Revista Cintilatio
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Apocalypse Now (1979) | Crítica

El verdadero rostro del Horror
Apocalypse Now, de Francis Ford Coppola
Recordamos un clásico del cine bélico en en que el director Francis Ford Coppola se adentra no únicamente en el interior del territorio enemigo sino también en el interior de la oscuridad del alma humana.
Por Roberto H. Roquer | 17 diciembre, 2020 | Tiempo de lectura: 11 minutos

El cine bélico es un género particularmente popular y con una audiencia garantizada, lo cual explica la existencia de numerosas películas de este género. Casi cualquier conflicto armado de mínima relevancia ocurrido en la historia tiene al menos una adaptación cinematográfica cuando no cientos o miles (como la Segunda Guerra Mundial). No obstante, a pesar de la enorme profusión de películas que hablan de episodios bélicos específicos, es realmente inusual encontrarse con una película que sea capaz de hablar no de una guerra en particular, sino de la guerra en sí misma. No de episodios particulares de conflictos sino de la guerra como realidad universal e inmutable. Es quizá eso lo que explica el éxito de Apocalypse Now (Francis Ford Coppola, 1979), una película que generación tras generación fascina a las audiencias con la misma efectividad que en el día de su estreno. En esta imperecedera obra, el director nacido en Detroit aprovecha el conflicto de la Guerra de Vietnam para hacer una acertada disección de la naturaleza humana y del impacto de la guerra en ésta.

Apocalypse Now nos cuenta la misión del capitán Willard (Martin Sheen), un soldado del ejército de EE. UU. que durante la Guerra de Vietnam recibe la orden por parte de sus superiores de adentrarse en territorio enemigo para localizar y eliminar al coronel Kurtz (Marlon Brando), un exoficial del ejército estadounidense que ha creado su propio grupo paramilitar y está fuera de control. Willard se embarca en esta misión acompañado de un pequeño equipo de soldados y, mientras se adentra en territorio enemigo, va descubriendo los horrores de la guerra al tiempo que experimenta su particular descenso a los infiernos. Una vez llega a su objetivo, se encuentra con que el coronel Kurtz ha perdido totalmente la cabeza a causa de la guerra y ha formado una especie de secta que actúa a la vez como su propia guerrilla. Kurtz hace prisionero a Willard y mantiene una serie de conversaciones con él en la que el personaje interpretado por Brando le expone su particular visión nihilista de la guerra y la condición humana. Finalmente, Willard logra dar muerte a Kurtz y abandona el lugar llevando consigo los escritos de Kurtz a causa de la profunda impresión que el hablar con este le ha causado.

A través de la representación frívola y violenta de las tropas estadounidenses, Coppola cuestiona los valores americanos.

Una película tan compleja como Apocalypse Now plantea al espectador todo un panóptico sobre la Guerra de Vietnam que únicamente puede ser entendido si se analiza a varios niveles diferentes. En primer lugar, es imprescindible entender que esta película se comenzó a rodar en 1976 (aunque no se estrenaría hasta 1979 debido a la enorme complejidad del rodaje). Hablamos pues de una película sobre la Guerra de Vietnam que se rodó a los pocos meses del fin del conflicto y probablemente se ideó en la mente de Coppola mientras los disparos seguían resonando en Saigón. En otras palabras, estamos ante una película que en el momento de su estreno era de rabiosa actualidad no únicamente por los hechos que recogía mas también por el tono que presenta. Es sobradamente conocido que a finales de los sesenta y durante los setenta, la sociedad americana sufre un profundo impacto de realidad que viene a fragmentar la ingenuidad y el optimismo propios de la posguerra en Estados Unidos. La crisis del petróleo, el asesinato de JFK, o la derrota en la Guerra de Vietnam son factores determinantes para cincelar este marcado pesimismo entre la población estadounidense. Por primera vez, el pueblo americano pierde la fe en sus instituciones y su gobierno, mientras que por su parte los movimientos contraculturales (como por ejemplo el movimiento hippie) sufre una degradación que llevará al país a enfrentarse a una crisis de criminalidad y drogadicción sin precedentes. A diferencia de lo que había pasado en las décadas anteriores, ahora EE. UU. es un país incierto sobre su rol en el mundo, con desafíos tanto internos como externos y una inestabilidad palpable. En este contexto, el cine americano de los setenta capturará a la perfección estas ansiedades, ofreciendo películas como Cowboy de medianoche (John Schlesinger, 1969), Tarde de perros (Sidney Lumet, 1975) o Taxi Driver (Martin Scorsese, 1976), producciones que buscan capturar este pesimismo existencial y plasmar el lado más oscuro, desconocido y desfavorecido de la realidad.

La película no está tan interesada en establecer una línea entre buenos y malos como lo está en explicar por qué todos, independientemente de su posición, tienen algo de malos en este cruento juego de la guerra.

Apocalypse Now plasma esto de forma magistral. Cuando el protagonista de la cinta, el capitán Willard es introducido, vemos a un personaje abotargado por el alcohol y las drogas, carente de objetivos vitales y absolutamente perdido en su claustrofóbica y decadente habitación de hotel. Este personaje no hace sino representar a una generación de estadounidenses igualmente perdidos que se entregan a un nihilismo alimentado por los estupefacientes para dar sentido a su existencia en un mundo absurdo. Este tono se mantendrá durante toda la película. La motivación de Willard para completar la misión nunca responde a sus principios, a su voluntad o a su necesidad. El protagonista simplemente se limita a cumplir órdenes, unas órdenes que no dejan de ser tan absurdas como el propio mundo que le rodea. Este reflejo de la degradación moral del pueblo americano no se limita al protagonista, sino que casi en cada ocasión que tiene, Coppola ofrece una mirada desmitificadora de las tropas americanas. Desde los compases iniciales en donde muestra a los helicópteros bombardeando poblaciones vietnamitas mientras el general de las tropas estadounidenses se dedica a hacer surf hasta la guarnición acampada junto al río que Willard se encuentra más avanzada la película, compuesto por soldados que consumen drogas y alcohol de forma constante, vemos un retrato del ejército estadounidense que nos habla de una degradación absoluta de los valores americanos. Es importante reseñar cómo el director no cae en la idealización romántica del Vietcong como pudiera ser con otros autores. Tampoco se dedica una gran parte del metraje a ellos, no es eso lo que la película quiere contar. En su lugar, asistimos a una obra que busca plasmar el significado que esta etapa histórica tuvo en la psicología colectiva del pueblo americano.

Coppola utiliza la trama de la película para representar el particular descenso a los infiernos del protagonista.

Esta reflexión se complementa con la afilada crítica que Coppola hace contra el imperialismo y el colonialismo, particularmente en la escena en la que el protagonista se encuentra con una familia de colonos terratenientes franceses que en mitad del conflicto continúan habitando su propiedad (presente únicamente en la versión alargada). El enorme contraste entre la familia francesa, que en medio de una cruenta guerra se aferran a un estilo de vida que busca imitar las formalidades burguesas propias de Francia, y todo el infierno de napalm, disparos y muerte que se desata a pocos kilómetros de distancia supone quizá la representación perfecta del absurdo casi anacrónico que supone el colonialismo en particular y todo el conflicto armado de Vietnam en general. Coppola, así mismo, también se guarda un golpe para la prensa. Durante las escenas iniciales de la película vemos a un reportero (interpretado por el propio director) que graba las macabras escenas de combate como si se tratara de una película, cuestionando así la hipocresía de los medios de comunicación que se aprovechan de la guerra para generar espectáculo de consumo por parte de las masas. Pero más interesante si cabe es la aparición en el tramo final del personaje interpretado por Dennis Hopper, un fotógrafo estadounidense que forma parte del séquito de Kurtz y que de forma frívola, llevado más por una proyección de sus propias ideas e inquietudes que por el análisis racional de los hechos, enaltece a un personaje tan moralmente cuestionable, y que no deja de ser una mirada cáustica a cierta parte de los críticos con la guerra que, desde la comodidad de sus posiciones, entienden el debate sobre la guerra más como un juego estético que como una respuesta al consecuente drama humano. En otras palabras, la película no está tan interesada en establecer una línea entre buenos y malos como lo está en explicar por qué todos, independientemente de su posición, tienen algo de malos en este cruento juego de la guerra.

El personaje de Kurtz representa el impacto de los horrores de la guerra en la naturaleza humana.

Habiendo dicho todo esto, no obstante, es menester señalar como Apocalypse Now no es exactamente una película sobre la Guerra de Vietnam sino una película que transcurre durante la Guerra de Vietnam. Aunque a primera vista estas dos cosas pueden parecer sinónimas, en el fondo implican una diferencia que hace posible que hablemos de una película universal e imperecedera, no anclada a la realidad histórica contemporánea al momento de su estreno. Apocalypse Now, si bien usa el conflicto de Vietnam como telón de fondo, es esencialmente una película que trata sobre la naturaleza humana. A lo largo del metraje asistimos al paulatino descenso a los infiernos del protagonista, que a medida que remonta el río Nùng también va descubriendo los secretos más oscuros de su propia alma. Mientras que de forma gradual Willard se va obsesionando con su objetivo, también se va a enfrentando a la misma oscuridad que le hizo perder el juicio, y paso a paso va transformándose en el mismo hombre al que recibió órdenes de asesinar. Es quizá por ello por lo que las conversaciones que tiene en el tramo final con Kurtz resuenan tanto en Willard. Su antagonista le ofrece unas respuestas a sus perennes dudas existenciales que no son ni menos crueles ni más absurdas que la propia realidad de la guerra que Willard ha visto con sus propios ojos.

La violencia de la que Kurtz y su grupo hacen gala y por la que los superiores de Willard desean que sea eliminado no deja de ser fruto de la propia violencia que tanto esos mismos oficiales como el enemigo alimentan de forma constante durante la guerra, y por lo tanto apreciamos una evolución en Kurtz, que pasa de ser un oficial ejemplar a un señor de la guerra demente, que en el fondo no deja de ser un reflejo de todas las experiencias que durante toda la película vemos atravesar a todos los personajes de esta historia. Kurtz no ha, por lo tanto, caído en la locura más de lo que, de diferente forma, lo han hecho el resto de participantes en esta guerra. A lo largo de la película hemos visto cómo la forma que los personajes tienen para sobrevivir en el mundo que les rodea es la de abrazar las partes más oscuras de su psique, y precisamente por ello el motor de la misma deja de ser si Willard logra o no matar a Kurtz para en su lugar estudiar como, paulatinamente, Willard se va transformando en Kurtz. Es por ello que las crípticas frases del enloquecido exoficial estadounidense en el desenlace del filme pasan de ser simples delirios irracionales a cobrar un significado cuando se entienden en el contexto de las experiencias que ambos hombres han sufrido.

La película no evita plasmar la crudeza de la guerra sino que, muy al contrario, explora temas como la violencia y sus consecuencias.

Así pues, el personaje de Kurtz responde con su propia locura a la locura de la guerra y, lo que es más, hace entender a Willard como esa locura es una parte inherente de la propia condición humana que puede aflorar en el momento en el que un individuo es expuesto a situaciones extremas como las que él mismo ha vivido. En Kurtz se aprecia, por lo tanto, un hombre que ha cedido, que se ha rendido a la brutalidad de la guerra y se ha transformado ni más ni menos que en un reflejo del mundo que le rodea. En un pasaje de la película no duda en expresar su admiración por la brutalidad extrema del Vietcong, mientras que en otro momento, este personaje tiene su archiconocido monólogo sobre el horror con Willard, en el cual señala a la hipocresía y el absurdo de ser juzgado por sus actos dentro del contexto en el que todo el mundo ha cometido y comete flagrantes atrocidades. Y quizá sea ese el mayor éxito de Apocalypse Now, el de entender lo que significa realmente la guerra. En comprender que llegados a un punto, ya no existe una frontera entre el bien y el mal, sino que todos forman parte del mal y la verdadera frontera está entre los que pueden vivir con ello y los que no.