Revista Cintilatio
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Buck Alamo or (A Phantasmagorical Ballad) (2020) | Crítica

Momentos de redención
Buck Alamo or (A Phantasmagorical Ballad), de Ben Epstein
La exploración de la búsqueda del perdón después de una larga vida de idas y venidas destaca en la película de Ben Epstein como elemento simbólico. De estética onírica y una interpretación principal fascinante, consigue brillar de modo intermitente.
Por David G. Miño x | 13 marzo, 2021 | Tiempo de lectura: 4 minutos

Sonny Carl Davis es un cantante de country con una vida entera de errores a sus espaldas, y llegado el momento en el que la muerte le acecha, emprende un viaje por encontrar el perdón de todas aquellas personas a las que, sistemáticamente, ha ido decepcionando a lo largo de los años. La propuesta de Ben Epstein puede parecer convencional dado su punto de partida, una de tantas de las que cogen a un personaje principal en el ocaso de su vida y lo ponen cara a cara con su pasado, pero tal y como enfrenta la narración adquiere un tono mucho más alegórico y simbólico que se aleja del proverbial viaje externo para entrar de lleno en los pedazos que quedan al final de todo, y que no siempre se van a dejar recoger con facilidad.

Principalmente, Buck Alamo or (A Phantasmagorical Ballad) funciona como elemento mental. El periplo redentor del personaje que da nombre al filme y que persigue a su particular modo un perdón idealizado encara los acontecimientos desde el pinto de vista de un anciano que mira hacia atrás, sin unas ideas ordenadas ni una lógica coherente. Mientras intercala fragmentos en blanco y negro con otros a color —dicho sea, con cierta desorganización que lleva a preguntarse qué está ocurriendo realmente y qué es una elucubración— y sigue muy de cerca a Eli —alias Buck— va tocando las teclas de la paternidad perdida, del indulto, de la búsqueda de lo que está por encima. El viaje del protagonista, así como la interpretación carismática y de gran carácter de Sonny Carl Davis, quieren traer a la mente a Harry Dean Stanton en esa obra maestra que es Lucky (John Carroll Lynch, 2017), aunque desde un prisma mucho menos vitalista y centrado en la pulsión de muerte. Si en aquella el personaje principal era un descreído de regusto dulce, en esta es un creyente de tono amargo, y por eso descompone en sus partes más elementales —desde el punto de vista psicológico—, con tanta fidelidad como le permite un guion bastante farragoso, la bajada contrarreloj al infierno del que va contando hacia atrás los minutos.

La aproximación de Ben Epstein al desierto yermo del que lo tuvo todo, pero nunca tuvo nada, al recuerdo de toda una vida medida en canciones que nunca se han grabado, conecta directamente con nuestra parte más indulgente.

La película intercala escenas en blanco y negro con otras en color con intención narrativa.

Decíamos que el guion resulta confuso porque no se permite a sí mismo una organización clara y, del mismo modo que pretende que el espectador se identifique con la sensación de pregunta abierta, de problema sin resolver, de asunto pendiente, su exposición se siente inconclusa y poco satisfactoria si se enfrenta uno a Buck Alamo or (A Phantasmagorical Ballad) con ánimo inconformista. El viaje que lleva a cabo Eli es más un camino sin final de los que merece la pena disfrutar antes de llegar a la meta, sobre todo teniendo en cuenta que su enfrentamiento con los demonios que le persiguen —y que están representados en la ficción mediante serpientes que avanzan y rodean, pero no atacan— es pasivo y contemplativo, y supone un reto más estimulante buscar los significados en las baladas que entona con voz rota y el alma casi terminada que encontrar un final que satisfaga esa última búsqueda que, en algún momento, todos habremos de emprender.

La aproximación de Ben Epstein al desierto yermo del que lo tuvo todo, pero nunca tuvo nada, al recuerdo de toda una vida medida en canciones que nunca se han grabado y de letras escritas en hojas de una libreta que desaparecerá entre el viento y la arena, conecta directamente con nuestra parte más indulgente, ya que sin demasiado esfuerzo uno se encuentra a sí mismo condenando a todos aquellos que le niegan el perdón a Eli, desconocedores totalmente de todo cuando aconteció en el pasado antes de alcanzar el momento que nos muestra el cineasta. Este momento de una vida, esta aproximación a la muerte que se personifica en una sombra negra que no da cuartel —qué barbaridad la voz de Bruce Dern— contiene algo que enlaza con un sentimiento puro de comprensión humano, aunque desde un prisma demasiado intelectualizado teniendo en cuenta sus pretensiones. Al final, el camino que emprendemos junto a Buck Alamo or (A Phantasmagorical Ballad) tiene más de etapa que de viaje.