandona por razones de género a aquellas que por definición ya han sufrido una terrible pérdida, sale a la superficie sin aportar grandes cambios al paradigma pero sintiéndose como una valiosa línea más en la conversación.

Una obra que se llega a sentir cercana por lo que representa y por su autoridad dentro de un feminismo muy bien filmado e incluyente.

La interpretación de Yllka Gashi es sobresaliente.

En lo argumental, y siguiendo a Fahrije, accedemos a un retazo de la vida de una familia que no tiene muchas opciones de supervivencia una vez que el marido de la protagonista está en estado desaparecido tras ser enviado a la guerra y considerado irrelevante por el gobierno. Fahrije hará todo lo posible por mantener a su familia a flote, pero a la dificultad emocional de la pérdida de su marido, la sociedad kosovar suma las trabas y los insultos, las vejaciones constantes y humillaciones por tratar de resurgir como viuda en un mundo que espera de ella solo luto y recogimiento: así, al obstáculo del duelo Blerta Basholli añade la capa de profundidad primaria de la estulticia social y las obstrucciones institucionales, educacionales y familiares a emprender y ganarse el pan por cuestiones de género. Aunque la película a veces permanezca demasiado tiempo en el estancamiento narrativo y su diégesis esté demasiado pendiente de girar alrededor de la fraternidad y la propia confianza en sí misma de la protagonista, es innegable la capacidad que guarda dentro de sí para despertar cierto sentimiento de pertenencia y afecto hacia una historia que, aunque lejana en espacio, se llega a sentir cercana por lo que representa y por su autoridad dentro de un feminismo muy bien filmado e incluyente, que hace partícipe de su regusto fraternal y permite que se sienta la situación de Fahrije como si fuera documental —de hecho, la historia está basada en hechos reales—. Una película calmada y rodada desde la distancia, pero que descarta la frialdad para enlazarse con la vida dentro de la colmena y que entrega un final digno de quedarse en silencio.