La familia. Hirokazu Koreeda, el creador insaciable sobre los designios que unen a los seres humanos en fraternidad vuelve a sus inquietudes con Broker (2022), una obra que trata el tema del tráfico de bebés en Corea del Sur lubricado con cierto criticismo —aunque no tan incisivo sobre ello como podríamos esperar— y sus habituales personajes de gran bonhomía que ven sus caminos cruzados. Por primera vez, el japonés se atreve a rodar en coreano, por lo que no es extraño que para semejante salto haya confiado en el inmenso Song Kang-ho y en su vieja conocida Doona Bae, con la que ya había trabajado en aquella maravilla que fue Air Doll (Muñeca de aire) (2009). Con Broker, el cineasta sigue la historia de una madre que abandona a su hijo en una suerte de centro social, que verá cómo su decisión la une a un par de individuos que se dedican a vender los recién nacidos a parejas que así lo requieran, con la particularidad de que ellos aspiran a preocuparse de que el bebé caiga en buenas manos. Koreeda va hacia delante, buscando siempre el aspecto humano de su historia, con una mirada entre triste y lúcida que quiere pensar mejor de las personas de lo que lo haríamos cualquiera con acceso a internet. Broker no destaca particularmente en una filmografía que cuenta con joyas como Un asunto de familia (2018) —premiada con la Palma de Oro en su año— o Nadie sabe (2004), entre tantas otras, pero no deja de aportar una de esas miradas que se sienten casa por lo plácido, por sus personajes amables, por lo que hay detrás.
Una película de las nuestras, de esas que se ven con media sonrisa y dan ganas de vivir la vida y juzgar menos al de al lado.
Aquí, el nipón vuelve a ese concepto de la familia que tan bien ha sabido explorar a lo largo de toda una carrera y que en tan buen lugar le dejó con Un asunto de familia: ese en el que la unión la crea la competencia y no la sangre, la mirada hacia el mismo horizonte, en el que amarse y respetarse durante un breve periodo de tiempo en el que en la barca se rema hacia el mismo sitio significa el mundo y algo más. Y ahí es donde Koreeda se muestra experto, a la hora de colocar la cámara en el lugar en el que las fuerzas se cruzan y generan las corrientes de humanidad que solo él sabe manejar de ese modo, como en esa escena en la noria en la que dos de esos integrantes de la familia pasajera se sinceran, uno de ellos a ojos tapados: pura belleza y sensibilidad. Da igual que haya personajes censurables, viles, cuestionables o agotados por las circunstancias: la mirada del japonés siempre encuentra el haz de luz, la refracción que une bajo el mismo cielo a todos esos pobres inadaptados que buscan un lugar en el mundo siguiendo el camino incorrecto. A pesar de todo, puede que Koreeda se meta en algún jardín, sobre todo cuando introduce el aborto en la ecuación de un modo muy simplificado, o la prostitución de una manera mucho más idílica de lo esperado. Aun así, Broker es una de las nuestras, de esas que se ven con media sonrisa y dan ganas de vivir la vida y juzgar menos al de al lado. No podemos obviar que en mitad del desorden de un mundo casi colapsado, es la concordia y la buena fe la que nos pueda salvar. Y de eso nos deja una buena porción Hirokazu Koreeda.