Revista Cintilatio
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Coloquio | Nadia de Santiago, Inés Pintor Sierra y Pablo Santidrián, equipo de «El tiempo que te doy»

«El tiempo es el malo de la película»
Feroz presenta: El tiempo que te doy
Nadia de Santiago, Inés Pintor y Pablo Santidrián comparten impresiones en torno a la hazaña de coordinarse confinados para crear una serie con una idea de estructura temporal genial. Se habla de química actoral y del espacio común entre luto y desamor.
Zaragoza | Por María José Orellana Ríos | 27 enero, 2022 | Tiempo de lectura: 6 minutos

En el marco de las proyecciones previas a la gala de los Premios Feroz, de nuevo tenemos oportunidad de asistir a otro de los coloquios con las personalidades nominadas. En esta ocasión, en torno a una serie con una estructura y concepto más que interesante: El tiempo que te doy, creada, escrita y dirigida por su protagonista, Nadia de Santiago, junto a Pablo Santidrián e Inés Pintor Sierra: este trío creativo se coordina en guionizar y se alterna en dirigir los episodios, y ese fenómeno será el objeto principal de la charla. Nadia lo describe como «un poco montaña rusa», pero quizá ahí reside el éxito y las valoraciones positivas que está levantando. Opta al galardón de mejor serie dramática, y además compite en las categorías de mejor actriz protagonista de una serie (la susodicha co-creadora Nadia de Santiago) y mejor actor protagonista de una serie para el barcelonés Álvaro Cervantes. En lo relativo al trabajo actoral, el hecho de que los nominados, anteriormente, ya hubieran «sido pareja» en la ficción, como nos recuerda Nadia, unido al haber «dejado nuestras personas fuera» y haber «trabajado mucho el cuerpo. Expresado mucho desde las miradas, lo que no se dice» ya dice mucho. Arduo, si tenemos en cuenta que hay algunas escenas en que el contacto físico y la intimidad son de un alto voltaje, a la par que de una belleza y naturalidad que se podrían haber ido al traste con un simple parpadeo que detonara incredulidad sobre la química que, en realidad, rebosan.

Nadia de Santiago, Pablo Santidrián e Inés Pintor durante el coloquio. Fotografía: María José Orellana Ríos.

Una de las principales conclusiones del encuentro es que, pese a tratarse de un encargo, la producción resultante se percibe como algo muy personal. Para la actriz «ha sido un regalo y, sobre todo, un proceso muy libre, desde el guion hasta el final». Santidrián añade que los trabajos que Netflix había podido verles previamente —todos en torno a esa temporización que se aproxima a los quince minutos— ya compartían esa característica intimista, «de tipo muy personal». Eso se refleja principalmente en una de las claves del por qué ha funcionado tan bien esta serie: la duración de los capítulos es de once minutos, y eso favorece que incluso la persona con menos tiempo libre del mundo se pueda permitir detenerse a paladear ese aperitivo tan cuidado y emotivo, que nos presenta una premisa totalmente universal. Ya no se trata de lo evidente: «todo el mundo se lo lleva a su momento vital: todo el mundo ha tenido un amor en la nieve, o en la playa…», inicia Pablo, «o desea tenerlo», apostilla Inés.

«No eres muy consciente de que tu serie se proyecta en ciento noventa países». Nadia de Santiago

Pero lo que realmente toca la fibra es otro sentimiento ineludible por nuestra especie: nadie puede decir que jamás haya atravesado un duelo, sea esa pérdida del ser querido un desamor o un fallecimiento; vivencias que esta narración conecta de manera explícita. Y de hecho, el agonizante proceso de recuperación (bajada de defensas y enfermedad incluidas, también como referencia a la pandemia que nos ha asediado durante los últimos años) y la purga del gran peso que ese ser humano nos imprime en el pecho y en la mente, es trasladado al propio formato de manera muy novedosa: cada pieza portará por título los minutos que se destinan al fustigarse con el pasado y aquellos en que se es consciente del ahora, comenzando por un primer capítulo llamado Un minuto de presente y diez minutos de pasado. Dice Nadia que antes de que nos confinaran, ya tenían una estructura clara: sucesivamente, la protagonista irá destinando un minuto menos al luto. Pese a que Pintor se obsesionó durante el infame confinamiento, y que Santidrián destaque la dificultad de inspirarse estando encerrados, cuando él suele hacerlo mediante largos paseos, la idea, explica él, «surge de la realidad: de una manera de enfrentarse a las cosas malas de la vida. (…) No lo sabíamos, pero en psicología existe un concepto llamado tiempo de preocupación», a lo que Inés Pintor añade que aunque «hablamos de amor y de desamor, el tiempo está narrando (…) y conecta con el público porque vemos el presente: vemos que Lina está mal». El tiempo es el protagonista absoluto. «El tiempo es el malo» —remata Pablo— de lo que en esta cita pudimos ver del tirón y en pantalla de cine, algo que maravilló a sus creadores, que aún no habían tenido la oportunidad de ver a su criatura en semejante formato, pudiendo atestiguar, además, cómo el público suspiraba, lloraba… En definitiva, vivía esos entremeses casi a modo de largometraje, puesto que se autorizó que nos la proyectaran del tirón.

«Hablamos de amor y de desamor: el tiempo está narrando y conecta con el público porque vemos el presente». Inés Pintor

La cercanía entre creadores y público envalentona a este a lanzar preguntas de quienes se resisten más que la protagonista a dejar marchar esa relación. Quieren verlos juntos. Una mujer se levanta y confiesa haberla visto entera tres veces, siempre «con ojos egoístas. Como de ¿dónde salió mal? Supongo que para no hacerlo yo». El equipo sonríe claramente satisfecho, incluso emocionado, pues esa clase de intervenciones les cerciora el haber llegado al alma de mucha gente. El feedback desde otras naciones y culturas está siendo muy positivo también. A la pregunta de cuántas veces han mirado si estaban en el top 10, ríen e Inés reconoce que «el primer fin de semana, bastantes»; «no eres muy consciente de que se proyecta en ciento noventa países», reflexiona De Santiago. Hay quien incluso tantea si le pueden confirmar sus teorías sobre ese final abierto, sobre que ella, para reafirmar su avance —logrado en ausencia de él— tenga que volver a enfrentarse a lo que al final es casi «como el malo del videojuego», que lo llama Pablo, aunque insiste en que, en realidad, lo es el tiempo. Apela a que cada uno «se cree su historia en la cabeza». Él es incondicional declarado del equipo Lina —pues nos explican que él dirigió a la actriz, colaborando en la elaboración de su psicología, mientras Inés sería la aliada del Nico interpretado y co-construido con Álvaro Cervantes—. Los espectadores sugieren si no sería también él merecedor de una segunda temporada en la que exploremos el punto de vista masculino de esta ruptura. Los creadores no sueltan prenda, se sonríen cómplices. No queramos saber de más, no queramos despojar la ficción de toda su magia. Terminémosla en nuestras cabezas.

Cita del subtítulo: Pablo Santidrián.