Castlevania
Acción, horror y referencias

País: Estados Unidos
Año: 2017
Dirección: Warren Ellis
Guion: Warren Ellis, Hitoshi Akamatsu. Personajes: Hitoshi Akamatsu, Kōji Igarashi
Creación: Warren Ellis
Título original: Castlevania
Género: Serie de TV, Animación, Fantástico, Terror
Productora: Frederator Studios, Powerhouse Animation Studios, MUA Film, Project 51 Productions, Shankar Animation, Konami
Música: Trevor Morris
Reparto: Richard Armitage, James Callis, Alejandra Reynoso, Theo James, Adetokumboh M'Cormack, Jaime Murray, Graham McTavish, Emily Swallow, Jessica Brown Findlay, Yasmine Al Massri

País: Estados Unidos
Año: 2017
Dirección: Warren Ellis
Guion: Warren Ellis, Hitoshi Akamatsu. Personajes: Hitoshi Akamatsu, Kōji Igarashi
Creación: Warren Ellis
Título original: Castlevania
Género: Serie de TV, Animación, Fantástico, Terror
Productora: Frederator Studios, Powerhouse Animation Studios, MUA Film, Project 51 Productions, Shankar Animation, Konami
Música: Trevor Morris
Reparto: Richard Armitage, James Callis, Alejandra Reynoso, Theo James, Adetokumboh M'Cormack, Jaime Murray, Graham McTavish, Emily Swallow, Jessica Brown Findlay, Yasmine Al Massri

Los atmosféricos microuniversos poblados por horrendas criaturas de la saga de videojuegos Castlevania ofrecen buen material de fantasía para una adaptación animada, pero esta camina en la cuerda floja entre la lógica interna y los guiños a los jugadores.

Cuando era pequeño y jugaba a la Super Nintendo, ningún juego me resultaba tan embrujador como Super Castlevania IV (Konami, 1991), un remake de la primera entrega que combinaba acción y plataformas en escenarios ricamente detallados y ambientados por una banda sonora entre lo melódico y lo atmosférico. La historia de un héroe de la familia Belmont cuya misión era matar a Drácula —que tenía la costumbre de resucitar una y otra vez, así evitando que los Belmont fueran a la cola del paro— era una excusa fantástica para poblar los niveles de todo tipo de monstruos procedentes de varias mitologías, universos cinematográficos (empezando por el horror de la Hammer), y del imaginario popular. Hacía las delicias de  cualquier jugador de los 90. Llegamos al 2017 y Netflix estrena una serie basada en la mítica saga, ya saturada por decenas de títulos en consolas de todo tipo. El resultado nos echa cazos de agua fría y mantas calientes a partes iguales.

Escrita por Warren Ellis, la historia adapta el argumento de Castlevania III: Dracula’s Curse (Konami, 1989), uno de los más amados títulos de la saga, en la NES. Fue el primero que permitió a los jugadores cambiar entre varios personajes: el héroe Trevor Belmont, la hechicera Sypha Belnades, el pirata Grant DaNasty y Alucard, hijo del mismísimo Drácula. Pero olvidaos del pirata, porque Ellis pasa de él y ni se le menciona en toda la serie, dejándolo totalmente fuera de este nuevo canon. También integraron personajes de Castlevania: Curse of Darkness (Konami, 2005) —sí, los títulos son casi todos del mismo palo—, una entrega para PS2 en formato action RPG protagonizada por Héctor, un arquetipo muy diferente a los legendarios Belmont, antiguo empleado de Drácula. De aquí también salen personajes clave de la serie como Saint Germain e Isaac. Eso sí, los eventos del juego nada tienen que ver con la serie, que crea su propia historia.

Al tratarse de una obra de Warren Ellis, los diálogos suelen mostrar una calidad decente a pesar de los parones de la trama.

Con esta alegre panda, entramos en la primera y mejor temporada. Trevor Belmont, héroe caído en desgracia, es poco más que un «borrachuzas». De aniquilar demonios, ha pasado a ser pateado por gañanes en peleas de bar. Esta caracterización y el excelente trabajo de doblaje de Richard Armitage (Thorin «Escudo de Roble» en El Hobbit), hacen de nuestro protagonista un personaje interesante, muy diferente de lo que hemos visto en consolas. Cuando Drácula jura venganza por el asesinato de su mujer humana Lisa (madre de Alucard), las tierras de Valaquia se llenan de criaturas de la noche, y por lo tanto de excusas para hacer referencias a los juegos y de un sentido de urgencia para nuestro borrachín favorito.

Lo que sigue es una trama sin nada innovador, pero lo bastante entretenida como para alternar una historia de antihéroes en redención con escenas de acción espectacularmente coreografiadas. Aquí se ve dónde fue a parar la mayor parte del presupuesto, ya que los combates tienen la mejor calidad de animación, más bien mediocre en el resto de escenas. De hecho, en las temporadas siguientes también se usan bastantes atajos durante estos momentos de acción, a veces dejando hasta los movimientos más chulos con una calidad decepcionante. El duelo de Trevor contra Alucard es quizá la mejor escena de lucha en toda la serie, tanto en calidad como en coreografía.

No hay muchos incentivos para ver la serie si el espectador no conoce los videojuegos, pero los antiguos fans tendrán buen material para entretenerse y debatir un rato.

Al menos evita caer en ciertas trampas. Seguro que todos recordamos alguna conversación friki en la que hablamos de personajes con habilidades sobrehumanas, preguntándonos cosas del estilo: «Y si puede controlar esto, ¿por qué no lo usa para hacer esto otro» o «¿Por qué no hace tal cosa de esta manera y así acaba antes?». Descuidad, frikis de todo el mundo: Castlevania de Netflix está aquí para volatilizar vuestras pesadillas. Cuando la experta hechicera Sypha entra en acción, usa sus poderes de hielo y fuego de manera eficiente y adaptándose al peligro inmediatamente. Es fácilmente la combatiente más efectiva del reparto. Algunos de sus movimientos incluso recuerdan al bending de las ya clásicas Avatar: La Leyenda de Aang (Michael DiMartino y Bryan Konietzko, 2005) y La Leyenda de Korra (2012). Una buena muestra de cómo la animación de técnicas fantásticas basadas en movimientos reales influye en obras posteriores, creando estándares que tienen en cuenta cómo cambian en el público las expectativas sobre la acción fantástica.

Uno de los defectos más claros de la serie, más notable a partir de la segunda temporada, es la escala del conflicto. Haciendo que los vampiros (no solo Drácula, sino también sus rivales de la nobleza nocturna) tengan ambiciones desmesuradas, se justifica la presencia de ejércitos de criaturas de la noche, proporcionando excusas suficientes para volver a la acción, masacrar inocentes, hacer aparecer bosses de los juegos y dejar lucirse a Alucard, exhibiendo objetos y habilidades que utilizaba en Symphony of the Night (Konami, 1997). Pero se cae en el tópico de que los chupasangres quieren llevar a la raza humana a la extinción, cuando de hecho dependen de ellos para «comer». Cuando se acaben los humanos, ¿qué van a hacer? ¿Alimentarse de las criaturas de la noche, una panda de demonios sucios y deformes con menos luces que Bartolo? En este punto, no ha conseguido distinguirse de otras historias de vampiros. Posiblemente, la solución estaría en reducir la escala del conflicto, e ir aumentando en futuros regresos de Vlad Țepeș —algo que tampoco les habría venido mal a los juegos.

Los ciudadanos y aldeanos son poco más que carne de cañón para las criaturas y una motivación de urgencia para los protagonistas.

No es que falten historias con escalas menores. La tercera temporada está determinada a aburrirnos con historias que se podían haber escrito mejor. Héctor, prisionero de Carmilla (rival de Drácula), tiene un romance con Lenore, socia de la anterior junto a sus generales: Morana y Striga. Una subtrama con tantas psicópatas juntas debería ser mucho más divertida. Trevor y Sypha investigan un pueblo que alberga un culto secreto, donde conocen a Saint Germain. Este es un personaje con potencial: inmenso conocimiento, aunque solo revela lo que le interesa; viajero entre dimensiones moralmente ambiguo. Pero algún cliché tenía que tener, y aquí tenemos el del viejo romántico que está dispuesto a vender su alma al Diablo y entregarle el mundo por… volver a echar un polvo. Si al menos a la chica se le diera nombre, voz y un poco de trasfondo, aún nos podría picar el gusanillo. Pero… ¿para qué? Si con esto ya tenemos material suficiente para un maverick que puede potencialmente traer de vuelta al Señor de los Vampiros.

Ah, pero lo más sangrante es dejar a Alucard solo y aburrido. El personaje más amado de toda la saga merecía algo mejor que pulular bostezando por las ruinas del castillo de su padre. Cuando recibe la visita de dos cazavampiros del lejano oriente, esperamos que ocurra algo interesante, pero nos llevamos una retahíla de diálogos insulsos que culminan en lo obvio: se resuelve la URST («tensión sexual no resuelta», por sus siglas en inglés) y se montan un pedazo de trío no hetero que se podía haber hecho al principio de la temporada y ahorrarnos la miseria de ver al chupasangres con complejo de Edipo más pro durmiendo de pie. No perdería mucha credibilidad si estos cazadores hubieran llegado el primer día y le hubieran dicho: «¿Cazavampiros? No no, nosotros somos calllzavampiros. No sé si me sigues».

Y ya que estamos con temas de sexualidad, creo oportuno mencionar que al menos las dos únicas escenas de sexo son algo que ocurre como culminación de relaciones que avanzan entre personajes, que ya es más de lo que se puede decir de otras series de animación. Es alentador que Sypha, siendo el personaje femenino entre los principales, no reciba ningún tipo de tratamiento de fanservice ni otros penosos malentendidos eróticos. En su relación con Trevor Belmont, el sexo se menciona informalmente y con naturalidad, sin recurrir constantemente a ello, pero sin obviarlo. Es un retrato francamente justo para la hechicera, que no se ve reducida a la objetificación de ser eye candy.

Ahora bien, si hay una subtrama que no hay por dónde pillar es la de Isaac. Un Maestro de la Forja (como Héctor) que tiene un pasado interesante pero menos carisma que un palo mojado, que anda por el mundo y se hace su propio ejército de criaturas de la noche asaltando bandas de gente armada y peligrosa con su cuchillo de +1 a untar Nocilla. Que me parta un rayo si me equivoco, pero no recuerdo haber visto a Aragorn o a Jon Snow bajarse a medio ejército cada uno con un abrecartas. Precisamente lo que es injustificable es una trama en la que al personaje las cosas «le salen porque sí». Incluso en el gran asalto al castillo de Carmilla, cuyo poderío y ejército vampírico estaban por debajo solamente de los de Drácula, Isaac mata instantáneamente a grupos de vampiros que estaban leyendo la Cuore vampírica en vez de salir corriendo a ayudar a sus compañeros de armas que se dejaban la piel literalmente defendiendo el fuerte de una horda de demonios innombrables. Es predecible desde el principio que nada va a fallar en los planes de Isaac, y la causa es que el worldbuilding es tan escaso que no hay forma creíble de ponerle obstáculos a un humano con poderes que los vampiros desconocen. Hay una cierta lógica interna en dar a nuestra especie algo que un ser sobrenatural no puede alcanzar, pero utilizarlo como fórmula mágica para que una trama avance unilateralmente va en detrimento de la calidad narrativa.

Los personajes nuevos aportan algo de riqueza y a veces sorprenden con el nivel de sus actores de doblaje, como es el caso de Peter Stormare.

Por su parte, Carmilla funciona de maravilla como villana en ausencia de Drácula. Rival de este, es la antítesis del Conde y su masculinidad hegemónica. La ambiciosa vampiresa es la encarnación de lo que muchos piensan que es una feminista. Obviamente, la realidad es más compleja que este cartoon adulto y sus arquetipos, pero al menos podemos ver en ella capacidades de liderazgo y de sororidad que le aportan matices muy necesarios en una villana temible. Esto choca de frente con el absurdo avance de Isaac, donde su ilógico ascenso meteórico sin obstáculos anula los giros y vicisitudes de la trama Héctor + Carmilla, que también pierde fuelle por la unidimensional caracterización de las generales que siguen a la vampiresa. Al menos sus planes militares y políticos nos ayudan a vislumbrar algún detalle más en el pelado worldbuilding.

Eso sí, entre lo bueno y lo malo, nada me deja tan atónito como la ausencia de los legendarios temas musicales recurrentes en la saga de videojuegos. Será cuestión de derechos, pero la verdad es que habrían dado para unos cuantos momentos fan que habrían aliviado un poco las carencias. Basta con echar un ojo en YouTube para encontrar cientos de remixes de Bloody Tears, Dance of Illusions o Vampire Killer. ¿Por qué no añadir uno más en una obra oficial que lo superponga a Trevor Belmont y sus imposibles pero ingeniosas coreografías con látigo sagrado liberando al mundo de ejércitos de las tinieblas?

No hay muchos incentivos para ver Castlevania si el espectador no conoce los videojuegos, pero los antiguos fans tendrán buen material para entretenerse y debatir un rato. En los momentos de escribir estas líneas, los planes para la franquicia ya han sido anunciados: nos espera una nueva serie protagonizada por uno de los legendarios descendientes de Trevor y Sypha, el mismísimo Richter Belmont, protagonista de una de las entregas más sonadas de la saga en consolas, antesala del clásico Symphony of the Night. Si se está haciendo más, será que los fans piden más. Esperemos que tener la Revolución Francesa como trasfondo dé lugar a un mundo de humanos versus vampiros más rico y distintivo.

:: before


:: before

¿Quieres recibir quincenalmente nuestro nuevo contenido?